Tuesday, December 29, 2009

Protagonistas Sevilla. Punto Radio. Martes 29.12.2009

Una de las dos posturas tiene que estar equivocada. Estos días hemos visto cómo una misma mujer intentaba, por segunda vez, abrazar al vicario de Cristo en la tierra. En esta segunda oportunidad, era placada un poco tarde por los servicios vaticanos de seguridad y se llevaba al Santo Padre al suelo. En la primera oportunidad, Benedicto XVI pasaba a su lado mirando con expresión extrañada y casi divertida mientras la neutralizaban. Se ha hablado de agujeros en la protección, pero el resultado ha sido que ella no consiguió lo que buscaba: un relativo éxito. Supongo que no volverá a ocurrir. Pero repito, y perdónenme que, una vez más, haya un tema que me aleja de nuestra patria sevillana; una de las dos posturas tiene que estar equivocada… ¿Se acuerdan del pasaje del ciego de Jericó? El evangelista nos cuenta que un ciego clamaba al borde del camino pidiéndole a Jesucristo que tuviera compasión. Los discípulos, como los guardaespaldas del Papa, intentaron que se callase y que se alejara, pero el propio Jesús, al oírlo, se acercó a él y le pregunto: “¿Qué quieres que haga por ti? Ya que la pregunta iba dirigida a un ciego, nos puede parecer un poco fuera de lugar, pero hasta ese punto respetaba Jesús y respeta Dios Padre las voluntades y los libres albedríos. El ciego obtuvo lo que buscaba y se fue a alabar a Dios. Seguro que la hija de Dios que ha sido placada no tiene nada que alabar. Doctores tiene la Iglesia y no soy quién para pretender saber más que ellos, pero mi razón, que es díscola e independiente me dice eso: que una de las dos posturas tiene que estar equivocada. Es cierto que no podemos pretender que cualquiera pueda acercarse al Papa cada vez que le venga en gana para lo que le venga en gana, faltaría más. Es cierto que en este mundo loco hay quien escoge la muerte y el atentado como defensa de las posturas más peregrinas (al mismo Jesús lo crucificaron, sin ir más lejos) y es cierto que las personalidades de este mundo deben ser protegidas del salvajismo. Pero no puedo acabar convenciéndome de lo contrario, y si intento imaginarme al Hijo de Dios en el lugar de nuestro Santo Padre, no se me viene a la mente otra posibilidad. Se me imagina, con la túnica que luego se rifarían los soldados romanos, sin báculo ni mitra, con la barba limpia, agachándose hacia la agresora, mirando con cariñosa censura y aprobación a los miembros de su escolta, levantándola del suelo y preguntándole eso de ¿qué quieres que haga por ti? Esa es mi idea, pero claro, tiene que estar equivocada.

Monday, December 28, 2009

Es que me he acordado de mi abuelo.

05.10.2009

En defensa del pueblo gitano

Este es un magnífico testimonio de un gitano, Antonio Jiménez León, que en 1954, es decir, en el apogeo del régimen franquista, escribió replicando a uno de los periodistas más famosos, brillantes y reconocidos de la prensa española.

Nos complacemos en reproducirlo en homenaje a Antonio Jiménez León, que tuvo la fuerza y el valor de manifestarse tan brillantemente en defensa de nuestra comunidad. Testimonio que tiene el mérito añadido, tal y como nos confiesa su nieto Rafael, de haberlo escrito después de que “exterminaran a su familia, en defensa, no de la raza, sino de algo tan moderno como el artículo 14 de nuestra constitución”.

Juan de Dios Ramírez-Heredia

Carta abierta

Utrera, 24 de Agosto de 1954.

Sr. D. Manuel Sánchez del Arco.

Muy señor mío: Difícil va a serme lograr que usted me entienda; su superior conocimiento está muy por encima de mis pobres y deshilvanadas palabras; pero soy gitano y mi cultura rudimentaria no da de sí mejor elocuencia.
No obstante, haciendo alarde de un desmedido valor literario me atrevo, con todos los respetos que me merecen su preclaro talento y su moralidad sin mácula, a salirle al paso de unas acusaciones que lanza desde las columnas del periódico ABC de 22 de los corrientes, contra toda la raza gitana.

En dicho artículo, obra de arte del bien decir, pinta usted a los gitanos como sólo puede hacerlo un consumado maestro de la palabra. Estoy seguro de que si yo no fuera gitano, me pondría incondicionalmente de su lado; tan contundente y explícito se muestra en sus aseveraciones; pero, gracias a Dios, soy de esa raza, y, como es lógico, y natural, sería un traidor a ella si me pusiera de su parte; sería tan traidor a ella como esos gitanos criminales que asesinan sin ton ni son, como si gitanos no fueran.

Soy el primero en proclamar a todos los vientos que debe acabarse con el crimen; con todo lo denigrante, con todo lo calamitoso, con el delito, en fin; pero no soy consecuente con el exterminio  de toda una raza (poco menos pide en su artículo mencionado). En todas ellas existen buenos y malos. Y no porque Judas, Herodes, Nerón, Luis Candela, El Pernales, “El Cristo”, Juan Palomo, “El Viva”, El estrangulador de Londres, el asesino de las estanqueras de Sevilla, el de la ribera del Guadalquivir, muy reciente, y una interminable lista de delincuentes, no fueran gitanos, clamó nadie el exterminio o la deportación de toda la raza “gaché” ; tampoco lo era quien robó las joyas a la Virgen de los Reyes, ni quien ordenó el lanzamiento de la bomba atómica. En América, cuajada de gansters y criminales históricos, nunca gritó nadie el arrasamiento de tal o cual raza, sino contra los autores de estos hechos execrables.

Pero usted llega más lejos; usted quiere reunir a todos los gitanos y enviarlos a la india, pues de allí nos considera dependientes. Y entre tantos pobladores que tuvo nuestro suelo ¿saben muchos de dónde proceden?
Como digo antes, los hay malos, perversos, merecedores del exterminio… pero también trabajadores (aunque usted se ría), honrados, buenos, igual que el pobre sereno vilmente asesinado. Y estos no deben ser considerados como “plaga”; estos no deben ser eliminados a culatazos. Hay que distinguir entre ellos; hay que tener en cuenta que entre doce apóstoles hubo un traidor, y nadie gritó el exterminio de los doce.

Para terminar le diré que también hay gitanas que no son malas. Se da el caso curioso de que en esta raza (que tan detestable le es) no existió nunca entre sus mujeres una espina. Se da el caso curioso también (por tratarse de ellas) de que no abundan las adúlteras y hasta llega a producirse la paradoja de que muy pocas, me parece que ninguna, lleva un hijo al Hospicio o a Casa Cuna.

Existe, sí, como bien dice usted, “una cochambre calé”. Sin discusión alguna. Pero permítame que afirme, a mi vez, que existe otra “cochambre” que no lo es; y con las dos “cochambres” debe acabarse, pero no con las dos razas, pues de ello se encargarán, de no remediarlo Dios, las bombas atómicas.

Y nada más. Sólo añadir que el crimen es crimen sea de la raza que sea el criminal, y parece ser que usted no lo considera así cuando es gitano el matador; de otra manera, no se comprende que leyendo a diario crímenes y más crímenes de sujetos no “calés” , lance contra esta raza tan insultantes improperios.

Debió cerciorarse antes de la filiación y raza a que pertenecen todos los criminales que en el mundo han sido, y seguro que hubiese sacado la consecuencia de que de todo hay en la viña del Señor.

Atentamente, le saluda un gitano de Utrera.

Antonio Jiménez León.

Wednesday, December 23, 2009

Protagonistas Sevilla. Punto Radio. Martes 22 de diciembre de 2009

Aminatou ya está a salvo. Ya está en su casa y en su tierra. Está todo arreglado. Una simple señora de un simple territorio ocupado con el simple hecho de dejar de comer ha movido el mundo, y el mundo ha cambiado. Un gobierno totalitario ha apelado a los derechos tradicionalmente defendidos por Europa. Una Europa normalmente cauta y poco combativa ha hablado de tomar postura y ha amagado. Estados Unidos se ha dejado ver. Ella no ha cedido ni un milímetro en su lento suicidio en pos de la nada.

Hay muchas cosas bellas en todo esto. La belleza del sacrificio ilimitado por una idea a la que se le concede más importancia que a la propia vida. La belleza de gobiernos y gobernantes preocupándose por la vida individual de alguien que, tan sólo unas décadas antes habría sido eliminada con toda impunidad. La belleza de un sistema de gobierno monárquico que, en un mundo islámico aplastado por la imagen de la barbarie, confiesa actuar por razones humanitarias. La belleza de una familia que se reencuentra tras semanas de pánico.

Se podría decir que el mundo ha cambiado, pero no es cierto, el mundo no ha cambiado. Lo hemos cambiado nosotros. El simple análisis de la historia nos da la razón: los gobiernos, cuando no son del pueblo, son crueles. Somos los pueblos los que estamos cambiando el mundo. Los pueblos tenemos lo que nos une a todos los humanos, tenemos bondad y amor. Los pueblos nos estamos convirtiendo en la alternativa necesaria.

Todo lo que se ha hecho en el caso Aminatou se ha hecho pensando en la reacción de los votantes, y los votantes somos tú y yo, y los presidentes de gobierno y de repúblicas, los reyes y los desahuciados. Cuando reina la libertad y la democracia, los seres humanos ganan. Sé que se pueden hacer muchas críticas a muchas cosas, pero la Navidad está cerca y muchas familias de Utrera tenéis un trocito de vuestros corazones por aquellas tierras. No era momento de hacer política (si es que hay algo que no sea política). Hoy es momento de respirar de alivio y de soñar con que todas las vidas del planeta que peligren se encuentren el destino de Haidar. El destino de millones de voluntades decididas a apostar por la vida por encima de tierras y gobiernos. El destino que todos merecemos, porque, lo que es necesario es que no exista otra alternativa que defensa irrenunciable de lo justo. Y justo es que cualquier idea o terruño, que incluso siglos de historia nunca sean más valiosos, nunca, que la vida, que tu vida, que la vida, hoy comienza todo de nuevo, de Aminatou Haidar.

Tuesday, December 15, 2009

Protagonistas Sevilla. Punto Radio. Martes 15 de Diciembre de 2009

Puedo asegurarles que llevo tiempo intentando no entrar en el tema, pero como comprenderán, a estas alturas se hace imposible. La presión de los medios, la gravedad de la situación, lo imponen… Lo que ocurre es que no sé que puedo decirles que ustedes no hayan pensado o, en su defecto, oído ya acerca de la situación, causas, responsabilidades y soluciones de la huelga de hambre de Aminatou Haidar. Seguro que tienen una idea completa formada sobre el tema, y no soy nadie para interferir en ello, pero, ¿se les ha ocurrido pensar qué tendría que pasar para que se pusieran en huelga de hambre? ¿Qué debería ocurrir para que los sevillanos decidiéramos dejar de comer como recurso último de desesperación? Dejando a un lado hipotéticas tragedias familiares, ¿qué respuesta se nos ocurriría?

A la vista está que no dejaremos de alimentarnos por mucho presupuesto que se pierda en nuestro mercasevilla, en cuba o en manos de quienes gestionan nuestro ayuntamiento, y que tampoco dejaremos languidecer nuestros cuerpos por el descenso a segunda de uno de nuestros equipos. No han metido mano a fondo, pero tampoco parece probable que nadie se declare en ayuno porque a Jesucristo nos lo descuelguen de las aulas, aunque esto, en Sevilla, precisamente en Sevilla, es algo difícil de afrontar con rigor, porque, en caso de que quisieran suprimir la Semana Santa, no quiero ni imaginarme lo que pasaría. Más que huelgas de hambre, a más de uno se lo comían, y dejémoslo ahí, porque la vida de Aminatou tampoco es cosa de broma.

¿Por Sevilla? ¿Se pondría alguien en huelga de hambre por Sevilla? ¿Seríamos capaces de dejarnos morir por amor a nuestra tierra y nuestra gente? No me atrevo a dar una respuesta. Hasta se me ponen los pelos de punta con sólo imaginarlo. Si por Aminatou hasta la Casa Blanca está atenta y trabajando… ¿pueden hacerse una idea de lo que sería en el mundo la noticia de que Sevilla, toda Sevilla, está en huelga de hambre porque no hay justicia ni libertad todavía?

Por ahora, supongo, habrá que conformarse con desear lo mejor para esa Señora y con ver cómo, aunque no sea por elección propia, a los que están sin trabajo, los dejan morir de desesperación sin que nadie se ponga en huelga de nada.

Thursday, December 10, 2009

Martes 8 de diciembre. Protagonistas Sevilla. Punto Radio

Todos los años por estas fechas suelo subir un ratito al cielo a charlar con la gente de allí. Esperan, sin confesarlo nunca, que les lleve las cosas típicas de la época. Después de los saludos y los parabienes, de los qué guapísima está tu mujer y cómo ha crecido tu hijo, todos los años comentamos cómo está la cosa por Sevilla. Tengo que deciros que allá arriba están loquitos con Sevilla. Bromean con eso de sacar las bandas de pasión antes del nacimiento, pero lo hacen por seguir la corriente. Esta vez le he preguntado a Jesús que qué piensa de eso de los crucifijos y me sorprendió su respuesta. Me dijo que no acaba de entender a los humanos, que hace más de dos mil años que bajó y que sigue naciendo y muriendo cada día y cada año para que consigamos estar de acuerdo y que no dejamos de buscar razones para enfrentarnos. Me dijo, y esto es lo que más me llama la atención, que a él, a sus padres y a su madre, les da igual que los crucifijos estén puestos o no. Que de hecho, resucitó para darnos el mensaje fundamental y que nos hemos quedado con su imagen más dolorida y sufriente. Llamaron a las demás divinidades que viven allá arriba y todas estuvieron de acuerdo en que lo suyo sería que, en una clase, cada cual pudiera poner un símbolo de su fe y que se contaran en qué creen y por qué. Que la idea siempre fue incluir a todo el mundo en la concordia de un planeta lleno de personas hermanas y no dejar fuera a todos para que la fe fuera una habitación con las paredes vacías. Se reía cuando bromeó con la idea de que le prohibiesen a la Coca Cola o a la Pepsi usar a Papá Noel para vender refrescos… Pero en la risa, yo le notaba una cierta tristeza, y si nos ponemos en su lugar no es difícil de entender. Lo que sabemos de él acá abajo es que se dejó la vida en proponernos caminos de entendimiento, que fue un contestatario que jamás le hizo daño a nadie ni obligó a nada, que predicó la igualdad, la injusticia del amor que perdona hasta lo imperdonable, que ni siquiera se rebeló contra quienes lo mataban… y seguimos usándolo para enfrentarnos entre los que podríamos vivir en absoluta tolerancia. Bajamos luego y nos dimos un paseo por Plaza Nueva, por Tetuán, por Sierpes… se le iban los ojos tras cada inmigrante, tras cada mendigo, tras la gente llena de compras… Antes de irse de nuevo, con su brazo sobre mi hombro, me aseguró que tarde o temprano veremos la verdad alumbrando las calles porque no hay ni unos ni otros; y nos daremos cuenta.

Tuesday, December 01, 2009

Protagonistas Sevilla. Punto Radio. Martes 1 de diciembre de 2009.

Entre hoy y el próximo martes, la máxima autoridad del Estado cumple 31 años. Es obligado felicitarla y hablar de ella. 31años no son muchos, es cierto, sobre todo en el mundo de los gobernantes, pero ella ha conseguido grandes cosas. Me doy cuenta, sobre todo, cuando me imagino que tuviera que contarles a mis abuelos las cosas que hoy día podemos hacer en España y algunas de las que yo hago. Estoy seguro de que no podrían dar crédito a mis palabras si les digo que puedo salir al aire de Sevilla con Punto Radio y hablar de política. Que no hay penas para quien opina o disiente, que todas las gentes de España (bueno, casi todos, porque el título segundo no casa bien con esto) que todos somos iguales ante la ley. Que no hay derechos por encima de los derechos de los que aquí vivimos (bueno, si quitamos que se reconocen derechos a las Comunidades Autónomas, que no son individuos, que somos los únicos y únicas que podemos tener derechos) y que vivas donde vivas eres igualmente libre (bueno, aunque en unos lugares tu voto pesa más que en otros y puedes o no puedes usar libremente la lengua que quieras). Pero hay que felicitarla, porque ha conseguido que, incluso si hay un gobernante (de los cientos que mantenemos) que confunde su voluntad con el bien común, el común de los ciudadanos podamos decirlo y decidir si sigue en su puesto o no. Hay que felicitarla porque siendo tan joven tiene la clara intención de oírnos a todos y permitirnos ir construyendo la España que nos guste poco a poco. Felicitarla porque es tan tolerante que permite incluso que la modifiquemos si acordamos mayoritariamente hacerlo.

Nuestra Constitución cumple 31 años y sigue, generosamente, ofreciendo sus servicios a la población de este país de turbulenta historia que se pelea cada vez con menos balas. A un pueblo lleno de pueblos que sigue dividido entre los unos y los otros pero decidió hace 31 hacerlo a través del diálogo, del gobierno y de la oposición. Le quedan muchas cosas por hacer, incluso le queda algún que otro paso por el taller, pero es una gran persona. Es la mejor autoridad que el Estado puede soñar. Es la expresión de una soberanía que lleva toda una historia existiendo y 31 años ejerciendo su voluntad de ser, en el futuro que ya está aquí, la voluntad del gran país que somos, del gran pueblo que somos. La voluntad de quienes por encima de cualquier cosa han decidido amar la vida y la libertad. Felicidades. A todas y a todos.

Tuesday, November 24, 2009

Punto Radio.Protagonistas Sevilla. Martes 24 de noviembre de 2009.

Creí que la charla política había terminado después de todo un fin de semana dedicado a ello, pero cuando he subido al AVE para volver a Sevilla, me he encontrado con compañeros y compañeras que también volvían a casa, a Sevilla.

Estamos cansados, pero se nos nota la satisfacción en las caras. Venimos de una fiesta enorme. De un acontecimiento que le devuelve el brillo al gran avance de la humanidad. Venimos de celebrar la democracia como ciudadanos. Desde el viernes hasta el domingo, hemos estado encerrados hablando y discutiendo sobre lo que los ciudadanos de este país quieren y necesitan. Hemos aprobado llevar a la política las opiniones de las personas de la calle que todos somos. Como ciudadanos, hemos decidido que si no hay otra manera de hacerse oír en política más que siendo de un partido político, pues seremos ciudadanos que crean un partido político para hacerse oír. No seremos eso que en la calle se llama “los políticos”, seremos la calle haciendo política y por eso hemos decidido poner en manos de la sociedad española la posibilidad de que le gritemos de una vez por todas a quienes gobiernan su pequeño país a expensas de todo un país que ya está bien, que todos somos partes iguales de un proyecto común. Seremos la calle ofreciéndole a la calle misma, la posibilidad de que a todos nos cueste igual el voto del partido al que votamos, por pequeño que sea ese partido. Hemos decidido ofrecerle a la calle, en las aceras y en los semáforos, bajo los árboles o asomados al balcón, la posibilidad de decir a boca llena a nuestros gobiernos que no queremos ser ciudadanos de un país que no defiende a los oprimidos de Cuba y a los masacrados del pueblo saharaui…

Sí, ya lo sé, somos una cosa rara. Un grupo, grande para ser grupo, pero tan pequeño aún que os estamos necesitando con los brazos abiertos, un grupo, decía, de mujeres y de hombres que se ha hartado de tragar lo intragable y que se ha echado a la calle a poner las cosas en su sitio, porque no hay enemistad entre partidos ni derecho histórico ni conveniencia o corrección política que estén por encima de su derecho (sí, del suyo, del de usted) a que, quienes usted vota, se dejen la piel si hace falta para que usted se hinche de orgullo cuando diga que a esa persona, “la he votado yo.”

Tuesday, November 10, 2009

Martes 10 de noviembre. Protagonistas Sevilla. Punto Radio.

A dentelladas secas y calientes. Me dan ganas de rebelarme, de pregonar revoluciones o golpes de Estado, de tirarme a la calle como un loco para llorar gritando contra la ley y el orden.

Nadie está por encima de la ley. Y usan esa frase hueca para dinamitar la ley de los corazones. No lo entiendo. No entiendo que la defensa de algo que emana del pueblo y se administra en nombre del Rey pueda acabar provocando que un niño lleve sobre sus hombros el peso del mundo.

¿Se pueden imaginar qué siente ese niño? ¿Nadie ha pensado lo que supone para cualquier persona pensar que toda su vida es la causa de su perdición? Pobre mío. Ha asegurado que no comerá tarta el día de su cumpleaños. Es capaz de hacer el mayor de los sacrificios para seguir con sus padres. Unos padres hundidos y desesperados. Imputados por un delito por hacer lo contrario a lo que se les imputa. La fiscalía les acusa de sustracción de un menor, cuando es la administración la que pretende sustraerlo. Ellos no están haciendo nada malo. Están siguiendo la ley natural del amor. Están protegiendo a su hijo, porque el lugar más protegido para un niño está junto al amor de sus padres.

Este no es un caso de maltrato ni de crueldad. En el peor de los supuestos es un caso de impotencia o de falta de recursos culturales. Por Dios. Toda España debería estar en las calles como han estado en las calles los que rezan por el Alakrana.

Pobre mío. Nadie ha pensado en las buenas maneras, en las palabras de aliento, en educar a los integrantes de un hogar sin destrozar ese hogar. El rodillo de las decisiones administrativas se ha puesto en marcha y está machacando el alma de la gente del pueblo.

Emana del pueblo y se administra en nombre del Rey. Si yo fuera el Rey, yo mismo, en nombre de mi pueblo, invitaría a esa familia a pasar un tiempo en mi casa, todos juntos, y hacer un simple cursillo de nutrición y psicología infantil. Y si yo fuera el Rey saldría gritando a la calle, a dentelladas secas y calientes, con el uniforme de humano puesto, para ordenar que jamás se aplique una ley dejando el corazón de lado. Y ayudaría a ese niño a llevar el peso del mundo.

Thursday, November 05, 2009

Seguid hambrientos. Seguid alocados. Steve Jobs. Tomado de la red. Agradecido al traductor.

Texto de la conferencia que dio Steve Jobs, Director Ejecutivo de Apple Computer y Pixar Animation Studios, el 12 de Junio de 2005 en la Ceremonia de Graduación —Commencement— de Stanford. Podéis leer aquí el original en inglés. E incluso escucharlo en versión original aquí. Una cosa más, hay un vídeo de los últimos 2 minutos y medio de la intervención en esta dirección. ¡Gracias, Nepro!

Tengo el honor de estar hoy aquí con vosotros en vuestra graduación en una de las mejores universidades del mundo. Nunca me gradué. A decir verdad, esto es lo más cerca que jamás he estado de una graduación universitaria. Hoy os quiero contar tres historias de mi vida. Nada especial. Sólo tres historias.

La primera historia versa sobre cómo se conectan los puntos.

Dejé Reed College después de los seis primeros meses, pero después seguí por allí por libre otros 18 meses, más o menos, antes de dejarlo de veras. Entonces, ¿por qué lo dejé?

Comenzó antes de que yo naciera. Mi madre biológica era una titulada universitaria joven y soltera, y decidió darme en adopción. Ella tenía muy claro que quienes me adoptaran tendrían que ser titulados universitarios, de modo que todo se preparó para que fuese adoptado al nacer por un abogado y su mujer. Solo que cuando aparecí decidieron en el último momento que lo que de verdad querían era una niña. Así que mis padres, que estaban en lista de espera, recibieron una llamada a media noche preguntando: “Tenemos un niño no esperado; ¿lo queréis?” “Por supuesto”, dijeron. Mi madre biológica se enteró de que mi madre no tenía titulación universitaria, y que mi padre ni siquiera había terminado el bachillerato, así que se negó a firmar los documentos de adopción. Sólo cedió, meses más tarde, cuando mis padres prometieron que algún día iría a la universidad.

Y 17 años más tarde realmente fui a la universidad. Pero de forma descuidada elegí una universidad que era casi tan cara como Stanford, y todos los ahorros de mis padres de clase trabajadora los estaba gastando en mi matrícula. Después de seis meses, no le veía propósito alguno. No tenía idea de qué quería hacer con mi vida, y menos aún de cómo la universidad me iba a ayudar a averiguarlo. Y me estaba gastando todos los ahorros que mis padres habían conseguido a lo largo de su vida. Así que decidí dejarlo, y confiar en que las cosas saldrían bien. En su momento me dio miedo, pero en retrospectiva fue una de las mejores decisiones que nunca haya tomado. En el momento en que lo dejé, ya no fui más a las clases obligatorias que no me interesaban, y comencé a meterme en las que parecían interesantes.

No era idílico. No tenía dormitorio, así que dormía en el suelo de las habitaciones de mis amigos, devolvía botellas de Coca Cola por los 5 céntimos del depósito para conseguir dinero para comer, y caminaba más de 10 Km los domingos por la noche para comer bien una vez por semana en el templo de los Hare Krishna. Me encantaba. Y muchas cosas con las que me fui topando al seguir mi curiosidad e intuición resultaron no tener precio más adelante.

Os daré un ejemplo: en aquella época el Reed College ofrecía la que quizá fuese la mejor formación en caligrafía del país. En todas partes del campus, todos los póster, todas las etiquetas de todos los cajones, estaban bellamente caligrafiadas a mano. Como ya no estaba matriculado y no tenía clases obligatorias, decidí atender al curso de caligrafía para aprender cómo se hacía. Aprendí cosas sobre el serif y tipografías sans serif, sobre los espacios variables entre combinaciones de letras, sobre qué hace realmente grande a una gran tipografía. Era sutilmente bello, histórica y artísticamente, de una forma que la ciencia no puede capturar, y lo encontré fascinante.

Nada de esto tenía ni la más mínima esperanza de aplicación práctica en mi vida. Pero diez años más tarde, cuando estábamos diseñando el primer ordenador Macintosh, volvió a mí. Y diseñamos el Mac con todo dentro. Fue el primer ordenador con tipografías bellas. Si nunca me hubiera dejado caer por aquél curso concreto en la universidad, el Mac jamás habría tenido múltiples tipografías, ni tipos con espaciado proporcional. Y como Windows no hizo más que copiar el Mac, es probable que ningún ordenador personal los tuviera. Si nunca hubiera decidido dejarlo, no habría entrado en esa clase de caligrafía, y los ordenadores personales no tendrían la maravillosa tipografía que poseen. Por supuesto que era imposible conectar los puntos mirando hacia el futuro cuando estaba en clase. Pero era muy, muy claro al mirar atrás diez años más tarde.

Otra vez: no se pueden conectar los puntos hacia adelante, sólo puedes hacerlo hacia atrás. Así que tenéis que confiar en que los puntos se conectarán alguna vez en el futuro. Tienes que confiar en algo — tu instinto, el destino, la vida, el karma, lo que sea. Esta forma de actuar nunca me ha dejado tirado, y ha marcado la diferencia en mi vida.


Mi segunda historia es sobre el amor y la pérdida.

Tuve suerte — supe pronto en mi vida qué era lo que más deseaba hacer. Woz y yo creamos Apple en la cochera de mis padres cuando tenía 20 años. Trabajamos mucho, y en diez años Apple creció de ser sólo nosotros dos a ser una compañía valorada en 2 mil millones de dólares y 4.000 empleados. Hacía justo un año que habíamos lanzado nuestra mejor creación — el Macintosh — un año antes, y hacía poco que había cumplido los 30. Y me despidieron. ¿Cómo te pueden echar de la empresa que tú has creado? Bueno, mientras Apple crecía contratamos a alguien que yo creía muy capacitado para llevar la compañía junto a mí, y durante el primer año, más o menos, las cosas fueron bien. Pero luego nuestra perspectiva del futuro comenzó a divergir, y finalmente nos apartamos completamente. Cuando eso pasó, nuestra Junta Directiva se puso de su parte. Así que a los 30 estaba fuera. Y de forma muy notoria. Lo que había sido el centro de toda mi vida adulta se había ido, y fue devastador.

Realmente no supe qué hacer durante algunos meses. Sentía que había dado de lado a la anterior generación de emprendedores - que había soltado el testigo en el momento en que me lo pasaban. Me reuní con David Packard [de Hewlett Packard] y Bob Noyce [inventor del circuito integrado, Intel], e intenté disculparme por haberla fastidiado tanto. Fue un fracaso muy notorio, e incluso pensé en huir del valle [Silicon Valley]. Pero algo comenzó a abrirse paso en mí — aún amaba lo que hacía. El resultado de los acontecimientos en Apple no había cambiado eso ni un ápice. Había sido rechazado, pero aún estaba enamorado. Así que decidí comenzar de nuevo.

No lo vi así entonces, pero resultó ser que el que me echaran de Apple fue lo mejor que jamás me pudo haber pasado. Había cambiado el peso del éxito por la ligereza de ser de nuevo un principiante, menos seguro de las cosas. Me liberó para entrar en uno de los periodos más creativos de mi vida.

Durante los siguientes cinco años, creé una empresa llamada NeXT, otra llamada Pixar, y me enamoré de una mujer asombrosa que se convertiría después en mi esposa. Pixar llegó a crear el primer largometraje animado por ordenador, Toy Story, y es ahora el estudio de animación más exitoso del mundo. En un notable giro de los acontecimientos, Apple compró NeXT, regresé a Apple, y la tecnología que desarrollamos en NeXT es el corazón del actual renacimiento de Apple. Y Laurene y yo tenemos una maravillosa familia.

Estoy bastante seguro de que nada de esto habría ocurrido si no me hubieran echado de Apple. Creo que fue una medicina horrible, pero supongo que el paciente la necesitaba. A veces, la vida te da en la cabeza con un ladrillo. No perdáis la fe. Estoy convencido de que la única cosa que me mantuvo en marcha fue mi amor por lo que hacía. Tenéis que encontrar qué es lo que amáis. Y esto vale tanto para vuestro trabajo como para vuestros amantes. El trabajo va a llenar gran parte de vuestra vida, y la única forma de estar realmente satisfecho es hacer lo que consideráis un trabajo genial. Y la única forma de tener un trabajo genial es amar lo que hacéis. Si aún no lo habéis encontrado, seguid buscando. No os conforméis. Como en todo lo que tiene que ver con el corazón, lo sabréis cuando lo hayáis encontrado. Y como en todas las relaciones geniales, las cosas mejoran y mejoran según pasan los años. Así que seguid buscando hasta que lo encontréis. No os conforméis.


Mi tercera historia es sobre la muerte.

Cuando tenía 17 años, leí una cita que decía algo como: “Si vives cada día como si fuera el último, algún día tendrás razón”. Me marcó, y desde entonces, durante los últimos 33 años, cada mañana me he mirado en el espejo y me he preguntado: “Si hoy fuese el último día de mi vida, ¿querría hacer lo que voy a hacer hoy?” Y si la respuesta era “No” durante demasiados días seguidos, sabía que necesitaba cambiar algo.

Recordar que voy a morir pronto es la herramienta más importante que haya encontrado para ayudarme a tomar las grandes decisiones de mi vida. Porque prácticamente todo — las expectativas de los demás, el orgullo, el miedo al ridículo o al fracaso — se desvanece frente a la muerte, dejando sólo lo que es verdaderamente importante. Recordar que vas a morir es la mejor forma que conozco de evitar la trampa de pensar que tienes algo que perder. Ya estás desnudo. No hay razón para no seguir al corazón.

Hace casi un año me diagnosticaron cáncer. Me hicieron un barrido a las 7:30 de la mañana, y mostraba claramente un tumor en el páncreas. Ni siquiera sabía qué era el páncreas. Los médicos me dijeron que era prácticamente seguro un tipo de cáncer incurable, y que mi esperanza de vida sería de tres a seis meses. Mi médico me aconsejó que me fuese a casa y dejara zanjados mis asuntos, forma médica de decir prepárate a morir. Significa intentar decirle a tus hijos todo lo que ibas a contarles en los próximos diez años en unos pocos meses. Significa asegurarte de que todo queda atado y bien atado, para que sea tan fácil como sea posible para tu familia. Significa decir adiós.

Viví todo un día con ese diagnóstico. Luego, a última hora de la tarde, me hicieron una biopsia, metiéndome un endoscopio por la garganta, a través del estómago y el duodeno, pincharon el páncreas con una aguja para obtener algunas células del tumor. Yo estaba sedado, pero mi esposa, que estaba allí, me dijo que cuando vieron las células al microscopio los médicos comenzaron a llorar porque resultó ser una forma muy rara de cáncer pancreático que se puede curar con cirugía. Me operaron, y ahora estoy bien.

Esto es lo más cerca que he estado de la muerte, y espero que sea lo más cerca que esté de ella durante algunas décadas más. Habiendo vivido esto, ahora os puedo decir esto con más certeza que cuando la muerte era un concepto útil, pero puramente intelectual:

Nadie quiere morir. Ni siquiera la gente que quiere ir al cielo quiere morir para llegar allí. Y sin embargo la muerte es el destino que todos compartimos. Nadie ha escapado de ella. Y así tiene que ser, porque la Muerte es posiblemente el mejor invento de la Vida. Es el agente de cambio de la Vida. Retira lo viejo para hacer sitio a lo nuevo. Ahora mismo lo nuevo sois vosotros, pero dentro de no demasiado tiempo, de forma gradual, os iréis convirtiendo en lo viejo, y seréis apartados. Siento ser tan dramático, pero es bastante cierto.

Vuestro tiempo es limitado, así que no lo gastéis viviendo la vida de otro. No os dejéis atrapar por el dogma — que es vivir según los resultados del pensamiento de otros. No dejéis que el ruido de las opiniones de los demás ahogue vuestra propia voz interior. Y lo más importante, tened el coraje de seguir a vuestro corazón y vuestra intuición. De algún modo ellos ya saben lo que tú realmente quieres ser. Todo lo demás es secundario.

Cuando era joven, había una publicación asombrosa llamada The Whole Earth Catalog [Catálogo de toda la Tierra], una de las biblias de mi generación. La creó un tipo llamado Stewart Brand no lejos de aquí, en Menlo Park, y la trajo a la vida con su toque poético. Eran los últimos años 60, antes de los ordenadores personales y la autoedición, así que se hacía con máquinas de escribir, tijeras, y cámaras Polaroid. Era como Google con tapas de cartulina, 35 años de que llegara Google: era idealista, y rebosaba de herramientas claras y grandes conceptos.

Stewart y su equipo sacaron varios números del The Whole Earth Catalog, y cuando llegó su momento, sacaron un último número. Fue a mediados de los 70, y yo tenía vuestra edad. En la contraportada de su último número había una fotografía de una carretera por el campo a primera hora de la mañana, la clase de carretera en la que podrías encontrarte haciendo autoestop si fueseis así de aventureros. Bajo ella estaban las palabras: “Sigue hambriento. Sigue alocado”. Era su último mensaje de despedida. Sigue hambriento. Sigue alocado. Y siempre he deseado eso para mí. Y ahora, cuando os graduáis para comenzar de nuevo, os deseo eso.

Seguid hambrientos. Seguid alocados.

Muchísimas gracias a todos.

Wednesday, November 04, 2009

Martes 3 de noviembre. Protagonistas Sevilla, Punto Radio. Con la voz de Carlota.

La tengo olvidada, es cierto, la tengo olvidada. Pero jamás me olvido de ella. Y le debo un homenaje. Vamos a entrar en noviembre y brilla aún limpia como una mirada limpia

Me da igual cantar en Sierpes que en la Plaza Nueva

pasear por esas callecitas tan estrechas…

La oímos hablar cada día, con rumor de río, de alcaldes y políticos, de corruptelas, atascos y obras; de sevillanos en paro, de sevillanas sin trabajo, de nombres conocidos por nuestras calles, de abuelos y abuelas que cuidan de nuestros hijos… y de nuestros destinos

Me senté en una plaza llena de colores

y aspiré el suave aroma que dejan las flores al amanecer

Pero, ahora que lo pienso, no es un olvido. Es el silencio de la presencia inmutable. Es el no hablar de la amada siempre presente, de la ciudad que te presta su suelo y su aire. Es el callar cómplice de la intimidad

Recorrer senderos por el parque de Maria Luisa

y tirar piropos que se eleven con la brisa

No tengo otra razón, pero oyendo la magia de esta voz se me hizo necesario hablarle un poco a Sevilla y dejar entre el paréntesis de este abril de otoño a los que nos gobiernan y a lo que nos desgobierna

Quiero ser un vagabundo más
tapado por estrellas que alumbren mi ciudad

Es la magia de ser los protagonistas de esta ciudad blanca y serena que jamás nos da la espalda. La magia de un azul nube que se resiste a irse como se resisten los sevillanos a bajar la vista y arrodillarse a la tristeza. Era sólo eso

Compartir en la noche un momento

compartir en silencio el deseo de vivir

Tuesday, October 27, 2009

Punto Radio. Protagonistas Sevilla. 27.octubre.2009

  No sé si me creerán, pero les aseguro que estaba acabando mi columna de esta semana sobre Sevilla, cuando oí el argumento con el que se descalificó a Rajoy tras el debate de presupuestos y supe que tenía que dedicarme a ello. Machista. Lo que dijo no tuvo validez por machista. Si socialista es el que favorece lo social, machista será el que favorece lo macho, digo yo. Y como vivimos en un país demediado, donde todo es conmigo o contra mí, pues favorecer lo macho es, por lo visto, perjudicar a la fémina. No entiendo nada. Hasta donde yo vi, las descalificaciones se basaban en conceptos económicos y políticos, jamás en conceptos sexistas. Pero hemos creado un nuevo satanismo. En las distintas épocas de la historia lo peor que se le podía decir a alguien ha ido cambiando. En Grecia se mandó morir a Sócrates, en Roma lo peor era ser traidor; en la Edad Media, bruja; con Franco, rojo, ateo o judeomasón… hoy día, machista es lo peor, y basta pronunciarlo para abatir a alguien. Así que para decir lo siguiente, me preparo a recibir la más infame de las sentencias, porque yo sí quiero ser machista por un momento, aunque no entienda bien qué sea ser machista tras lo de Rajoy.

  Y es que me muero si no digo que con toda esta discusión sobre el aborto, las píldoras y los consentimientos echo de menos dos cosas:

- Una: que al feto se le aplique el principio de la duda razonable y, así, no se condene a muerte a algo que ha sido reconocido ministerialmente como ser vivo. Deberían estar al quite los ecologistas.

- Dos: La palabra padre. Jamás la oigo. La fémina, es quien sufre el embarazo y el parto, pero el padre, yo al menos, quiero a mi hijo por encima de mi propia existencia. No sé qué haría si se me negara el derecho a defenderlo por encima de todo, sólo por no ser mujer. Pero claro, en la nueva religión de Estado, los machistas ni sabemos de economía ni formamos parte de la vida.

Tuesday, October 20, 2009

Martes 20-10-2009 Punto Radio, Protagonistas Sevilla

Esto no es propiamente hablar de Sevilla, pero puedo asegurarles que ocurrió ayer en el mismito centro de Sevilla. Verán:

Entré en una clase de tercero de la eso y me encontré con que habían clavado en el corcho una foto de nuestro presidente Rodríguez con el presidente Obama sentados en el despacho oval. Me pareció bien hasta que me di cuenta de que habían escrito encima del nuestro algo como “fijaos en la postura de ese maricón sin escrúpulos”. Pregunté y la autora del grafiti levantó la mano de inmediato. La usé para darles un discurso de doble vertiente:

Por un lado se trataba de corregir la expresión de un prejuicio tan antiguo como extendido que considera un insulto la designación de una orientación sexual legalmente reconocida al fin. Suelo contarles que a mi hijo de 7 años, cuando le explicamos algo del matrimonio nuestro, le decimos que cuando tenga novia o novio lo entenderá. Y que lo hacemos porque no tenemos la más mínima intención de haberlo traído a este mundo para destrozarle la vida por la simple razón de que, cuando el amor le pase por encima, la persona amada tenga nombre de hombre.

Por otro, y aunque no lo crean, tuve que hacer un esfuerzo ímprobo para transmitirles la idea de que el señor Rodríguez es el presidente electo de todos los españoles y que, siendo de su color político o no, no conseguiremos una España moderna hasta que no tengamos un sentimiento democrático y unitario de la dignidad de quienes nos representan. Hasta que no seamos conscientes de que tenemos que superar, de una vez ,esta guerra, fría como un plato de sopa, que continúa reptando entre nuestros pies.

Creo que aceptaron bien lo del insulto, pero me dio la impresión de que oyendo lo segundo, se reían de mí como de un pobre iluso.

Tuesday, October 13, 2009

Protagonistas Sevilla. Martes 13/10/2009

Hoy les tengo que pedir perdón por hablarles de Sevilla. Les puedo asegurar que no es esto lo que me apetece contarles, pero la verdad existe independientemente de nuestros deseos, ¿o no? Verán:

Desde no hace mucho tiempo, milito en un partido político al que me apunté con la intención de alejar de mí esa sensación de no hacer nada para arreglar esta política empantanada y absurda que nos asfixia.

Como siempre que se comienza algo, iba lleno de ilusiones y de fuerza. Es normal. Pero hoy estoy a punto de dejarlo. Estoy cansado. Muy cansado. Cansado hasta el hastío.

En Sevilla, el partido en cuestión ha expedientado de expulsión a una serie de militantes que, a mi juicio, han sido tratados con desconsideración e injusticia. Y han sido expedientados por unas acciones que los promotores de los expedientes realizan con naturalidad. Simplemente han sido los perdedores de una guerra cainita. Una más.

Bueno, pues ese partido ha celebrado la semana pasada elecciones a delegados para su primer congreso en Madrid. Una serie de ciudadanos han votado y otra serie de ciudadanos han sido elegidos. ¿Fácil verdad? Pues no. No es tan fácil. Los que no son expedientados se consideran perdedores ante los resultados obtenidos, porque los que simpatizan con los expedientados han obtenidos más votos, así que están pensando en impugnar las votaciones y supongo que no cejarán hasta que los resultados no sean de su agrado.

Y ustedes pensarán que qué puñetas les importa esto ¿verdad? Y con toda la razón. Pero quería contárselo a Sevilla para que Sevilla sepa que en las catacumbas que rezuman aguas del Guadalquivir se sigue luchando por la libertad de pensamiento, de asociación y de expresión. Para que Sevilla sepa que se siguen librando batallas subterráneas que luego saldrán a la arena política para cambiar el mundo o para seguir dejándolo como estaba. Quería contárselo a ustedes, para que si se cruzan por la calle con alguien que tenga ganas de trabajar por Sevilla puedan aconsejarle, si saben el truco, cómo meterse en política sin tener que ser ya, nunca más, ni víctima ni verdugo.

Tuesday, October 06, 2009

Protagonistas Sevilla Martes 06-10-2009

Ya saben que se lo puedo asegurar. Me había puesto mi sombrero, había cogido mi pipa, y estaba en la cafetería de mi amigo Oscar, sentado en medio de una preciosa tarde, preparando un artículo sobre los efectos olímpicos de la denegación a la villa de Madrid y sus repercusiones sevillanas. Pero Oscar comenzó a charlar conmigo y consiguió preocuparme, verán:

¿Se acuerdan de cuando tuvimos que estudiar la revolución francesa en el colegio? ¿Se acuerdan de esas imágenes de franceses y francesas alocados por las calles, tomando la Bastilla, vociferando y guillotinando gente en nombre de la liberté, la igualité y la fraternité? Pues Oscar, que es un verdadero dandy pijo y elegante, me recordó con su actitud a uno de aquellos descamisados que corrieron por las calles de París. Estaba enfadado, muy enfadado con la situación económica que nuestros gobiernos le están haciendo atravesar. Nuestros gobiernos, sí, porque, no lo olvidemos, cada españolito que viene al mundo está bajo tres administraciones que devoran y gestionan fondos públicos. La nacional, la autonómica y la local, cada una con todos sus sueldos y gastos. Oscar pregonaba una especie de revolución de los autónomos, que se han convertido en el tercer estado de nuestro país. Proponía que todos los autónomos dejaran de pagar impuestos hasta que no tuvieran los mismos derechos que el resto de los trabajadores que aún quedan. Es más, él sugería que hasta que no tuvieran los mismos derechos que los funcionarios.

En nuestra coyuntura moderna, la revolución, que es palabra muy cubana, parece quedar lejos de la realidad, pero ¿qué ocurriría? Es de suponer que sus manifestaciones serían disueltas por las fuerzas de orden público y que sus situaciones tributarias pasarían a impagos y apremios sin la mayor consideración histórica. ¿Se imaginan a todos los autónomos tomando la Torre del Oro y pidiendo un nuevo Estado? ¿Se imaginan a todos los parados por las calles gritando y guillotinando a los dirigentes con sus votos?

Yo, demócrata acérrimo, ya lo saben, le decía que la revolución no es necesaria porque la democracia es una revolución. Porque cada ciudadano tiene un arma llena de futuro que se llama voto. E intentaba darle ánimos. Pero él miraba sus facturas, pensaba en el IVA que viene, negaba con la cabeza baja y una sonrisa oscura… y no mostraba ningún signo de esperanza.

Sunday, October 04, 2009

Martes 29-09-2009

Esta vez no tengo que apelar a su buena fe. Al menos en parte, vamos a hablar de Sevilla. Es cierto que de Sevilla y provincia, pero tienen que reconocerme que es un esfuerzo de concreción por mi parte.

¿Vieron ustedes las fotos de nuestro vacío parlamento nacional la semana pasada? ¿Qué de cosas se sienten verdad? Por aquí abajo andamos o hartos de trabajar o buscando trabajo y ellos cobran entre 3.000 y 15.000 € sin asistir a sus puestos de trabajo… indignación, envidia… y comprensión. Vale, vale, ya sé que no es lo mismo que justificación, pero yo, lo entiendo, de verdad que lo entiendo.

Nos ponemos en su lugar: Tras años de reuniones y entrega al partido, consiguen que los pongan en una lista y se llenan de orgullo (porque es un orgullo representar a los conciudadanos, ojo) llegan a Madrid, o al parlamento autonómico de turno, en plenitud de ilusión y energía y muchos y muchas, supongo también, con la alegría de ganar mucho más de lo que ganaban, lo que no es ilícito. ¿Pero qué se encuentran una vez allí? Pues la más completa anulación de su individualidad. Pasan a ser sólo un dedo que aprieta el botón que toca apretar.

¿Saben ustedes que jamás ninguna de los millones de palabras vertidas en las tribunas sirvió para que un diputado cambiase de botón aunque cambiase de opinión? ¿Saben que jamás coinciden los votos de los diputados de la misma provincia porque lo que se vote interese o no a esa provincia, Sevilla en nuestro caso? Descubren que sus mentes y sus voluntades son inútiles allí. Hacen un esfuerzo de coherencia y desaparecen como individuos e individuas. Se ha dado el caso de que siendo católicos han tenido que votar sí a los matrimonios gays y que siendo gays han tenido que votar no. Tal como está la cosa, prescindir de ellos sería un verdadero ahorro. Cobraría solamente un diputado por partido y su dedo valdría x botones.

Podemos gritar pidiendo un nuevo sistema electoral y parlamentario, pero mientras, nos pasaría a cualquiera de nosotros, si nos pagasen entre 3.000 y 15.000 € por mover un dedo, ¿alguien movería algo más?

Martes 22-09-2009

Les aseguro que había comenzado a escribir sobre Sevilla, pero cuando lo hacía he escuchado algo que no he podido dejar pasar. Verán:

Por lo visto, la Junta de Andalucía ha detectado la necesidad de potenciar la carrera de medicina, pues no hay alumnos suficientes el futuro. Cuando lo oí me quedé extrañado.

¿De verdad que no saben por qué ha decaído? Deberían analizar por qué se ha despotenciado y, a lo mejor, se fijan en que un joven ser humano, acabada la selectividad, si tiene éxito, entra en una carrera que le ocupará entre seis años y una década; luego tendrá que poner otros cuantos años a la disposición de ese invento de control administrativo que se llama MIR, tras ello, y si sobrevive, trabajará tres años a destajo por una miseria, y, cuando acabe, ya en plena vida adulta, tendrá que comenzar a opositar o a buscar trabajo. Un trabajo que, las más de las veces consiste en enormes columnas de papeleo o en ver a no sé cuántos pacientes por minuto. Sin olvidar que, si no saca el MIR, prácticamente puede tirar la carrera a la basura.

¿De verdad que no son capaces de ver por qué se ha despotenciado? ¿No son capaces de ver que si son ellos los que manejan las vidas de la gente la gente pierde capacidad de iniciativa y de ilusión? Sí, ilusión, sé que es una palabra poco usada en política, pero o la salvamos de su patera o se morirá a la deriva. Me entristece mucho ver que nuestras administraciones ocupan cada resquicio de la vida. Para que una persona decida hacer el enorme esfuerzo de estudiar una carrera, y más la de medicina, tiene que poder emocionarse a los 18 años imaginando el maravilloso futuro que le espera. Si no se puede ver lleno de prestigio y de posición social y ganando dinero con brillantez, la sonrisa se le morirá en los labios y no se matriculará. Nuestros jóvenes están muy lejos de ser estúpidos.

Iba a hablar de Sevilla, pero ¿a que este es un tema importante? Ya saben, si les hacen una encuesta en la calle sobre el tema la clave es, como siempre, aire. Aire y libertad para los sueños.

Martes 15-09-2009

Les puedo asegurar que iba a hablar de un tema de Sevilla, pero hay algo que me preocupa. Verán:

Tengo una sobrina de doce años cuyos padres se han separado. Sé que la posibilidad de huir de un matrimonio infeliz es un gran avance de las sociedades modernas, pero como profesor me he preguntado a menudo por qué los niños y niñas cuyos padres se separan se suelen convertir en personas tristes e irritables, cuando, pensándolo bien, se supone que la situación emocional de la familia debería mejorar. Sus padres y madres han ejercido un derecho, además de que, estoy seguro, han decidido lo que creen sinceramente mejor para todos.

Aparte del cambio en la salud emocional de la pareja, sí es cierto que el proceso se convierte en una odisea judicial, burocrática y de horarios personales, sin contar que, en la mayoría de los casos, los recursos económicos de cada miembro de la familia se reducen a mucho menos de la mitad. Pero todo es por el bien de todos, no podemos olvidar eso.

Les puedo asegurar que iba a hablar de un tema de Sevilla, pero es que me preocupa esa cicatriz que se les queda en la mirada a quienes se ven abocados a dejar de decir mis padres para hablar de papá o mamá por separado y se convierten en intermediarios y en ataduras de una relación que deja de convivir pero que es inmortal. Me preocupan el llanto y el enfado que por todo y por nada se les viene al carácter para dar rienda suelta a la soledad. Me preocupa ese sentimiento que les hace pensar que su padre o su madre, o los dos, no los quieren lo suficiente para quererse entre ellos.

Las separaciones son un avance y un derecho, nadie está libre de que le ocurra y además nadie puede juzgar la vida de nadie, pero sería bello que ese contrato con cláusula de rescisión que es el matrimonio se convirtiera en un milagro eterno cuando se ejercen la maternidad y la paternidad.

Les ruego que perdonen este desatino. Les aseguro que la próxima vez hablaremos de Sevilla. Ah, y si creen en ello, y lo tienen a bien, recen por mi sobrina.

Martes 08-09-2009

Inaugurar la libertad.

La banderita republicana que ostentó Don Cayo Lara frente a su Majestad pudo parecer ofensiva, pero creo que fue un gran día para todos, porque fue un día de verdadera libertad. Su Majestad nos dio una lección, incluyendo a los legisladores, sobre el significado de la palabra democracia y sobre el significado de vivir en libertad. De hecho, el coordinador general de nuestra izquierda más fiel, fue a hablarle a su Jefe de Estado de cómo pretende acabar con él. Y el Rey, como Don Cayo, estuvo cordial y sincero.

En una época en la que la administración es omnipresente y tan pagada de sí misma que toma el papel de los padres respecto a sus hijos, el papel de los dueños de los bares en sus propios negocios o que decide en qué lengua se debe hablar se quiera o no, el jefe del Estado y el coordinador del menor partido de la oposición han dado un ejemplo sumo de verdadero talante democrático el uno y de convicciones el otro.

Y quería aplaudirles desde aquí. Porque evidentemente, ambos deben estar seguros de tener razón pero no la imponen. Porque uno recibe en casa a quien no lo quiere en esa casa y porque el otro acude a una casa que cree ocupada por un inquilino inconveniente. Porque ambos han demostrado ser hombres de libertad y de democracia y han probado que en este país nuestro puede dejar de haber bandos actuando en desbandada.

Lució Don Cayo Lara la bandera que él lleva en el alma en una época en que los que administran quieren prohibir que se luzcan hasta los símbolos de fe. Deberíamos hacer todos un esfuerzo por votar a quienes nos ayuden a ser sinceros y cordiales. Y cordial viene de corazón, no lo olvidemos. Yo, por mi parte, como cuando inauguramos la libertad por primera vez, hace ya tiempo, voto al Rey. Ojalá se presentara para presidente de la República.

Tuesday, March 03, 2009

Discurso de Barak Obama sobre el racismo traducido al español.

“Nosotros, el pueblo, para construir una nación más perfecta”

Hace doscientos veninte años, en un pórtico que aún se alza en la acera de enfrente, un grupo de hombres se organizó y con estas simples palabras, lanzó a América a un arriesgado experimento de democracia. Granjeros y catedráticos; hombres e estado y patriotas que habían viajado por un océano para escapar de la tiranía y la persecución finalmente hicieron real su declaración de independencia en una convención en Filadelfia que ocupó la primavera de 1787.

El documento que produjeron estaba firmado pero inacabado. Estaba manchado por el pecado original de esta nación: la esclavitud. Una cuestión que dividía a las colonias y que llevó a la convención a un estancamiento hasta que los fundadores eligieron permitir el tráfico de esclavos durante, al menos, veinte años más, y dejar su final resolución a las generaciones futuras.

Por supuesto, la respuesta a la cuestión de la esclavitud estaba implícita en nuestra Constitución – una Constitución que se funda en la igualdad de los ciudadanos ante la ley; una constitución que promete libertad y justicia a una unión que puede y debe ser perfeccionada a cada paso.

Pero unas palabras estampadas en un pergamino no bastarían para liberar a los esclavos de su cautiverio o darles a todos los hombres y mujeres de cualquier color o creencia la totalidad de sus derechos y deberes como ciudadanos de los EEUU. Se necesitarían americanos en generaciones sucesivas que tuvieran la voluntad de poner su grano de arena –con su grito y con su lucha, en calles y tribunales, con una guerra civil y con la desobediencia civil y siempre arriesgándolo todo- para extrechar el abismo entre el sueño de nuestros ideales y la realidad de su tiempo. Este fue uno de los grandes propósitos que nos señalamos al comienzo de esta campaña –continuar la larga marcha de aquellos que nos antecedieron. Una marcha hacia unos Estados Unidos de América más justos, más igualitarios, más bondadosos y más prósperos. Yo elegí optar a la presidencia en este momento de la historia porque estoy profundamente convencido de que no podemos alcanzar los desafíos de nuestra época a no ser que lo hagamos juntos –a menos que perfeccionemos nuestra unión comprendiendo que podemos tener diferentes historias, pero que sostenemos las mismas esperanzas; que podemos no parecernos y venir de lugares distintos, pero que todos nosotros nos movemos en la misma dirección –hacia un mejor futuro para nuestros hijos y nuestros nietos. Esta creencia viene de mi invencible confianza en la decencia y en la generosidad del pueblo americano. Y también proviene de mi propia historia americana.

Yo soy el hijo de un keniata negro y una mujer blanca de Kansas. Me crié con la ayuda de un abuelo blanco que sobrevivió a la Gran Depresión para servir en el ejército de Patton durante la segunda guerra mundial, y una abuela blanca que trabajó en una cadena de montaje de bombas en Fort Leavenworth mientras su marido estaba más allá de los mares. He ido a alguno de los mejores colegios de América y he vivido en una de las naciones más pobres del mundo. Estoy casado con una mujer Americana negra que lleva consigo la sangre de esclavos la sangre de los esclavistas –una herencia que pasa a nuestras dos preciosas hijas. Tengo hermanos, hermanas, sobrinas, sobrinos, tíos y primos de todas las razas y de todos los colores de piel diseminados por tres continentes y por todos los lugares posibles. Nunca podré olvidar que este país hizo posible mi historia. Una historia que no ha creado al candidato más convencional pero es una historia que ha grabado en mi código genético la idea de que esta nación es mucho más que la suma de sus partes, que lejos de ser muchos, somos realmente una sola cosa. A lo largo del primer año de esta campaña y contra todas las predicciones de los detractores, hemos visto lo muy hambriento que estaba el pueblo americano de este mensaje de unidad. A pesar de la tentación de ver mi candidatura bajo las simples lentes raciales, hemos vencido en Estados con algunas de las más señaladas mayorías blancas del país. En Carolina del Sur, donde aún ondean las banderas confederadas, hemos construido una poderosa coalición de afroamericanos y blancos. Esto no quiere decir que no se haya usado la raza en la campaña, incluso algunos comentaristas se han referido a mí como “demasiado negro” o “no suficientemente negro”. Vimos crecer la tensión racial y salir a la superficie durante la semana previa a las primarias de Carolina. La prensa ha mirado con lupa cada resultado en busca de la más mínima evidencia de polarización racial, no sólo en términos de blancos y negros, sino también de negros y mestizos. Y en las dos últimas semanas la discusión racial se ha tornado especialmente significativa.

En uno de los lados del espectro, hemos oído que de alguna forma, mi candidatura es una reafirmación de los liberales más abiertos para conseguir una fácil reconciliación racial. Por el otro lado, hemos oído a mi querido pastor el reverendo Jeremías Wright, usar un lenguaje incendiario para expresar las posturas que auguran un endurecimiento de la división racial y que ven peligrar la grandeza y la bondad de nuestra nación; que ven en la candidatura un daño tanto para blancos como para negros. Ya he condenado, en términos inequívocos, los argumentos del reverendo Wright que han causado tal controversia. Para algunos, aun quedan algunas cuestiones por resolver. Sabía yo que él era un ocasional y gran crítico de la política nacional e internacional de América? Por supuesto que sí. ¿Lo había oído hacer puntualizaciones que pudieran ser controvertidas cuando yo estaba en la iglesia? Sí. ¿Difería de él radicalmente en algunos de sus puntos de vista? Totalmente, como seguro que algunos de ustedes están en total desacuerdo con algunos de los puntos de vista de sus pastores, curas o rabinos.

Pero el tema que ha causado esta reciente tormenta no es sólo una simple controversia. No se trata sólo de un líder religioso esforzándose en hacer ver una injusticia. En vez de eso, se trata de una profunda distorsión de la visión de este país, una visión que ve el racismo blanco como algo endémico, y que antepone todo lo malo de América a todo lo bueno de América. Una visión que observa el conflicto en Oriente Medio como la consecuencia de las acciones de un aliado fiel como Israel en vez de cómo el efecto de las pervesas y llenas de odio ideologías radicales del Islam.

Como tales, los comentarios del reverendo Wright no sólo eran erróneos, sino divisores. Divisores en un momento en el que necesitamos la unidad, racistas en un momento en el que necesitamos unirnos para resolver una serie de monumentales problemas (dos guerras, la amenaza terrorista, la economía en declive, una crisis crónica en la asistencia sanitaria y un potencialmente devastador cambio climático) ;problemas que no son ni blancos ni negros, ni latinos ni asiáticos, sino problemas que nos atañen a todos. Dada mi historia, mis ideas políticas y mis valores e ideales, no hay duda de a quienes mis ataques y mis defensas les parecen insuficientes. ¿Por qué me asocié en un primer momento con el reverendo Wright?, podría preguntarse ¿Por qué no unirse a otra iglesia? Confieso que si todo lo que hubiera sabido del reverendo hubieran sido esos datos aislados de sus sermones que han repetido sin fin las televisiones, el You Tube o las caricaturas de la Trinity United Church of Christ, no hay duda de que la reacción habría sido distinta. Pero la verdad es que no es eso todo lo que sé de ese hombre. El hombre que conozco desde hace más de veinte años es un hombre que me ayudó a afianzar mi fe cristiana, un hombre que me habló sobre nuestra obligación de amarnos unos a otros, de cuidar a los enfermos y de socorrer a los necesitados. Es un hombre que sirvió a nuestro país como marine, que ha estudiado en alguna de las más afamadas universidades y seminarios del país y que por más de treinta años lideró una iglesia que sirve a la comunidad haciendo el trabajo de Dios en la tierra al construir casas para los sin techo, cuidar a los necesitados, proveer servicios de cuidados diarios, carcelarios y cuidar a enfermos de SIDA.

En mi primer libro, Como mi padre soñó, describo la experiencia de mi primer servicio en la Iglesia de la Trinidad:

“Las gentes comenzaban a gritar, a levantarse de sus asientos, a aplaudir y a llorar, un viento poderoso llevaba la voz del reverendo y se llenaba el salón y en aquella nota solitaria - ¡Esperanza! – yo oí algo más; a los pies de aquella cruz, en las miles de iglesias de la ciudad, imaginé las historias de la gente de color confundiéndose con las de David y Goliat, Moisés y el Faraón, los cristianos y los leones, los campos de huesos secos de Ezequiel. Esas historias de supervivencia, libertad y esperanza, se hicieron nuestra historia, mi historia; la sangre vertida es nuestra sangre, sus lágrimas nuestras lágrimas. Hasta esta negra Iglesia, en este día brillante, parece una nave llevando la historia de su gente a las generaciones futuras y a un mundo más ancho. Nuestros fracasos y triunfos son universales de nosotros la gente de color y de muchos más que la gente de color. En la crónica de nuestro viaje, las historias y canciones nos dan un significado y nos reclaman una memoria sobre la que no debemos avergonzarnos; memoria que todos deben estudiar y apreciar y con la que podemos empezar a reconstruir el mundo.”

Esa ha sido mi experiencia en la Trinidad. Como otras iglesias predominantemente negras a lo largo del país, la Trinidad engloba a la comunidad negra en su integridad –el médico y la asistenta social, el estudiante modélico y el antiguo ganster. Como otras iglesias negras, la de la Trinidad está llena de risas estridentes y de un humor, a veces, subido de tono; llenas de bailes, aplausos, voces y gritos que pueden parecer extraños a un oído poco habituado. La iglesia contiene plenamente lo amable y lo cruel, la inteligencia más aguda y la más asombrosa ignorancia, los fracasos y los éxitos, el amor y el sí, la amargura y los perjuicios que surgieron de la experiencia negra en América.

Esto a lo mejor ayuda a explicar mi relación con el reverendo Wright. Con todos sus defectos y virtudes ha sido como de mi familia. Fortaleció mi fe, ofició mi boda y bautizó a mis hijos. Ni una sola vez en nuestras charlas le oí hablar de ningún grupo racial en términos peyorativos, ni hablar de los blancos con quienes trató con otra cosa que cortesía y respeto. Lleva dentro de sí las contradicciones –las buenas y las malas- de la comunidad a la que ha servido diligentemente durante tantos años.

No puedo repudiarlo sin repudiar a la comunidad negra. No puedo desautorizarlo a él más de lo que puedo hacerlo con mi abuela, una mujer que me ayudó a crecer, una mujer que sacrificó una y otra vez por mí, una mujer que me quiso más que a nada en el mundo, pero una mujer que confesó una vez sentir miedo de los hombres negros que pasaban por la calle y que más de una vez se hizo eco de algunos prejuicios racistas que me pusieron los pelos de punta.

Estas gentes son parte de mí. Y son parte de América, que es la tierra que amo. Alguien puede ver esto como un discurso que sólo pretende justificar y excusar comentarios que son simplemente injustificables e inexcusables. Os aseguro que no, y supongo que lo políticamente correcto oponerse a este episodio y limitarse a esperar que lo cubriese el polvo. Podemos rechazar al reverendo Wright por impertinente y por demagogo, justo como algunos lo han hecho con Geraldine Ferraro, en el análisis de sus recientes afirmaciones por abordar algunos prejuicios racistas muy arraigados.

Pero el racismo es un hecho que esta nación no puede permitirse ignorar justo ahora. Estaríamos cometiendo el mismo error que cometió el reverendo en sus sermones contra América por simplificar y estereotipar, amplificando así, los puntos más negativos y distorsionando la realidad.

El hecho es que los comentarios que se han hecho y los temas que han salido a la luz en las últimas semanas reflejan la complejidad del racismo en este país, a lo que nunca nos hemos enfrentado realmente tras esta unión nuestra que aún tenemos que perfeccionar. Y si ahora no damos la cara, si nos vamos a nuestro rincón, nunca seremos capaces de solucionar juntos los desafíos que son la salud pública, la educación o la necesidad de buenos puestos de trabajo para los americanos.

Comprender esta realidad requiere recordar cómo hemos llegado hasta aquí. Como William Faulkner escribió una vez, “el pasado no está muerto y enterrado, de hecho, ni tan siquiera es pasado.” No es necesario citar aquí la historia de las injusticias raciales ocurridas en nuestro país, pero sí necesitamos recordarnos a nosotros mismos que algunas de las desigualdades que aún hoy perviven para la comunidad afroamericana tienen su origen en una primera generación víctima de la brutalidad de Jim Crow y las leyes esclavistas. Las escuelas segregacionistas eran, y son, peores escuelas, y aún no hemos conseguido superar eso cincuenta años después del caso Brown contra la administración educativa y la inferior educación que ofrecían, entonces y ahora. Ello ayuda a entender la diferencia que persiste en los logros académicos de blancos y negros hoy día.

La discriminación legalizada, donde se usaba incluso la violencia para impedir a los negros la propiedad privada o no se concedían préstamos a los emprendedores afroamericanos para sus negocios o no teníamos acceso a las hipotecas preferentes, e éramos excluidos de los sindicatos, de las fuerzas policiales, de los cuerpos de bomberos… lo que implicaba que las familias negras no podían ahorrar y afianzar sus generaciones futuras. Este pasado ayuda a explicar algunas desigualdades presentes entre blancos y negros y la concentración de bolsas de pobreza que aún hoy perviven en pueblos y ciudades. Esa falta de oportunidades económicas para los hombres negros y la vergüenza y frustración por no poder mantener a sus familias contribuyó a la erosión de los hogares negros, un problema que las políticas de bienestar no han hecho sino empeorar. La ausencia de servicios básicos en tantos barrios negros (parques para niños, vigilancia pocilial, recogida de basura o las normativas de construcción de edificios) ha contribuido a crear un ciclo de violencia y desatención que nos asola como una plaga. Esta es la realidad en la que el reverendo Wright y otros afroamericanos de su generación crecieron. Se hicieron mayores en los últimos cincuenta y primeros sesenta, una época en la que la segregación era todavía la ley y nuestras oportunidades eran sistemáticamente constreñidas. Pero lo importante no es la cantidad de errores de la discriminación, sino más bien, cuántos hombres y mujeres se sobrepusieron a los obstáculos; cuantos fueron capaces de abrir caminos donde no los había para que los siguieran personas como yo.

Pero frente a todos los que hicieron su contribución al sueño americano con uñas y dientes hay otros muchos que no pudieron hacerlo, irremediablemente vencidos por la discriminación. Ese legado de derrota pasó a las generaciones siguientes (esos chicos jóvenes - y cada vez más chicas- que vemos languidecer en cárceles y esquinas sin esperanzas ni planes de futuro. Incluso para aquellos negros que lo consiguieron, las cuestiones raciales y racistas continúan definiendo su visión del mundo de manera fundamental. Para los hombres y mujeres de la generación del reverendo, los recuerdos de la humillación, la incertidumbre y el miedo aún no han desaparecido. No se han evaporado la ira y la amargura de aquellos años. Una ira que puede que no se muestre en público, frente a compañeros de trabajo o amigos blancos, pero que encuentra voz en el sillón del barbero o junto a la mesa de la cocina. A veces, esa ira es explotada por los políticos para acaparar votos o para disimular sus propios fallos… y, ocasionalmente, encuentra voz en un sermón de iglesia un domingo por la mañana, desde el púlpito y desde los bancos. El hecho de que mucha gente se sorprenda de oír ese enfado en alguno de los sermones del reverendo Wright simplemente nos hace recordar que los momentos de un mucho más obvio segregacionismo en la vida americana ocurren los domingos por la mañana. La ira no siempre es productiva, en realidad, lo más común es que distraigan la atención debida a la solución de los problemas reales. Nos impide afrontar claramente nuestra responsabilidad en nuestros problemas e imposibilita a la comunidad afroamericana sellar las alianzas necesarias para traer un verdadero cambio. Pero la ira es real, es potente y no es suficiente con obviarla o condenarla sin entender sus caminos para resolver los abismos y malentendidos que separan a las distintas razas. La verdad es que una ira similar existe en determinados segmentos de la comunidad blanca. La mayoría de las clases medias y trabajadoras de los americanos blancos no piensa que ellos hayan sido particularmente privilegiados por su raza. La suya es una experiencia de emigración y, hasta donde ellos pueden entender, nadie les ha regalado nada y han construido sus vidas con el sudor de su frente. Han trabajado duro cada día, muchas veces para ver desaparecer su puesto de trabajo o desaparecer su pensión tras toda una vida de trabajo. Están preocupados por su futuro y sienten que sus sueños se esfuman. En una era de sueldos congelados y de competencia global donde las oportunidades parecen reducirse a cero y los sueños de unos se cumplen a expensas de otros. Así, cuando se ven obligados a mandar a sus chicos en un autobús a una escuela de la otra punta de la ciudad, cuando oyen que un afroamericano tiene ventaja en encontrar un buen trabajo o en conseguir una plaza escolar por una injusticia que ellos nunca han cometido; cuando les dicen que su miedo a los criminales de los suburbios urbanos no son sino prejuicios, el resentimiento renace con fuerza. Como la ira de la comunidad negra, este resentimiento no siempre se expresa de forma pacífica. Pero ellos han ayudado a configurar el panorama político durante su generación. La ira sobre la sociedad del bienestar y sobre las acciones políticas ayudó a forjar la coalición de Reagan. Los políticos explotaban rutinariamente el miedo al crimen para sus propios fines electorales. Los medios conservadores construyeron carreras enteras enmascarando falsos principios racistas mientras disimulaban las legítimas discusiones de injusticia racial y desigualdades como meras correcciones políticas o como el reverso del racismo.

De la misma forma que la ira negra se ha mostrado improductiva, así estos resentimientos blancos han distraído la atención de la verdadera culpabilidad de la clase media, un conjunto de extendidos prejuicios culturales de cortas miras que han sido usado por grupos de presión que operan desde Washington para favorecer políticas económicas que priman los intereses de unos pocos sobre los de la mayoría. Por tanto, para conjurar el resentimiento de los americanos blancos y poder clasificarlos como equivocados o racistas no reconocemos que se basan en hechos legítimos. Esto agranda la división y bloquea el camino del entendimiento.

Y aquí es donde estamos justo ahora. Un punto muerto en el que llevamos años. Al contrario que las protestas de alguno de mis críticos, negros y blancos, nunca he sido tan ingenuo como para creer que podemos superar nuestras divisiones raciales en un solo ciclo electoral o con una sola candidatura, particularmente una candidatura tan imperfecta como la mía. Pero tengo una convicción incuestionable, una convicción nacida de mi fe en Dios y mi fe en el pueblo americano, que trabajando unido irá más allá de los prejuicios raciales que en realidad no hemos escogido y que no podemos sino superar si queremos continuar perfeccionando la senda de la unión.

Para la comunidad afroamericana, esta senda supone asumir la carga de nuestro pasado sin ser víctimas de él. Ello significa continuar insistiendo en la completa medida de la justicia en cada aspecto de la vida americana. Pero también significa olvidar nuestras quejas por más salud pública, por mejores escuelas, por mejores trabajos, a favor de las aspiraciones de la mayoría de los americanos (la mujer blanca que lucha por romper fronteras invisibles, el hombre blanco que ha sido despedido, el inmigrante que intenta mantener a su familia. Y ello significa tomar la plena responsabilidad de nuestras vidas, demandando más de nuestros padres y dando más a nuestros hijos, pasando más tiempo con ellos leyendo y enseñándoles que mientras que afronten los retos y las discriminaciones en sus propias vidas nunca deben sucumbir a la desesperación o el cinismo. Enseñándoles siempre a estar convencidos de que pueden escribir su propio destino.

Irónicamente esta noción esencialmente americana – y sí, conservadora – del hacerse a uno mismo fundamenta frecuentemente los sermones del reverendo Wright. Pero lo que le falta a mi pastor es la convicción de que para ello es imprescindible creer en que la sociedad puede cambiar.

El gran error del reverendo en sus sermones no es que hable del racismo en nuestra sociedad, sino que lo hace como si la sociedad fuera estática, como si nunca hubiera progresado, como si este país ( un país que ha hecho posible para cada uno de sus miembros llegar a la más alta posición del Estado y construir una coalición de blancos y negros, latinos y asiáticos, ricos y pobres, jóvenes y viejos) estuviese irrevocablemente basado en un pasado trágico. Pero por lo que sabemos y por lo que hemos visto, esta América puede cambiar. Esa es la verdadera genialidad de este país. Lo que ya hemos alcanzado no da la esperanza y la audacia de confiar en lo que podemos y debemos alcanzar mañana.

En la comunidad blanca, el camino para una más perfecta unión incluye el conocimiento de que lo que aqueja a la comunidad afroamericana no aqueja las mentes de la gente de color; de que el legado de la discriminación y otros incidentes de discriminación que aún perviven aunque en mucha menor medida que en el pasado, son reales y deben ser corregidos. No sólo con palabras sino con hechos como invertir en educación, formar comunidades, reforzar los derechos civiles y su protección legal y asegurar la justicia en nuestro sistema judicial; dándole a estas generaciones oportunidades que eran inviables para las generaciones anteriores. Ello supone que todos los americanos nos demos cuenta de que no hay por qué pensar que los sueños de unos deben cumplirse a costa de los sueños de los otros. Que la inversión en salud, bienestar y educación de niños negros, mestizos y blancos asegura la prosperidad de toda América.

Al final a lo que llamamos no es sino a lo que llaman todas las grandes religiones del mundo. Que hagamos con los demás lo que nos gustaría que hiciesen con nosotros mismos. Las escrituras lo dicen, que seamos los guardianes de nuestros hermanos. Dejad que seamos quienes cuidan a sus hermanos. Dejad que apostemos por algo que todos llevamos dentro y dejad que los políticos reflejen fielmente ese espíritu.

Hay una oportunidad para nosotros en este país. Podemos aceptar una política que alimente la división, el conflicto y el cinismo. Podemos enarbolar la raza como un espectáculo (como hicimos en el juicio de OJ) o como carne de tragedia (como hicimos en el análisis del Katrina) o como munición para las noticias de la noche. Podemos reproducir los sermones del reverendo Wright en cada canal cada día y hablar sobre ellos desde ahora hasta las elecciones y convertirlos en la única cuestión de esta campaña para ver si simpatizo o no con estas palabras ofensivas. Podemos abalanzarnos sobre alguna metedura de pata de algún seguidor de Hillary como evidencia de que ella está jugando la carta racial o podemos especular si los blancos siguen a John McCain en manada a pesar de sus políticas.

Podemos hacer eso.

Pero si lo hacemos, puedo aseguraros de que en la próxima elección, estaremos hablando sobre alguna otra cosa que no es fundamental. Y en la próxima otra vez. Y en la próxima otra vez. Y nada cambiará.

Es una opción. O, en este momento, en esta elección, podemos unirnos y decir que no esta vez. Que esta vez queremos hablar de las escuelas que se desmoronan y de las que dependen el futuro de los niños negros, blancos, asiáticos, hispanos… de los niños nacidos en América. Que esta vez queremos abandonar el cinismo que nos dice que estos niños no pueden aprender, que estos niños que no se parecen a nosotros no son sino otra generación con problemas. Esos no son los niños de América, son nuestros hijos y no los dejaremos caer con la economía del siglo XXI. No esta vez. Esta vez queremos hablar de cómo las líneas de política de emergencia se trazan por blancos, negros e hispanos que no tienen salud pública, que no tienen poder por sí mismos para ser de especial interés para Washinton, pero que pueden alzarse con él si lo hacemos juntos.

Esta vez queremos hablar sobre lo que una vez posibilitó una vida decente para cada hombre y mujer de todas las razas y hogares para todos los Americanos de todas las religiones y todas formas de vida. Esta vez queremos hablar sobre que el verdadero problema no es que alguien que no se parece a ti puede quitarte tu trabajo sino que la corporación para la que trabajas puede hacerlo desaparecer sólo por obtener un mayor beneficio.

Esta vez queremos hablar de los hombres y mujeres de todo color y credo que sirven juntos, que luchan juntos, que ofrecen juntos su sangre al la misma orgullosa bandera. Queremos hablar sobre cómo traerlos a casa desde una guerra que nunca debería haber sido autorizada, que nunca debería haber sido sufragada. Queremos hablar de cómo mostrar nuestro patriotismo cuidándolos a ellos y a sus familias y dándoles lo que se han ganado. No me presentaría a presidente si no creyera con todo mi corazón que esto es lo que quiere la inmensa mayoría de los americanos. Quizá no logremos nunca la perfecta unión, pero generación tras generación hemos demostrado que podemos mejorarla. Y hoy, cuando alguna vez dudo de esta posibilidad, la generación siguiente es lo que me llena de esperanza, la gente joven cuyas actitudes y creencias y apertura al cambio ya han hecho historia en este período electoral.

Hay una historia en particular que me gustaría dejaros hoy. Una historia que conté cuando tuve el gran honor de hablar en el cumpleaños del doctor King en su parroquia baptista de Ebezener, en Atlanta.

Había una joven blanca de veintitrés años llamada Ashley Baia que organizaba nuestra campaña en Florence, Carolina del Sur. Había estado trabajando para organizar a una comunidad mayoritariamente afroamericana desde el principio de la campaña y un día que estaba en una mesa redonda donde todos hablaban de sí mismos y de por qué estaban allí, ella contó que su madre enfermó de cáncer cuando ella tenía nueve años y que así perdieron su seguro médico. Cayeron en la bancarrota y ella decidió que tenía que hacer algo para ayudar a su madre. Sabía que uno de los mayores gastos lo suponía la comida, así que convenció a su madre de que lo que más le gustaba eran los sándwiches de mostaza, que era lo más barato que se le ocurrió. Hizo esto durante un año hasta que su madre mejoró, y le contó a todos los de la mesa que la razón por la que se unió a nuestra campaña fue que quería ayudar a los millones de chicos de este país que tenían que cuidar de sus padres.

Ashley podría haber hecho una elección diferente. Alguien podría haberle dicho que la causa de los problemas de su madre es el gasto médico de los negros que son demasiado flojos para trabajar. O de los hispanos que entran ilegalmente en el país. Pero no fue así. Ella buscó aliados en su lucha contra la injusticia. Al final, Ashley acabó su historia y rodeó la habitación preguntándole a la gente por qué apoyaba la campaña, encontrando infinidad de historias y razones. Muchos hasta dieron una razón concreta y hubo también un hombre negro ya mayor que había estado sentado en silencio quien, cuando Ashley le preguntó que por qué estaba allí no dio una razón concreta, no habló de asistencia médica o de economía, de educación o de guerra. Ni siquiera dijo que estaba allí por Barak Obama. Simplemente le dijo a todos:

- Estoy aquí por Ashley.

“Estoy aquí por Ashley”. Por sí mismo, ese momento singular de reconocimiento entre una joven blanca y un negro viejo no es suficiente para dar salud a los enfermos, trabajo a los parados o educación a nuestros niños. Pero es desde donde despegaremos. Es donde nuestra unión se hace más fuerte. Muchas generaciones han venido a ver tras doscientos veintiún años de historia , desde que una banda de patriotas firmó aquel documento en Philadelphia, que aquí es donde la perfección comienza.