Tuesday, February 03, 2015


Camino a la "Autopía."



-       ¡Suelo malo, suelo malo!

  Cogido de la mano de su madre y con una indescriptible cara de kamikaze que por culpa de las almorranas llevara días sin pegar ojo (punto este que para un kamikaze es del todo difícil) era eso lo que aquel niño salvaje y amontunado le gritaba sin el menor asomo de piedad a un adoquín del filo de la acera mientras éste, con la absoluta desfachatez que caracteriza a los adoquines, insistía en no darse por enterado.
  Llevado por el sobresalto que aquella estampa de crueldad inconmensurable me produjo, me acerqué a la pareja y miré extrañado e interrogante a quien debía ser su madre, cosa que deduje por el amor que rebosaba su mirada de kamikaze instructor mirando a su filial pupilo. Quien, a todas luces, estaba heróicamente afrontando descomunal batalla contra la vía pública.
  Yo, por no desentonar, apoyé mis manos en mis rodillas en postura de adulto mira a encantador infante y clavé la peor de mis miradas en aquel, para nada presunto, desaprensivo adoquín.
  El kamikaze chico, a quien empezaban a decaerle las fuerzas, bajaba ya la frecuencia de sus patadas (supongo que por la ausencia de batalla presentada por el ofensor y por el seguro dolor que la planta de aquel piececito comenzara a sentir) me miró con la triunfal expresión de quien consigue abrir una botella de cava tras ocho horas de desesperados intentos mientras la familia ansía los platos de uvas pochas del 31 y piensa con resignación lo muy gilipoyas que es el cuñado.
  Con esa cara triunfal, que yo observaba como se observaría a un marciano que se cayese al suelo al bajar de su platillo, el soldado del imperio dejó de dar patadas, se sacudió las manos, ya que los pies hubiera sido más complicado, emitió un
-       Júm
lleno de autoadmiración crecida con mi presencia como admirado expectador. Hecho esto, largó una última ofensa al ajado adoquín en forma de escupitajillo y se volvió hacia su madre, quien, orgullosa como una gallina de Walt Disney, miró también (había que reforzar positivamente las actitudes del nene) por encima del hombro al desfachatoso pedrusco y comenzó a andar.
  A punto estuve de desistir en mi labor investigadora, pues al alejarse brevemente, entreví con espanto un culo prominente no exento de cierta agresividad insoslayada enfundado en una especie de chándal de última generación a través del cual se adivinaban los filiyos enrollados de unas braguillas que no pude por menos que imaginarme ajadas y desflocadas. Movíalo además de forma que parecía señalar que ella lo llevaba por delante más que por detrás. Entiéndase la imagen poética.
  A pesar de tamaña advertencia natural, no pude contenerme y pasé a poner mi integridad en juego.
       -   ¡Pss, pss, señora, perdone!
  Ella se volvió como se vuelve un panzer, como se vuelve un culturista de dos metros si le derramas un café por la nuca, como se vuelve un león al que despiertas. Como se abre la puerta de chiqueros.
-       ¿Di, ga, me?, así, con tilde en la mé.
-       Le ruego me perdone, pero no puedo dejar de preguntarme, después de ver la enorme y descomunal batalla que su pequeño acaba de librar, por la causa de tamaño desajuste.
-       ¿Usted se está cachondeando de mí, caballero? Porque si usted se está cachondeando de mi niño y de mí, le arreo ara mismo dos yoyas que no va a saber usted quién hay entre oreja y oreja. Y ahí llega mi marido que no sabe usted cómo es pa estas cosas, que se está usted cachondeando de mí.

  Se acercaba una furgoneta por cuya ventanilla se podía ver a un señor con media barba, cigarro, codo apoyado hacia fuera, medallón de oro y un anillorro en meñique, así que recogí velas.

-       Le ruego, señora, me disculpe, pero nada más lejos de mi intención que importunarle. Lamento que mi curiosidad me haya llevado a alterar su plácida mañana. Adiós y le reitero mis excusas.
-       Míralo al gilipoyas este. Ahora dice que se va. Tendrá poca vergüenza la gente…

  Incluso el tierno infante me miraba ya con malas intenciones y los puñitos cerrados a la espera de su progenitor con las rodillas sangrantes.

-       ¿Mamí le doy una paliza también a ese señor?
-       No hijo, no, espérate a que venga el papa, que tu ya te has hecho mucho daño hoy con el suelo malo.

  Ante la más que inminente situación de peligro, salí de allí a toda prisa mientras por detrás arreciaban los insultos, crecidos ya con la indignación de la presa que huye. Juro por lo mas sagrado que cuando le dijo que se iban, la mama, llamó Grabié a su propio hijo.
  Sabía que me jugaba mucho más que mi integridad física, pero, de lejos me volví y pregunté a gritos que por qué le decía Gabrié a su propio hijo.

-       Porque se llama igual que su padre, y yo me voy a cagar en…

  Hubiera sido temerario dar tiempo a que Gabrié padre se bajase del coche, pues aquello tenía ya mal cariz.



  El policia intentaba apaciguar a aquel señor.

-       No, señor agente, no, no me diga que me tranquilice. Ahora mismo le meto al ayuntamiento una denuncia que se caga. No hay excusa para tener ahí en medio esa mole de piedra. Eso es algo que no se le ocurre a nadie. Eso pasa por poner de responsable a gente que no sabe ni lee ni escribir…

  La gente ya se acercaba a hacer corro a prudente distancia creciendo el caos de tráfico.

-       Pero Señor, por favor, yo comprendo su sensibilidad y su punto de vista, pero tiene que entenderlo. Afortunadamente está usted bien y esa mole de piedra es La Cibeles y lleva ahí toda la vida. Sin  su coche dentro, claro.
-       Eso no me sirve de excusa. Y como que me llamo Gabrié que le meto un puro. Déme su nombre y su número de placa. Pero ya.
-       ¿Pero por qué por Dios? ¿Ahora qué he hecho yo?
-       Porque es su obligación y por tratar a los ciudadanos sin respeto. En vez de ponerse a mi favor me acusa sin pruebas y me declara culpable.
-       Su coche está dentro de una fuente, sea usted razonable.
-       Ni razonable ni razonablo. Llame usted a un superior.

   Así comenzó su carrera política.  El trampolín se lo puso un periódico donde, al día siguiente, pudo leerse:

NUEVO HITO EN LA LUCHA POR LAS LIBERTADES INDIVIDUALES Y LOS PODERES DEL ESTADO. (SIC)
EN UNA DENODADA LUCHA A FAVOR DEL SENTIDO COMÚN, UN CIUDADANO LOGRA LA RETIRADA DE UNA MULTA Y DE LA YA CADUCA CIBELES.



Tras un prolongado litigio contra la tiránica admistración conservadora, el ciudadano Gabriel P. Z. ha conseguido la retirada del enorme obstáculo que se hallaba secularmente en la vía pública, a la vez que la retirada de la sanción, un vehículo nuevo, y la suspensión de empleo y sueldo del agente de la autoridad…



  Tras este episodio fueron muchas las ofertas recibidas por parte de programas de televisión y medios de comunicación, y comencé a verlo con frecuencia protagonizando episodios de la vida social.
  Del pequeño kamikaze quedaba poco en el exterior, pero yo, que no podía borrar de mi memoria aquel episodio pedagógico que le observé en su infancia, veía ante mí un enorme “culo educador” de señaladas arruguillas cada vez que su señora madre aparecía, acompañando a la pareja en alguna comparecencia pública. Y me imaginaba a Gabrié padre aparcando un flamante Mercedes de forma disimulada mientras masticaba un palillo de dientes.
  No me quedó la menor duda de que aquel lejano episodio habría de marcar la vida de todos cuando, candidato ya a la presidencia del gobierno, aquel niño camikaze convertido ya en toda una estrella mediática, aparecía en los carteles electorales pateando a una pequeña y culpable Cibeles bajo el lema:

Castiguemos a los culpables. Por la igualdad. Vota a Gabrié.

    La victoria electoral, contrariamente a lo yo había previsto, fue estruendosa. El electorado, en su mayoría otorgó la confianza al nuevo líder, que promovió nuevas y numerosas reformas.
·         Se dictó una ley de responsabilidad administrativa donde, si no se tenían antecedentes de pertenecer al partido opositor, el ciudadano o ciudadana, podría cobrar un seguro por cualquier desaguisado ocasionado por la presencia de cualquiera que fuera el mueble o inmueble, diminuto o desproporcionao (sic) que causare tal despropósito.
·         Se le provió (sic) al gobierno, de la potestad para imponer leyes siempre y cuando fueran positivas a juicio de el titular o la titulara (sic también) de la cartera (no me hubiera extrañado ver cartero aquí) del departamento de sanidad pública y velatorio por la libertad individual, que así, os lo puedo jurar, se le llamó.
·         Se dictó una ley general de subvenciones por la que cualquier ciudadano (favoreciendo más a los vagos y maleantes, a quienes no estudiaran… a los más necesitados a fin de cuentas) recibiría una cantidad libremente fijada por él/ella para incentivar la consecución de los bienes u objetivos que decidiera no alcanzar por sí mismo/a.
·         Se declaró la jefatura del Estado figura non grata para el Estado…

  En fin, podría contaros otros muchos avances, pero no hace al caso.


  Hoy he salido de nuevo a dar un paseo. La gente está ajetreada como siempre, muchos coches se apresuraban parados en los atascos. Había familias en los parques compuestas de abuelos y nietos. Todo el mundo intentaba ser feliz y vivir bien. Mientras periódicos y programas de radio se hacían eco de lo bueno u de lo horroroso que el gobierno era. Yo rompí a reir con todo esto, porque ¿es que nadie se ha dado cuenta de que el adoquín no es bueno ni malo? Así, al menos, me dije, no hay que decirle a los que tropiezan
-       Mira nene, una vez falla cualquiera, dos también, pero si sigues insistiendo, cariño, tú lo que eres es tonto. O tonta, claro.



Fdo. Lalo, Lalo Losta.
Alardes de Perfección.

  Querida lectora, querido lector de esta carta: 

Es un esfuerzo enorme intentar entender cómo aún puedo estar desemparejado, es decir, sin pareja. En mis aún pocos pero intensos años de vida, no he conocido a nadie tan maravilloso como yo. Mi cuerpo, donde se aúnan la perfección genética con la más rígida disciplina de gimnasio de alto estandin, este cuerpo, es todo un estudio de anatomía digno de los pinceles más afamados de la pintura universal, figurativa o no. Mi pelo brilla bajo la luz de la luna como brilla una pantera negra anunciando os de tualets por televisión. Todas las mujeres que conozco han gozado suspirando mientras mesaban mis mechones con sus dedos.
  Mis ojos verdes son rasgados, grandes y profundos. Son el horizonte donde se dirigen las miradas de cuanta fémina entra en contacto con mi presencia. He visto temblarle las piernas a las más fajadas yupis de guolestrit.
  Mi vida en sí es un dechado de perfección. Vivo en un chalé de diseño de arnovó emplazado justo donde acaba pradera y comienza la blanca arena de una playa perfecta bajo la bruma de invierno y desde las cristaleras de mi salón amueblado en piel negra y aluminio, me enmimismo en el mar con el flequillo sobre la mirada vestido con un suave chaleco de grueso cuello de cisne en lana beig y pantalón negro que no consigue disimular, es decir, más bien realza, lo más granado de mi masculinidad que, dicho sea de paso, ha sido capaz de protagonizar las más tórridas escenas que puedan verse tras las paredes de un dormitorio.
  Cada mañana, me levanto cuando he dormido lo necesario, ya que no necesito trabajar. De forma automática la cortina se descorre automáticamente y tras remolonear dulcemente entre los pliegues del nórdico inmaculado me levanto en toda mi envergadura, desnudo casi y encantador, y hago un par de horas de ejercicio en el idílico marco de la línea de las olas. Luego desayuno las cosas más sanas que imaginarse pueda: pan integral, zumo de naranja, fruta y cereales. En la enorme cocina perfectamente iluminada y sin una gota de grasa, todos los utensilios brillan perfectamente nuevos mientras resplandece, verde oliva, el frasco de aceite.
  Yo estoy recién duchado y mi albornoz se entreabre como unos labios lascivos dejando a la vista un pecho perfectamente moldeado sin la más mínima sombra de pelichis espiraloides, lisos, suaves o hirsutos de tipo alguno.
Todo yo huelo a una mezcla de varonil sensualidad junto con la tersura suave de la colonia de bebé que derramo generosamente en mis manos. El resultado un verdadero osito de peluche machote y desvalidamente tierno. La exacta mezcla de fragilidad y fortaleza. Control atlético y dubitativa timidez.
  Me levanto suave pero vigorosamente y me dirijo a mi dormitorio, voy descalzo, por supuesto, y paseando por la moqueta mullida y asimismo inmaculada, me detengo sólo un instante ante la ventana para volver a mirar al mar y me meto en mi más que amplio vestidor. Dejo que el albornoz se deslice sensualmente por mis fornidísimos hombros y que caiga, despreocupado, al suelo, donde se queda en perfecto desorden. Un par de prendas en perfecta consonancia. Zapatos absolutamente impecables, con calcetines a juego siempre, ni un agujerín en la punta ni un zurzido jamás, inasequibles a cualquier tipo o especie de pesturria que rompa inesperadamente el glamur.
  Salgo a la calle montado ya en mi biplaza descapotable mientras los mechones ondean secándose al viento. Miro a los viandantes observar mi paso con envidia y no les presto la más mínima atención para que no se sientan minusvalorados en su mediocre vida.
  Cuando entro en la ciudad, el decorado entero, la autopista en sí, los árboles que la flanquean y las palmeras parecen que se colocan bien para saludar mi paso. Todos los dependientes y dependientas de la zona vip y los metres y somelieres de los mejores restaurantes disfrutan pudiéndome servir. Se les nota en sus sonrisas… cuando es una mujer bella, sólo tengo que despejar mi blanquísima dentadura con la cabeza inclinada y mirarla de perfil para saber que mi invitación será aceptada. Tengo paso libre en todos los locales de moda y en los lugares más exclusivos. El simple hecho de entrar conmigo, ya hace que te sientas importante.
  Cuando llegan conmigo a casa, las trato como a reinas. Soy sofisticado, suave, amable, delicado pero impetuoso y siempre dejo satisfecha a la que tiene el honor de conocerme como hombre. Docenas de matrimonios estables se han disuelto echándome a mi la culpa de lo que ella buscaba en mí. Cuando no hice más que compartir generosamente mi tiempo con quien quería huir del que se había fabricado. De hecho, la última aventura que tuve a bien otorgarle a una dama resume perfectamente y casi a la perfección lo grandioso del espíritu que me mueve. Se da por sentado que cuando un hombre y una mujer folgan y solazan, es él quien está recibiendo la magnanimidad de la naturaleza y el beneplácito de la congénere. No es mi caso. En realidad me limito a no ser despreciativo con los que han tenido la suerte de, evolucionando de simiescos animalotes, llegar a conclusiones fisiológicas y anatómicas lejanamente parecidas a la mía.
  Hablaba de mi última aventura. Entré en el más sofisticadísimo de los restaurantes de la ciudad, como se arremolinan los papelillos en la calle se arremolinó a mi alrededor la atención de todos los comensales, quienes, por unos momentos se olvidaron de masticar y beber, proliferando así multitud de manchurrones y churretes en las inmaculadas vestimentas de alta costura, mientras que yo, comprensivo, alzaba levemente la mano en señal de saludo cortés y para que no se sintieran tan ridículos como eran en mi presencia.
  El personal del local dejó inmediata e inconscientemente de atender a los demás mientras en sus rostros se mezclaban la fascinación y la penurria, ya que sabían con seguridad que de mi mesa se ocuparían personalmente el chef y el dueño del local. Por ello les regalé también mi famoso saludo consistente en una leve inclinación de cabeza hacia arriba, es decir, como la primera mitad de un asentimiento leve, como si la barbilla, tímida pero segura se alzara hacia el frente mientras que suavemente llevado por la inercia de una encantadora voluntad, mentón y labio inferior se arrugaran mínima pero seguramente, es decir, con seguridad, en un deslumbrante fulgor de ojos. Y allí estaba ella, embobada en mi pasear, a punto de dejar resbalar un hilillo de su Martini por la comisura de la boca hacia el escote primorosamente medido de su vestido negro. Se le notaba a la legua que estaba resignada a estar sola y que se había arreglado por carácter más que por esperanza.
  Paré suavemente en seco, agaché ligeramente la cabeza hacia un lado, fijé mi mirada en ella, acérqueme, alárguele la mano, cogiómela suavemente, esa mano, y sin necesidad de palabras otórguele el don máximo de cenar conmigo.
  Ella toda exudaba deseo desde el primer momento y yo retardé sabiamente el momento de ofrecerle acompañarla a casa, como debe ser. Mientras masticaba suavemente la carne mechá siempre a un tris de que se viera algo o no le otorgaba medias sonrisas y movía despaciosamente el tenedor desde la boca al plato mirándola con la más absoluta de las comprensiones y el más seguro de los otorgamientos. Así la dejaba saber que la haría satisfacer de placer en el momento que ella quisiera, que no debía tener prisa. Que podía sentirse tranquila y segura y que su marido era un pobre infeliz que no sabía apreciar lo que tenía.
  Por eso no llego a entender la ostia que me dio cuando, ya en el coche, y acariciándole dadivosamente la rodilla le dije que no tendría que agradecerme aquella noche que pasaría gritando de placer en mi chalé de la playa en una urbanización perfecta de chaleres de la playa. Y que no se sintiera violenta porque nadie la oiría.
  Me desconcertó más que me dolió aquel tamaño leñazo por lo repentino e inesperado. Luego además, sopesándolo lo consideré totalmente injusto.



  Sé que son legión las niñas, damiselas y señoras que suspiran contemplando mis fotografías y sé que decoro más de un dormitorio siendo secretamente deseado. Soy la perfección absoluta, por eso te decía que no logro comprender que esté aún sin pareja, es decir, desemparejado.


  Ambas estaban paradas en la acera, junto a la entrada de una cafetería que comenzaba a quedarse desierta. La carta pasaba de una a otra mientras miraban a uno y otro lado buscando al autor de la misma. No había ni una dirección, ni un número de teléfono. Ni una dirección de correo electrónico siquiera. Y era una lástima, porque merecía la pena conocer a un payaso de tal envergadura. Las dos tiraron la carta al suelo y ésta se levanto con una ráfaga de aire que pasaba por allí. Salieron andando acompañadas por el contoneo de sus vaqueros y el sonido del taconear de sus botas. Ninguna de las dos vio al fabuloso hombre que, desde dentro del cristal donde se alojaba el cartel de la película de estreno, las llamaba dando suaves golpes con los nudillos, así que él, mirando de perfil, dejando caer su flequillo sobre la frente y acolchando su voz dentro del cuello de cisne, volvió a su pose de reclamo de sueños.

  Al menos no la han roto, espero que el viento la lleve a un lugar mejor, se dijo.

Sunday, May 04, 2014

Regalo para el día de la madre.



   El proyecto seguía en marcha y poco a poco, muy despacio, los planes se iban cumpliendo según lo previsto. Abajo, en la tierra, pocos lo entendían y se obstinaban, los más, en verlo todo oscuro y sin sentido, porque son muchos los signos de desesperanza.
  El buen Dios, sin embargo, seguía regalando vidas para que todos pudieran llegar a ser. Para que cada ser humano consiguiera almacenar toda una vida que le permitiera regresar a casa hecha toda una mujer, hecho todo un hombre.
  Es necesario nacer para poder luego nacer de nuevo. La vida, esa eternidad regalada por Dios, comienza con la primera de todas nuestras deudas y nos deja algo que todos los humanos compartimos, porque nadie hay sobre la tierra sin ombligo. Porque todos somos pura deuda con la vida misma.
  Los que olvidan la deuda de amor a la que se deben, enlentecen los planes del de arriba, pero él no se cansa y sigue regalando vida a las vidas. Y estas vidas nuevas, si no fuera olvidado el regalo por las vidas que no son nuevas, no tendrían nada que temer.
  Una de esas viditas nuevas, que había oído algo de lo que por aquí abajo ocurre sí tenía miedo, y no se acababa de convencer de la necesidad del viaje. Así que se acercó a su Padre Bueno.
  El buen Dios sintió que le tiraban de su túnica y miró hacia abajo aunque sabía que era ella. Sabía que era la pequeña alma blanca a la que le tocaba nacer dentro de unas horas y sabía que estaba preocupada.
- Dime cariño. -le dijo Dios-.
- Ya me toca irme ¿verdad papá?
- Sí, ya te toca bombón.
- ¿Y es obligatorio papá?
- No, no es obligatorio, es algo más que eso, es imprescindible, mi niña.
- Papi, ¿es verdad que allá abajo existen personas que te hacen daño?
- Sí cariño, allá abajo existen personas que te hacen daño, son tus hermanos y hermanas, pero no siempre hacen lo que deben. Aún así, no te preocupes, pondré a tu lado a un ángel que te protegerá de lo malo del mundo con su presencia, sus enseñanzas y su compañía. Mírale a los ojos y pregúntale. El ángel te confortará.
- Y..... papi, ¿es verdad que allá donde voy existe el dolor y la tristeza, la soledad y el miedo?
- Sí, me pequeña, existe todo eso, pero también la luz y la esperanza, la felicidad, los colores y el amor. No temas, que pondré a tu lado un ángel que estará siempre en tu corazón y velará por ti y llorará y reirá contigo y para quien serás más importante que su propia vida. No temas, mírale a los ojos y abrázate a él cuando lo necesites.
- Mmm... ¿Y no podría quedarme aquí contigo papi? No entiendo para qué tengo que bajar... te echaré mucho de menos.
- Ya lo sé cosa bella, ya lo sé, pero no te preocupes, tienes que hacerte mayor y ser el dios pequeño que ya eres, a mi imagen y semejanza, y para eso hay que ir al cole, que está allá abajo... Pero no te preocupes, cuando más me eches en falta, pégate muy pegadito al ángel que pondré a tu lado, así, con la cara en su cuello, y háblale y óyele, el te protegerá hasta de sí mismo, hasta de ti misma si es necesario. Confía.
- Pero es que me han dicho que cuando se está allá abajo ocurren cosas que no se comprenden y que incluso los que te quieren te hacen daño y que hasta yo le haré daño a los que quiero... y también que muchas personas mueren de hambre y de soledad y que nadie hace nada por ellas porque se han olvidado de que todos somos lo mismo y de que eres quien eres y de que volveremos aquí luego... si es para volver, ¿no sería mejor quedarse aquí y no pasar por eso?
  El buen Dios le acarició la cabeza sonriendo y la miró hondo hondo.
-  Confía en mí y confía en mi ángel. Todo irá bien. A pesar de todo lo que veas y vivas todo irá bien. Confía.
  Bajando la cabeza la pequeña alma supo que no había nada que hacer, que estaba todo decidido, así que:
- Bueno papi, pues dime cómo se llama para poder encontrarlo cuando baje ¿no?.
- Ah, eso. Es importante el nombre, claro, grábatelo, porque te sentirás cerca de mí cuando lo pronuncies. Oirás que mucha gente lo llama de muchas otras formas y para muchas otras cosas, pero grábatelo porque va directamente de mi parte, tú, al ángel, lo llamarás mamá.

Saturday, February 15, 2014

El club del Evangelio. Homilías seglares. Por Rafa Alé J. Este libro, como comenzaba Cortázar, no es un libro. Es menos de medio libro. Lo demás es de Alfonso Francia SDB, de los animadores siglo XXI y del Espíritu. Perfectos. Ahí es nada. Como quien no quiere la cosa. Había grandes temas en los que Jesús no se paraba. Temas sobre los que pasaba como quien no quiere la cosa. Ahí es nada. Perfectos. Es de suponer que nos puso al Padre como meta de perfección, porque si se pone él igual nos da la risa. Pensemos, pensemos sobre esta irreverencia: Entre millones de judíos, escogió a doce que no eran nadie. De esos doce, el líder lo niega tres veces, Judas lo vende y los demás, menos Juan, el más joven (ojo con los jóvenes, que tienen mucho que decir y decimos que sólo hacen ruido) desaparecen en el peor momento. Juan y su madre, la de Jesús, claro. Si no llega a bajar el espíritu ya me diréis, ya. Pues eso, escoge mal, él mismo es un marginado, un inaceptado por los grandes. No busca trabajo, jamás se preocupa por el futuro propio y nunca, nunca entra en razón. Me imagino que si hubiésemos vivido en su época (y no nos escandalicemos, así somos y así nos ama) hubiéramos visto su quehacer como un despropósito y a él como a un loco fracasado. Ahí está la cruz como prueba si no. Menos mal que dejó la fe y el Espíritu y su Paz, porque de haber sido testigos de su vida en su tiempo, cualquiera sabe qué hubiera sido de mucho de nosotros, ¿o no? La resurrección ya fue menos de masas, más anuncio que otra cosa. Ahí sí que estuvo fino el Padre. Pues eso, una calamidad. Permítete la irreverencia y analízalo con los valores que tenemos hoy. Aquello fue poco rentable, efímero, acabó muy mal (¿Te has fijado que en todos sitios tenemos crucificados pero no resucitados? Es con lo que nos hemos quedado. El pobre Jesús qué éxito más chico para un milagro tan absolutamente esperanzador y grande) y lleva más de dos mil años funcionando sin que hayamos construido aún el Reino. A ver el balance. Se supone que lo sabía. Es más, se supone que eran los planes, y, aún así vino. El Padre perfecto lo envió y nosotros decimos que queremos ser como él. No todo está perdido. Ellos sabrán. Ellos saben, que estos de la Trinidad son como nadie. A poco que nos fiemos de ellos, el mundo, como balsa de aceite. Nos lo prometieron y así será. Sin absolutamente la menor duda. Nuestro destino, el de este planeta nuestro, el tuyo y el mío, el de los terroristas y el de los misioneros... es la perfección. Ahí es nada. ¿Receta para la perfección?: “Yo soy el camino”. Lo dejó bien claro. Jesucristo vino para que fuéramos como él, porque estamos llamados a ser como el Padre. Perfecto. Como Jesucristo, esto es, que si no somos inaceptados por este mundo, al menos, sí podríamos prestarle un poco de atención a lo inaceptado. A los inaceptados por nosotros. Cuidao. No trata esto de ser una exaltación de lo marginal. No porque una mayoría diga algo ese algo se convierte en una verdad, pero tampoco lo marginal, por marginal y por afán de modernidad tiene certificado de garantía. Pero podemos estar sobre aviso. A él se le rechazó radicalmente. Por principio. Los que tenían claro que se equivocaba lo tenían clarísimo. Para Jesús eran unos sorderas. Él lo decía: “Quien tenga oídos que oiga”. No nos dejó ninguna parábola del buen desorejado ni nada parecido. Pero ahí está. El mundo clama. “La era está pariendo un corazón”. Nuestros hermanos, esos a quien llamamos “la gente”, que viven dentro o fuera del redil, nos hablan, y nosotros, si hemos de ser perfectos, no podemos ser cristianos sin orejas. Es contradictorio, ¿o no? Para que fuéramos como él, hermanos y hermanas, vino. Es decir, para que fuéramos pastores. Y nosotros llevamos un par de milenios largos siendo tratados como ovejas, educando ovejas, catequizando ovejas. Siendo ovejas. Él la vid y nosotros los sarmientos, no las uvas. No sé si me explico. Tenemos que poner oídos para el Evangelio. Ser Cristo es perdonar, aceptar, oír al menos. Que algo nos parezca mal y lo perdonemos no significa que lo demos por bueno. Significa que amamos a nuestro hermano, a nuestra hermana, por encima de su pecado. A la adúltera no la felicitó, no le dijo eso de “haces bien, cariño, tú a lo tuyo y no le eches cuenta a nadie. Mientras vivas sano y te diviertas...” No condenar es muy distinto a justificar. Jesucristo amó a todos. Al fariseo, al romano, a la adúltera, al que lo vendió y a los que lo mataron... (al guey y a la lesbiana... de eso no sabemos pero lo podemos imaginar). A nadie le dijo que sí, que siguiera en lo suyo, que un poco más apretada la corona, que dolía poco... Pero no dejó a nadie fuera. Ni a esos de la corona y los clavos. Precisamente a esos, a los más necesitados de médico, los llevó más adentro que a ninguno. ¿O no? No creo que sea posible que estos de la Trinidad puedan querernos a unos más que a otros... Quien tenga oídos oiga. Ya es hora de que vayamos acostumbrándonos a ser corresponsables del plan de salvación, porque es un plan de salvación no de condena. Ya es hora de que los parroquianos mantengamos las parroquias. Es tarea de todos. Que no somos ovejas, que somos los pastores, todos, y hasta que no nos convenzamos de eso, nadie soltará la cartera. Que los pastores compran el alimento para las ovejas, pero las ovejas no se ven en la obligación de nada. De balar si acaso. Por eso somos ambibalantes (Les Luthiers lo dicen) Lo que se necesita es lo que no se tiene. Es de cajón. A los fariseos, esa salvación que también era para ellos les sabía extraña, ajena. Los cristianos tenemos en el Evangelio muchas cosas que todavía no vemos como de nuestro mundo. No caigamos en lo que los fariseos cayeron. Si algo nos provoca rechazo, si alguien nos parece que está fuera, ¡ojo! ahí hay trabajo por hacer. No todo lo rechazado, por rechazado, se convierte en aceptable, pero todo lo rechazado es aprovechable por Dios, forma parte de la noticia. A la luz de Cristo este mundo se ve de manera nueva y maravillosa. La Iglesia de Roma debería patentar unas gafas que nos hicieran ver como Cristo veía. Sería la pera. Enciende tú la lámpara y ponle fe, mucha fe. Verás como todo se cumple. Sin la menor duda. Si hemos de ser perfectos, qué problema puede haber. Ahí es nada. Eres el perfecto hijo, la perfecta hija de un Dios Padre, de un Dios Madre perfecto, ¿qué más podemos querer, eh? 1. JESÚS SANA A UN PARALÍTICO DE SU PECADO Y DE SU ENFERMEDAD Mt 9,1; LC 5,17 [1].Tiempo después, Jesús volvió a Cafarnaún. Apenas corrió la noticia de que estaba en casa, [2].se reunió tanta gente que no quedaba sitio ni siquiera a la puerta. [3].Y mientras Jesús les anunciaba la Palabra, cuatro hombres le trajeron un paralítico que llevaban tendido en una camilla. [4].Como no podían acercarlo a Jesús a causa de la multitud, levantaron el techo donde él estaba y por el boquete bajaron al enfermo en su camilla. [5].Al ver la fe de aquella gente, Jesús dijo al paralítico: «Hijo, se te perdonan tus pecados.» [6].Estaban allí sentados algunos maestros de la Ley, y pensaron en su interior: [7].«¿Cómo puede decir eso? Realmente se burla de Dios. ¿Quién puede perdonar pecados, fuera de Dios?» [8].Pero Jesús supo en su espíritu lo que ellos estaban pensando, y les dijo: «¿Por qué piensan así? [9].¿Qué es más fácil decir a este paralítico: Se te perdonan tus pecados, o decir: Levántate, toma tu camilla y anda? [10].Pues ahora ustedes sabrán que el Hijo del Hombre tiene en la tierra poder para perdonar pecados.» [11].Y dijo al paralítico: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa.» El hombre se levantó, y ante los ojos de toda la gente, cargó con su camilla y se fue. [12].La gente quedó asombrada, y todos glorificaban a Dios diciendo: «Nunca hemos visto nada parecido.» Fíjate, se había corrido la voz, nos cuentan. Y se reunió tanta gente que no se cabía. Estaban sedientos de Jesús. Qué alegría. Como seguimos sedientos aún sedientos de él. Bajo su nombre, se convocan multitudes de millones de personas en el mundo. El Pueblo de Dios, nos decimos. Ese pueblo, en el texto, no se comporta como comunidad. Porque ser multitud es algo distinto. Jesús convocaba y convoca enormemente, pero ni se acaban de enterar ni acabamos de enterarnos. El Evangelio lo dice: “Corrió la voz.” ¿Cuánto trabajo pendiente nos queda a los cristianos en esto, verdad? Deberíamos ir por la calle a gritos y saltando de alegría, y, sin embargo, a Dios, qué callado nos lo tenemos. Nos andamos con ojo para pronunciarte, Señor, no sea que en casa se rebelen, en los colegios nos acusen o en el trabajo se rían. Y mira que nos lo dejaste claro: que fuéramos por el mundo anunciando el amor. No nos callemos. ¡Hombres, mujeres, niños! ¡No nos callemos! A boca llena: ¡Judíos, Israel, palestinos, papá, mamá, nene, oye tú; que Jesús está aquí en esta casa predicando una noticia nueva y que el mundo nuevo es posible! ¡Échate en tu camilla si quieres, que nosotros te llevamos! De acuerdo. No es fácil de aplicar. Orejas para oír y capacidad para aprender doctrina sí nos sobran. Se nos llena la boca incluso hablando de todo eso de ayudar a los necesitados y ponemos los ojillos en blanco cuando oímos el “amaos los unos a los otros”. Y después tropezamos en la primera piedra que aparezca en el camino, porque lo tenemos aprendido, tú, pero no vivido. Repasemos: Llegan cuatro con un paralítico en una camilla. Vaya esfuerzo que habrían hecho para llevarlo hasta allí. Esos cuatro no habían escuchado al maestro y ya estaban poniendo en práctica el mensaje, que Jesús no vino a pedir imposibles. Y además tenían una confianza ciega. Vaya fe. Aunque igual se les tambaleó esa fe cuando llegaron donde estábamos los que seguimos a Jesús, incluidos los discípulos, claro. No es que no le echasen una mano, es que ni siquiera los dejaban pasar. Imaginemos la escena: Cuatro entregados camilleros con un ser querido sostenido a pulso, agarrados a la esperanza última de un profeta loco que andaba por ahí diciendo cosas nuevas y haciendo milagros. Y nos salta la paradoja. Los que estaban oyendo ese mensaje nuevo de amor, que deberían haber saltado de sus sitios para ayudarlos a llegar a Jesús, o haber llamado al maestro, o haber abierto paso (intenta llegar a la imagen santa de alguna romería multitudinaria, verás lo que digo) o, al menos, haber dicho - esperad hermanos, que os hacemos sitio. Pero no. Se convierten en un muro infranqueable. Bueno, ya lo dice el Evangelio: Allí había un gentío. Y gentío no es familia, no es comunidad, no es Iglesia. ¿Somos acaso un gentío que mira a Jesús, con amor y respeto, pero que no abre los ojos y no ve las camillas que se acercan? Lo mínimo exigible sería no estorbar a quienes quieren acercarse. Los de la Iglesia, todos nosotros, deberíamos colocarnos par oír a Jesús mirando hacia fuera, con él en el centro, por si alguien viene. Por si alguien lo necesita. Aún así, a los cuatro camilleros no les importó. La fe mueve montañas, así que mucho más fácilmente puede mover tejados y allí tenía aquel impedido, póngase en duda acaso, a algunos que lo amaban. Hasta sin oír a Jesús lo tenemos dentro cuando actuamos por amor. Allá llegó aquel paralítico bajando de los cielos, asustado, seguro, (quiyo quiyo cuidao cuidao) descolgándose desde arriba hasta caer frente al Maestro, que, para qué negarlo, sale, como casi siempre, por peteneras. Vamos a pedirle pan y nos da una receta de cocina. Es lo que hace casi siempre. Bueno, pues eso, Jesús va y le perdona los pecados, ea, ¿a andar de nuevo? Menos mal que estaban por allí los siempre presentes fariseos y escribas para poner las cosas en su sitio: ¡Infamia, blasfemo! ¡Quién se ha creído este que es! Tampoco se le ocurre a ninguno acercarse al de la camilla (el único que no dice nada) a ver cómo se encuentra, qué tal está, a recomendarle, al menos, a su propio médico. Qué va, qué va. Indignación suma. Hubiera estado bien que alguno de esos doctores de la ley dejase una explicación convincente de a ver por qué era tan grave aquello de perdonar. Cuántos escandalizados en nuestra Iglesia por cosas que ¡cómo va a ser eso! Sin mirar si va a ser cosa de Dios y del corazón de sus hijos... Pues lo que decíamos, que eso, que menos mal que estaban allí los fariseos doctores y catedráticos de la ley, porque el impedido, lo que era enterarse, no se había enterado de nada y los del techo seguro que se miraban unos a otros: Bueno, qué, ¿anda o no anda? Afortunadísimamente, Jesús tuvo que explicarse para darles en cara a los fariseos y dijo aquello de Levántate y anda. Menos mal, diría el pobre hombre, que cogió y se fue, nos cuentan. Jesús empezó por el perdón de los pecados, claro hombre. Si lo que hay que hacer es solucionar los problemas fundamentales y luego catequizar todo lo que se quiera – dirían hoy muchos- pero Jesús, que no, que dale que te pego con la doctrina, con Dios, con las relaciones con el padre, tan insensible a los problemas de la gente él, ¿no? Menos mal que estamos aquí los de la Iglesia, menos mal que estaban allí los fariseos, dedicados todos a lo sacro, a catequizar en vez de ayudar, comprender, educar, promocionar... No estaría mal que los cristianos empezáramos así. Jesús empezó reconciliando y acabó curando. ¿Y cómo se quedarían los que llevaron al paralítico? ¿Aprenderían la lección o se quedarían también allí haciendo gentío e impidiendo el paso? ¿Y el curado? ¿Dónde iría y qué haría? El Evangelio dice que salió afuera y que el gentío, cada cual, alabó a Dios por la sorpresa, por el truco, por el chatatachán. Nada cuenta de si se le acercaron, de la reacción del enfermo... Lo había curado, sí, pero ¿de qué? Con el tiempo se nos olvida la camilla que nos llevaba a cuestas. ¿Cuánto trabajo se pierde de quienes ayudan a otros a salir de su camilla de la droga, la marginación, la pobreza? ¿Y los discípulos? ¿Seguimos dificultando la llegada a Cristo? Y es que hay que ver lo obligamos a hacer a algunos para encontrarlo. Zaqueo tiene que subirse al árbol, el ciego de Jericó tiene que desgañitarse gritando mientras que los que acompañan al maestro le ordenan silencio (¿Por qué?) como hacemos en la iglesia: - Niño, calla, no te rías, no sonrías, es la casa del Padre y estamos rezando... La hemorroisa (una mujer que no dejaba de sangrar) ha de abrirse paso entre la multitud, los camilleros han de subirse al tejado... (¿Cuántas ambulancias han de dar un rodeo o esperarse en Semana Santa porque estamos viendo al Señor y a su Madre?) ¿Y Jesús sigue fiándose de sus discípulos mientras seguimos encerrados en templos, sacristías, salones parroquiales, movimientos y grupos mientras los demás han de hacer esfuerzos sobrehumanos para acercarse? ¿Y quien valora la creatividad y la valentía de los que se acercan? Jesús supo romper el protocolo y el cordón policial de los suyos ante el ciego, ante Zaqueo, ante ante los camilleros... Con la jocosidad que aparece hoy en los telediarios que algún mandatario se salta el dicho protocolo y tiene la generosidad enorme de darle la mano a uno de sus súbditos y comparte unas risas con sus evangelistas de la prensa... Por Dios. Jesús juzgó ni a los que se atrevían a acercarse ni a los que estorbaban. Al menos los Evangelios no nos cuentan nada al respecto. ¿Qué pensaría? Al menos sí sería de esperar que los que buscan a los alejados y a los marginados no pasen a ser alejados y marginados por los de la iglesia (ni los de la iglesia de arriba ni los de la iglesia de abajo.) “Se marginan” llega a oírse alguna vez. ¿Seguro? Es cierto que no tenemos nada de lo que pensaba él de eso, pero cae por su propio peso, ¿o no cae? Pues eso hermanos: dámelo, pásalo, siéntese usted aquí mas cerca, nenes a misa a ser felices que Dios vino para nosotros. Venid, venid a mí los cansados y los afligidos, que mi gente está ahí para ayudaros. Por Dios.

Wednesday, January 22, 2014

Dedicado a https://twitter.com/Imantada_ Tiene que haber un olor que sea la resultante exacta de todas contingentes mezclas posibles que un grupo de adolescentes puede ocasionar. A ello habrá que añadirle las aportaciones de varios adultos, los materiales propios de un edificio de un par de décadas de antigüedad, la comida de llevar y traer y los materiales de una papelería. Ese es el olor exacto de los institutos de enseñanza media. Era el primer día de prácticas, y los pasillos estaban llenos mochilas colgadas de espaldas que se pasaban el día soñando con estar sobre el colchón y que cuando llegaba la noche hacían todo lo posible por retrasar hasta la madrugada la hora de dormir. Ella era rubia y delgada, con unos ojos claros que imitaban a las almendras y recta hacia el cielo como un árbol emprendiendo el vuelo. Se paró frente a una ventana para echarse una última mirada antes de entrar en la sala de profesores. Todo perfecto. Un toque en el flequillo, una mirada a las uñas. El collar de la suerte con sus perlas blancas relucientes. El pantalón en su sitio. Vámonos. Muchos sueños y temores la acompañaban, y deseos. Deseaba que los alumnos con los que tuviera trabajar no le presentasen problemas extraños y que los que fueran sus compañeros ocasionales fueran gente estupenda. También había especulado con encontrar allí al amor de su vida… Entro en la sala de profesores y dijo hola con la voz, la mano y la mirada… Nadie le prestó la más mínima atención. En segundos comenzó a sentirse nerviosa y perdida… Eternidad inesperada…¿Hola? Como era una mujer digna de atención, dos o tres pares de ojos se posaron sobre ella, brevemente para quedarse tras unos instantes de vacilación…Ah! Hola, tu debes ser… Sí, la de prácticas… Ah vale, la encargada de ti vendrá en unos momentos. Y una porra unos momentos, se habían ido todos a las clases hacía diez minutos cuando una diminuta imitación de vendedora de bolsos de mercadillo apareció por la puerta. Enorme chaleco de lana rojo, pantalón vaquero pitillo morado, botas de cuero marrón hediondo y machacado, bufanda o pañuelo por la liberación de Palestina ocupando el tercio superior… Iba a todo correr con una especie de zurrón al hombro y muchos papelajos y libros en el otro brazo. Abrió, cerró, soltó, anduvo, agachose, intentó hacerse algo con una mano en la melena rizada y caóticamente pintada de… de… pintada de algo que lucía sobre la cabeza. Y la vió. Se quedó como imantada, arrugó la nariz y le tendió la mano y la muñeca donde resplandecía una sarta de pulseras ordenadas según algún arcano valor sentimental. -Tú debes ser tú. - Bueno, sí supongo… - Ea, po vámonos. Llego tarde porque me he parado con la directora y el jefe de estudio para leerles las cuarenta. No se puede vivir al servicio del capital y del gobierno retrógrado y reaccionario que tenemos y decir que se educa a la juventud. Venga, que hoy les vas a poner un trozo de la vida del Che Guevara en versión original y que hagan luego un ensayo. - ¿En castellano? - No, ¿por qué? - Por que como es en Cuba… - No me seas imperialista, ya te veía yo a ti muy pija para esto… En inglés, versión original subtitulada en inglés. - Ah, vale. ... - Jelou piupils, jiar yu ar yor niu teacher in loo, jaja, onli for a fiu dais, cos chis duin his practis, her! Practis, jiar in aguar jaiscul. Ea, aquí te los dejo, luego vengo… que hay que levantar este país y estamos preparando un proyecto de multicomprensión intercultural antisexista aplicable a las nuevas tecnologías para la protección del femenino genérico en los morfemas flexivos de los idiomas distinguidores. Una pasada. Ni uno solo de los pasmarotes y pasmarotas que estaban sentados y sentadas, levantó ni una sola pestaña, y solo cuando ya llevaba un rato temblando y enredada entre cables y llaves, un alumno amable le preguntó si la ayudaba a instalar el proyector y a iniciar el ordenador. - Menos mal. Muchas gracias, cuál es tu nombre? - Chocho. - Eh? Perdón? - Si, chocho, todo el mundo me llama chocho, el hijodeputa de mi padre era muy aficionado a Roma y me puso Octavio, de Octavio ocho y de ocho chocho. - Ah, vale (Dios santo) pues gracias Chocho, eres un chico muy amable (será eso un oxímoron?)…Bien, valeee! Esto, holaaa! Palmadas, carraspeo, ejm ejm… Nada. Bueno, vamos a ver una peli y luego haremos un… Llaman a la puerta, la abren, es una chica morena y linda que asoma la cabecita. - Sí, adelante, pasa. - Que dice Jóse, el jefestudios, que ahora viene a echarte una mano, que vayas haciendo lo que te haya dicho la loba y que ahora viene. - ¿La loba? Sí se apellida así, es la única a la que no le tenemos que poner mote, aunque es más zorra que loba. - Oye! Como profa, profe, profe en prac… oye, no puedo permitirte que hables así… es igual… ya te has ido. Al fin pudo apagar la luz y comenzar a mirar a la pantalla que bajaba del techo. El sonido y la imagen era bueno, pero el acento cubano del inglés era espantoso. El alumnado seguía a lo suyo, vueltos para detrás, haciendo grupos y charlando. Para no echarse a llorar prestó atención a la película deseando que llegaran por fin los refuerzos. - All of us, the people of Cuba have to figth till death for freedoom and iguaddá, Eduaddo- decía uno vestido de verde y montado en un jeep. Cuando los ojos se le arrasaban en lágrimas hijas de la desesperación y de la risa nerviosa, una mano que no había visto se le posó en el hombro y le susurró al oído… Hola, soy Jóse. Ahh la voz, esa voz, ese olor… se volvió. ¡Y esos ojos! - Anda, ven afuera, sígueme (ese cu…) te pondré al día y nos organizamos, yo soy de hispánicas pero la loba no rige bien. Mírala ahí afuera peleando con su novia. La novia era una yupie despampanante que se apoyaba fumando lánguidamente en un Ranger Rover último modelo, mientras la loba aullaba no se qué gritos inaudibles por los cristales de la ventana. Anda vamos… Donde tú digas…

Sunday, April 03, 2011

Discurso excelso de lo der cole

La mayoría de quienes estamos aquí tenemos un recuerdo lejano de lo que supone estar en el colegio. Sí colegio, porque a esto nunca le llamamos instituto, el insti, que dicen los que tienen finde, salen con los coleguis y le llaman gordi a su pareja. Pues eso que os decía, para la mayor parte de nosotros la escalera de mármol de las ocho de la mañana queda muy lejos. Pero hay quienes seguimos dentro de las aulas y tenemos un sellito que nos dejaron hace ya 25 años. Como la evidencia os corrobora, no es que haya conseguido crecer mucho, pero la recordaba muy ancha y muy alta. Una cara de pirámide por donde arrastrar el sueño cada mañana antes de comenzar a oír el griterío de los primeros que estaban jugando en el patio. Nada más entrar en el pasillo la adrenalina saltaba y lo ponía a uno en estado de alarma. Si se oían unas llaves era Don Enrique, manos a la espalda, que se acercaba en busca de una víctima para seguir manteniendo su control ferreo sobre la ley y el orden.

- Ts Ts Ts, ven aquí, ven aquí, ven aquí…

- Mierda, pero si acabo de llegar…

- ¿Tú estabas ayer con pepito y Vicentito y el Benítez en las gradas?...

No era una manera extraña de empezar el día. El sentimiento era de control, pero ahora, con el tiempo, he caído en que había alguien importante, de quien dependía gran parte de mi vida por aquel entonces que sabía quienes éramos, cómo nos llamábamos nosotros, nuestros padres, madres, hermanos, tíos, tías, novios, novias… Nuestra vida era importante.

Con el castigo encima sin saber muy bien por qué, se entraba en clase ganseando con los colegas, buscando si estaba el compañero o la compañera que te gustaba y viendo llegar a los internos con esa carita de gusto que les ponía el exquisito café al bromuro del comedor. Hoy día trabajo con Julio Páez y ha conseguido hacerme entender por qué, de pronto, antes de la primera hora, se les crispaban los dedos sobre el papel y salían corriendo de clase… no les había dado tiempo de dar todo lo que llevaban dentro, porque se habían estado peleando por las duchas, don Marcial los había despertado por el altavoz con el “entre amigos” de Aute (al alba al alba) y cada ducha era para cuatro, pero solo había agua caliente para los dos primeros, póbrecitos míos.

Primera hora: Inglés. Por Dios. Students, listen, speak aloud and clear and everybody can hear. El mundo se ponía a cámara lenta y Don Marcial entraba pausado por la puerta. Mis párpados buscaban las rodillas con el peso de dos alas de avión mientras que con la mirada perdida oía de lejos eso de:

- Frontera border, vacío empty, casa house y luego me contaban en inglés algo sobre el triángulo de las bermudas.

Aquel aburrimiento se ha convertido en una magnífica lección de tranquilidad y orden. No había prisa, ni presión. Con su silenciosa manera de hacer el bien nos transmitió la coherencia de lo callado y de lo paciente.

Tras horas de tortura, for tomorrow, page 15… exercises 1, 2, 3… se oía la sirena, menos mal… en el tiempo se mezclan jefes de estudio y le tocaba darnos clase a Don Diego Cardenal, que era nuestro tutor. No llega. Yo soy el delegado, andamos por abril, llevamos meses de curso, me llego al despacho, llamo, ¿se puede Don Diego? ¿Y tú quien eres? Soy el delegado de su curso Don Diego… ah, claro claro, pues quítate las gafas… son graduadas y se oscurecen Don Diego… ah, claro claro, ¿qué pasa? Que tiene usted clase con nosotros, Don Diego, ah muy bien… ahora voy, que no armen jaleo y que no tenga que repetirlo (bis)… y al final no aparecía.

Pero no importaba porque después le tocaba al Martel. Aunque a él le daba muchísimo coraje que le dijéramos Martel contestaba aquello de “me llamo Rafael Romero Martel, mataor de novillos toros”. Recuerdo un día que estando ya en letras entró él y se sentó en la mesa del profesor. Nadie se atrevía a decirle nada, por supuesto. El pintó uno de aquellos 2 en los que se recreaba, un número E, logarimmo… y varias rarezas más entre el murmullo general. Cuando se volvió para mandarnos a callar se dio cuenta de que no éramos de los suyos, sino esa gente de letras, se sentó en la mesa, puso los pies sobre ella y brururururu… hasta que le pregunté que qué hacía… algo que ustedes los de letras puedan entender… polinizando… os nombré antes a un compañero de trabajo… aún les habla de don Rafael a nuestros alumnos, de su amor por la ciencia y lo exacto. De su respeto al rigor…

Recreo, por fin… a la peña a comprar el bocata de mortadela… antes de volver a enfrentarnos al sacarosa (Don Manuel Buenaventura: sea una bola shiquetita…) al Paco Pues, que hacía problemas de química con puesbotellas de puescasera y puesátomos de pueshidrógeno…) Andrés Barrios, qué guapo… o Jose Manuel, a quien cantábamos aquello de Gavilán o Paloma, porque, qué guapo también, se parecía a Pablo Abraira. Concha Ollero que era la envidia de los de inglés, Pepe el gitano, Pascual Bandrés, estoooo, los movimientos pottumo… ese sí que era guapo, ¿verdad? Mercedes, La Heidi o Loli Verdugo… y Pascual Méndez, que nos dejó a todos anonadados cuando nos dio su primera clase sustituyendo a Ignacio y nada más entrar nos hizo coger un folio y dijo escribid: la belleza. Escribir??? Eso qué esss??? Para qué vale??? Jolín si vale, hoy es mi vida y nadie sabría vivir sin la palabra.

Éramos importantes para mucha gente. Miles antes que nosotros y después que nosotros pasaron por las manos de quienes se dejaron la vida en el intento. Don Antonio Sousa nos enseñó lo que era ser un hombre de honor y un caballero, Don Ricardo y su amor a España… Parra aún corre por estos pasillos, Cantalapiedra me casó y bautizó con Antoñito Durán a mi hijo…

Era previsible que nombrara aquí a Don Bosco, a la mamá Margarita de las filminas de Don Eduardo Benot, a María Auxiliadora… pero bendita hora en que se les ocurrió que los Salesianos eran una idea buena y una idea posible. Dios trabajando en el mundo. Gracias a todos ellos, nosotros somos una promoción y somos gente que se quiere, de gente que se recuerda, que se alegra de verse; algunos de nosotros somos pareja, tenemos hijos que juegan juntos… hemos formado parte de la realidad del sueño de un cura italiano, saltimbanqui y titiritero, que sabía que ella, la que nos tiene una vez más, rendidos a sus plantas, lo ha hecho todo.

Monday, January 31, 2011

Túnez, Egipto, la democracia en la calle.Tabaco en la feria de abril. Protagonistas. Punto radio. 1 de febrero de 2011.

Es algo curioso lo que está ocurriendo últimamente, ¿no les parece? Primero fue Túnez, ahora Egipto… ojalá que todos los países no democráticos experimentaran el mismo fenómeno y todos tuvieran un final feliz. Es la mejor manera de tener un nuevo y prometedor principio. ¿Se imaginan? Cuba, China… Estados Unidos y Europa juntamente ayudando al resto del planeta a convertirse en democracias. Sería algo magnífico… La pena es que haya sociedades que tengan que dejarse vidas humanas en ello, qué contradicción, por ahí arriesgan la propia existencia para conseguir algo que les es precioso y aquí, que disponemos de democracia como si de aire se tratase, hay pueblos donde no se consiguen llenar las listas de algunos partidos. Extraño. ¿Qué nos ha pasado? ¿Al matrimonio de España con su democracia se les acabó el amor, como dice la copla? ¿No echan de menos ustedes aquellos tiempos de noviazgo donde la ilusión y las ganas estaban volcadas en las calles, en los pactos, en las tertulias de amigos y en las pandillas de estudiantes? Nos hemos dejado desilusionar. Es cierto que la situación es pocha, no se puede discutir, pero yo qué sé, comparémonos con Túnez, con Egipto… lo nuestro es un paraíso, si no hablamos ya de Cuba o China. Sí China, que será una gran potencia, pero sus ciudadanos son esclavos en su tierra y en el destierro. Somos españoles y sevillanos, por Dios, nos gusta ver a los toros ir de lejos al caballo y crecerse en el castigo. El martes pasado hablamos del PP y su “a por el cambio”, hoy podemos hablar de esa “fuerza de un gran país” que el SOE ha puesto en su respectiva convención. Echémonos a la calle aunque sea para festejar que no tenemos que echarnos a la calle. Ups, tengo que corregirme, sí que nos echan a la calle, en plena feria, para el cigarrito… ¿qué ocurrirá en el real?

Friday, January 28, 2011

Convención del PP, Partido Popular en Sevilla. Punto Radio, Protagonistas, martes 25 de enero de 2011.

 

Están diciendo de todo en todas partes sobre la convención del PP en Sevilla. Sí, esa reunión que han tenido este fin de semana Rajoy y su equipo en nuestra ciudad. Lo habrán oído seguro, que si son unos irreverentes por celebrar tanto cuando aún no tienen nada, que si en estos tiempos que corren (qué pereza ya con ese argumento, ¿verdad?) no pega que parezcan tan felices, que es una frivolidad… pero nosotros los sevillanos sabemos, seamos de una cuerda o de otra, que eso es sólo la superficie. Lo importante es que se han reunido en nuestra ciudad. Nosotros sabemos que es la mejor del mundo, claro, pero ¿por qué se han reunido aquí? Nosotros lo sabemos, los andaluces en general lo sabemos: porque somos poderosos; porque Andalucía pone y quita gobernantes. Si las ocho provincias andaluzas votaran unánimemente a alguien, probablemente, lo llevarían a Moncloa. Nadie nos lo cuenta tal cual y la verdad es que no sabría decirles la causa. Igual no les interesa que tomemos conciencia de nuestra fuerza… como si no tuviéramos la fuerza y la conciencia. Lo que pasa es que los andaluces y los sevillanos somos gente dosificada que miramos pasar a los demás mientras dejamos que el sol de la terraza brille en el cristal de los vasos. El PP ha sido bienvenido, el PSOE lleva más de dos décadas siendo invitado a dirigirnos. Ahora, todos nos tiran los tejos porque están viendo que no estamos conformes y que aquel eslogan que don Alfonso Guerra inventó para el 82 “Por el cambio” vuelve a hacerse oír por las calles. Ya nos haremos oír nosotros. Dijo Rajoy que tenemos hambre de urnas… es una forma de decirlo, pero sí es cierto que tenemos hambre de ideas, honradez, soluciones y gente cabal. Muchas veces me dejo llevar por la indignación y critico a quienes legítimamente ejercen la representación de quienes viven en Andalucía. No es una actitud muy democrática. Se llama enfado e impotencia, pero en el fondo respeto desde lo más profundo la decisión que la comunidad tomó. Ellos y ellas, quienes se dedican a la política también saben que ustedes mandan, por eso han venido, para ponerse de rodillas ante la soberanía y ofrecer sus servicios. Tenemos, porque ya huele a urnas, a los políticos a nuestros pies. Usemos nuestra espada y ordenémosles caballeros y caballeras a ver si de una vez por todas se dan cuenta de que a Sevilla, a Andalucía, a España, a cada hogar de este país se va a entregarse, y no a ver qué se llevan, porque, digan lo que digan cuando pierden, ningún voto es robado, sino entregado en el sagrado acto de la democracia.