Sunday, May 04, 2014

Regalo para el día de la madre.



   El proyecto seguía en marcha y poco a poco, muy despacio, los planes se iban cumpliendo según lo previsto. Abajo, en la tierra, pocos lo entendían y se obstinaban, los más, en verlo todo oscuro y sin sentido, porque son muchos los signos de desesperanza.
  El buen Dios, sin embargo, seguía regalando vidas para que todos pudieran llegar a ser. Para que cada ser humano consiguiera almacenar toda una vida que le permitiera regresar a casa hecha toda una mujer, hecho todo un hombre.
  Es necesario nacer para poder luego nacer de nuevo. La vida, esa eternidad regalada por Dios, comienza con la primera de todas nuestras deudas y nos deja algo que todos los humanos compartimos, porque nadie hay sobre la tierra sin ombligo. Porque todos somos pura deuda con la vida misma.
  Los que olvidan la deuda de amor a la que se deben, enlentecen los planes del de arriba, pero él no se cansa y sigue regalando vida a las vidas. Y estas vidas nuevas, si no fuera olvidado el regalo por las vidas que no son nuevas, no tendrían nada que temer.
  Una de esas viditas nuevas, que había oído algo de lo que por aquí abajo ocurre sí tenía miedo, y no se acababa de convencer de la necesidad del viaje. Así que se acercó a su Padre Bueno.
  El buen Dios sintió que le tiraban de su túnica y miró hacia abajo aunque sabía que era ella. Sabía que era la pequeña alma blanca a la que le tocaba nacer dentro de unas horas y sabía que estaba preocupada.
- Dime cariño. -le dijo Dios-.
- Ya me toca irme ¿verdad papá?
- Sí, ya te toca bombón.
- ¿Y es obligatorio papá?
- No, no es obligatorio, es algo más que eso, es imprescindible, mi niña.
- Papi, ¿es verdad que allá abajo existen personas que te hacen daño?
- Sí cariño, allá abajo existen personas que te hacen daño, son tus hermanos y hermanas, pero no siempre hacen lo que deben. Aún así, no te preocupes, pondré a tu lado a un ángel que te protegerá de lo malo del mundo con su presencia, sus enseñanzas y su compañía. Mírale a los ojos y pregúntale. El ángel te confortará.
- Y..... papi, ¿es verdad que allá donde voy existe el dolor y la tristeza, la soledad y el miedo?
- Sí, me pequeña, existe todo eso, pero también la luz y la esperanza, la felicidad, los colores y el amor. No temas, que pondré a tu lado un ángel que estará siempre en tu corazón y velará por ti y llorará y reirá contigo y para quien serás más importante que su propia vida. No temas, mírale a los ojos y abrázate a él cuando lo necesites.
- Mmm... ¿Y no podría quedarme aquí contigo papi? No entiendo para qué tengo que bajar... te echaré mucho de menos.
- Ya lo sé cosa bella, ya lo sé, pero no te preocupes, tienes que hacerte mayor y ser el dios pequeño que ya eres, a mi imagen y semejanza, y para eso hay que ir al cole, que está allá abajo... Pero no te preocupes, cuando más me eches en falta, pégate muy pegadito al ángel que pondré a tu lado, así, con la cara en su cuello, y háblale y óyele, el te protegerá hasta de sí mismo, hasta de ti misma si es necesario. Confía.
- Pero es que me han dicho que cuando se está allá abajo ocurren cosas que no se comprenden y que incluso los que te quieren te hacen daño y que hasta yo le haré daño a los que quiero... y también que muchas personas mueren de hambre y de soledad y que nadie hace nada por ellas porque se han olvidado de que todos somos lo mismo y de que eres quien eres y de que volveremos aquí luego... si es para volver, ¿no sería mejor quedarse aquí y no pasar por eso?
  El buen Dios le acarició la cabeza sonriendo y la miró hondo hondo.
-  Confía en mí y confía en mi ángel. Todo irá bien. A pesar de todo lo que veas y vivas todo irá bien. Confía.
  Bajando la cabeza la pequeña alma supo que no había nada que hacer, que estaba todo decidido, así que:
- Bueno papi, pues dime cómo se llama para poder encontrarlo cuando baje ¿no?.
- Ah, eso. Es importante el nombre, claro, grábatelo, porque te sentirás cerca de mí cuando lo pronuncies. Oirás que mucha gente lo llama de muchas otras formas y para muchas otras cosas, pero grábatelo porque va directamente de mi parte, tú, al ángel, lo llamarás mamá.