Saturday, December 16, 2006

Hay veces hermanos, hay veces,
Señor,
en que huelo, casi toco, en que intuyo
lo que es el mundo; en que comprendo
qué es, deseado, un dios deseante por
oteros y collados; en que el alma entiende
que decir no puede lo que el alma
entiende balbuciendo y susurrando:
enorme grito que me anega y que
comprende (que pequeño me veo cuando,
Señor,
me haces grande) que existen, como
partículas de luz que me miran y me
tocan, los milagros.
La alcanzo y la toco y se me escapa
y la intuyo (como mi mujer la conoce
desde los tiempos) y tiene,
Señor,
tu nombre y tiene, universo,
su cara,
y tiene fuerza de hombre (qué débil,
que nada) y tiene alma de dios, pero
miedo a las espadas, llanto de niño,
humanidad que la cabeza agacha.
La verdad. Todos la saben y qué
difícil alcanzarla.
Veces, veces Señor, en que se oye ya
el reino en casa de los hombres, pequeño
rebaño,
Señor,
tranquila impaciencia de saber que se
te tiene, que has llegado y no te hemos
conseguido,
Señor,
desde este mundo de Dios por el que el tiempo pasa
dejando tan llena (y tan vacía por amplia)
tan pacífica y tan blanca, tan sin ti y de ti
Señor,
el alma.

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