Friday, March 16, 2007

Porque las cosas parecen normales hasta que, bien miradas, dejan de ser tan normales. Y es que los profes también podemos haceros ver un par de hechos curiosos:

A ver, poneros en situación: vais en ese escaparate de sobacos que es el tussam, que parece que nos subimos para anunciar el efecto Axe, o axila, que se dice, pero sin que pase nunca lo del anuncio, ¿os imagináis? levantas el brazo y se te cuela debajo la señora de enfrente y el chófer del autobús y tú encima, tienes que parecer feliz...
Os decía, vais en ese cacharro del color de un sunidelaight a lo bestia después de que te han despertado de madrugada tras no haber tenido más remedio que acostarte tardísimo.
¿Había que estudiar?
Claro, y algo más trascendente, cantaba ese muchacho que tiene nervios hasta en su peluquero, de hecho, lo peina con la mimipimer: el Bisbal. Y no él solo, sino el resto de
la peña: ese que parece un guionista de culebrones y que llora tanto y la que no presume na, y la libin a selebreichon... total, imposible acostarse a una hora decente para poder estar en forma para algo tan tonto como ir al cole al día siguiente.
Bueno, hablábamos de cosas normales. Os parecerá normal el simple hecho de entrar en el cole, pero analicemos:
Cuando estáis en 1er ciclo entran más libros que niña, todo sobre ruedas (gesto carrito) y cuando llegáis a 2ºc y Bto entra más niña que libros (gesto cigarro). Y qué caras Dios mío, ahora, eso sí, si se saluda se hace practicando idiomas (bostezo).
Otra cosa, en primer ciclo aún estáis sujetas a la ley de la gravedad (ropa), pero os hacéis mayores y desafiáis a la física (ropa).
En fin, se suben la escaleras haciendo esa prodigiosa imitación del caracol con agujetas y se llega a clase. Ya se acabó lo de tener sueño, chicle en la boca y a charlar como rumiantes:
- ¿A que no sabes quién me ha dado un toque?
- Po yo ayé me hice un pircin, ira tía (y ala ombligo al aire, pas tos)
Y mientras santa Cinta hablando por el hi-fi, hacemos silencio por favor, y el silencio sin hacer, porque claro, como es normal, le estáis prestando la atención que se merece, según vosotras, ninguna, y los profes intentando ayudar al altavoz: te voy a suspender, claro es que estáis en la eso, si alguien no quiere rezar, que se vaya, el comprensivo, pero no sale nadie, es como hablarle a un saco de grillos. Hasta que se oye eso de “esto entra en el examen”.
Comienza el día, por lo menos tiene algo bueno, es ese santo que habéis elevado a los altares sin consultar al Vaticano: San Viernes Gonzaga, porque si lo miráis bien, la semana se divide en: de lunes a miércoles, hablar del finde anterior, y jueves y viernes a hablar del siguiente, y decimos que no os sabéis los verbos, si domináis perfectamente pasado y futuro, ¿y el presente? po del subjuntivo.
Ya estamos atendiendo al profe de 1ª hora, y el rimmel que parece supergén solidificao, que no hay quien abra los ojos y más con la moda de este año, las rayas, que las clases parecen el canal plus. Tocan: ¿quiya, ahora qué hay? No sé, qué hemos tenío, normá.
Venga vale, sigue la mañana, ¿qué hora es? ¡po la hora de comer! que ya se oye el concierto en hambre mayor para tripa y estómago. Todas haciendo abdominales (gesto bocao) y ese olor a charcutería que hay por la clase mezclao con chocolate y gusanitos, y los lprofes moviendo la nariz ¿no os huele raro? jum jum jum , y no os pillamos. De vez en cuando hasta hay una que se atraganta y to y el profe preocupao cuando la ve con las lágrimas saltás y moviendo la cabeza como un pavo, ¿te pasa algo hija?
Tercera hora, qué toca, ah, ya Startiza y la tiza contrataca, venga, y pintar en la pizarra, que parece una redacción sobre un programa rosa que tratara de una ganadería, la pobre. Y después, No hay tizaaaa... Bueno, ya está, que hay examen con Joseantonio, y eso que la Convención de Ginebra prohibió la tortura hace 50 años. Te dan el examen, te lo lees, te pones muy malita muy malita, aquí un examen, aquí una amiga... Os miráis unas a otras con cara apretá y siempre hay una que dice, ¡Bien me sé una! Seguís con el examen, hola qué tal, te veo muy blanco... y, por supuesto, nadie copia.
Riniing, al recreo, sesión de rayos uvas pa las rodillas, así tenéis las pieles, como un frutero, que si uvas, que si zanahorias, que si aftersan de yoyoba. La pera que sois. Se acaba el recreo, 10 mn en subir, eso sí, menos a las que les tocaba limpiar el patio, que desaparecieron hace un cuarto de hora.
Qué toca, qué toca, educación física: los 1000 m escaqueo por el río: ese paseo al sol, esa tertulia caminante, las dos o tres que se quedan como las reinas, a saludar (gesto). Te queda el chandal ideal, y los cuellos, supervenga, ¿por qué andas tan rara? es que los zapatos me los ha prestado una de segundo... Y en el vestuario al volver y 5ªhora, qué olorcitos, Dios mío, que parece que habéis estado en salmuera una semana al sol y en un tapergüé, y el profe de esa hora, que no quiere ser grosero, ¿qué os parece si abrimos las ventanas, hace calor no? y la criatura con más mala cara que un chimpancé chupando limones y más agobiao que un cangrejo en un cubo.
Y por fin llega la última hora, y todas como si hubierais salido de una sesión de anestesia, menos los 10 últimos minutos, cuando comienzan a oirse a los que llegan a recogeros (moto) y parece que la clase os la están dando por la ventana, todas mirando pa ya.
¿Qué me decís de los niños? Eso sí que es una fauna ibérica digna de estudio, que parece un documental sobre el Buitre leonado planeando sobre su almuerzo. Porque, eso sí, salvo alguna exepción, hay una absoluta correspondencia entre la tribu urbana a la que pertenece la niña en cuestión y la tribu a la que pertenece el noviete ese que se queda abajo en postura típica de su grupo (imitar y eructo) mientras que vosotras a mirarse en el cristal más cercano ¿por qué ese tío? porque y lo valgo. Y ya por fin os vais por ah... salís. Y uno esperaría que recibierais al colega con amor y simpatía, ¿no? po no, si se salva de pagar el pato con una cara larga por lo menos desdén altivo, espera un momento, a no ser que quieras fastidiar a alguna compañera, entonces, lo adoras peliteñida.
Ea, po yastá, empieza el findesemana, qué digo empieza, continúa, que ya vimos que comenzó el viernes a las 8.30.
En la puerta hablamos de las cosas fundamentales: qué te vas a poner, con quién vas a quedar, a qué hora y dónde... todas a hacer la yegua, a hipódromo, aunque ya se están poniendo de moda otros sitios. Y además se nota que en religión habéis aprendido bien eso del amor al prójimo, porque os echáis unos piropos... y mientras sale ese rebaño con más agujeros que el colchón de un cangrejo con el cigarrito preparao y el mechero listo pa funciona na mas que dejen detrás a cinta que está en la puerta de chiqueros ehe ehe mientras se oyen cosas como, Dios mío la otra noche soñé que era cani, qué mal tía, o, ¿me dejarías los pantalones blancos para que se me vea más? o quiya, pásame los vaqueros del dragón pa ponérmelos con las plataformas de corcho, en fin, preparándolo todo para Atrévete o pa Capote.
Y el sábado, tras descansar del viernes noche, las 3 de la tarde, madrugón, ¿mamá qué hay de desayunar? garbanzos, ala. De postre un ratito de messenger a Ochoa a tomar cafelito y a prepararse otra vez: ese agobio frente al ropero lleno: es que no tengo que ponerme.
El domingo, qué chungo, si mañana hay un peazo de examen, bueno, salgo y ya estudiaré a una buena hora, las 12, así como no vais a tener esas caritas, normal.

Tuesday, March 13, 2007

The last monky

Consecuencias de ser el último mono. Consecuences of being the last monkey.


Nunca me equivoco. Nunca hago nada mal, y, mucho menos, en ese imposible caso, lo admito. En el hipotético e inimaginable caso de que ello ocurriera ni con una bota de escalador pisándome el dedo meñique del pie viendo entrar a la Macarena daría marcha atrás. Ergo el último mono es el responsable directo de todos los fallos que se hayan ido detectando a cualquier nivel. Por lo tanto, es justo que pague las consecuencias del mejor humor posible. Agradezca, además le es permitido permanecer en la manada. Si además de culpable universal de toda culpa culposa optara por postura protestota y tontuzamente empecinada, sería de todo punto inaceptable.
Si el último mono está triste o serio, el responsable de la manada tiene derecho prejudicial a sentencia inculpatoria so pena imponible a todo equivocado acusador crítico del perfectísimo sistema del que el responsable es omnímodo responsable. Ergo su siempre extrañísimo e inexplicable estado de ánimo y exacerbante expresión facial, tristeza o enfado (last monkey sandez or angriness make him a monsterness) son, asimismo y por su propio peso, fallos intrínsecos de adaptación del último mono, que se resiste, obstinada y erróneamente a ser el último mono que es. Ergo él es la causa directa de todas sus propias consecuencias.
Al ser el último mono el culpable de todos los fallos (incluido él mismo) la cúpula de la manada tiene derecho a extender dicho razonamiento. Ergo no sólo es culpable de todo fallo efectivamente contrastado, sino que, todo acto perpetrado por él es (ab initio, fronde biginin) absolutamente fallido y disparatado. Ergo su sometimiento a vigilancia y entredicho es deber moral de la cúpula, ya que , con su propia existencia, el último mono vulnera los principios constitucionales de la manada. La cúpula tiene pues, no sólo derecho, sino la obligación altruísima de negarle de forma preventiva dichos derechos. Sería situación comprometidísima pudiera disponer de los mismos dichos derechos que los monos integrados pueden.
El último mono, al no saber aceptar sin más su lugar en la manada a la que pertenece por adopción graciosa, que jamás de forma natural de suo, en su afán por relacionarse con otras formas de vida para así ilusoriamente escapar del ostracismo connatural a biing de las monki, rompe todo lo que es el comportamiento establecido per secula para toda manada de monos. Hay fuertes penas para eso en todo pueblo elegido y en toda manada.
No debe inducirse ningún derecho a renuncia por parte del último mono a nada de todo lo anterior. Si bien es cierto que la infalible e inamovible existencia de la cúpula necesita de un último mono para ser usado de continuo en incluso en caso de necesidad, esa existencia del universal no exime al último mono de ser el último mono. Si faltara se buscaría reemplazo inmediato, pero mientras exista, la razón de su ser en la manada es unívoca e inapelable. Es y será por siempre delast monki, por detrás de todos los demás miembros, ya sean antiguos o de nuevo cuño, pues lo suyo es una esencia, que no un accidente. Vulnerar este principio desestabilizaría a la cúpula en mí encarnada y a toda la manada, de la que por designio divino cuido.
Además de la benignidad de la manada el último mono goza, de manera injusta e inexplicable, de una seguridad en sí mismo, de todo punto de vista ofensiva y de unos inmerecidísimos golpes de suerte que le permiten sobrevivir e incluso mostrarse altanero y orgulloso. La supresión debe ser siempre un peso en el aire para control de dicho elemento y para ello se le hará patente y se acumulará arsenal adecuado.
El último mono me toca las pelotas incluso relegado a ser el último mono. No lo soporto. Que sepa que por mucho que lo intente no es del agrado de la cúpula quencarno. No lo zoporto. Es que no.

Friday, March 02, 2007

MAMÁ CARTA

El pueblo estaba demasiado lejos, si es que a aquellas tres casuchas se les podía llamar pueblo. Además, si fuera algo importante, mira, pero seguro que son cartas de queridísima, queridísimo, besos y demás. Una casi todas las semanas; también son ganas de escribir.
Cuando joven, él también había escrito esas cartas y sabía lo que decían, así que se las llevaría todas juntas al final, mejor, tendría más besitos. Pero... anda que si se enfada ella por no dárselas una a una... Claro que se enfada, pero con este calor... ya vería. Esa era su frase.
Ya vería.
Mientras, en la sombra de la entrada y con el ventilador enfrente, no se estaba tan mal. Sus botas, en alto y apoyadas en algo, como en las películas, tenían el polvo de cuarenta y dos años repartiendo cartas.
El los había visto hacerse novios y los había visto alguna que otra vez en alguna que otra calle besándose y haciendo alguna que otra cosita más. Eran jóvenes, ya verían.

- ¿Te has fijado lo blanca que anda la niña? Ni que el novio se hubiera ido a la guerra en vez de a buscar trabajo. No hay quien los entienda.
- Es que hace tres meses que no le escribe, Pedro, y ella creerá ya que no la quiere.
- ¡Qué niña ésta! ¿No sabe lo lento que es el correo? Además, bastante ocupado estará como para llevarse escribiendo todo el día.
- No soy niña, padre, ya tengo casi veintisiete años, y debería escribirme, si.
- ¡No me hables en ese tono!
- No padre.
- Vete y déjame hablar con tu madre.
- Sí padre.
- ¿Te has fijado lo que está engordando? Casi no se le ven los ojos.
- ¿En qué quieres que me fije: está muy blanca o está engordando?
- Las dos cosas.
- ¡Sigue así! Lo que le hace falta a la niña eres tú y tus tonterías. Me voy, que ya es tarde. Dile a la niña que me cepille el caballo, esta tarde voy al pueblo.
- ¿Te llegarás a correos?
- Por no escucharos. Hasta luego. Adiós niña!!
- Adiós padre!!

Siempre salía de su casa con la intención de no hacerlo, no había que tentar tanto a la suerte, pero verla y mirar era como un arañazo en el centro mismo del centro del estómago. Y el árbol, la noche, el olor, su olor, el aire y los besos... Era como dejar que el alma diera gritos y gritos hasta dormirse.

Otra carta. Había llegado otra carta. Iba a tener que decidirse a llevarlas, porque aunque fueran de besos, tampoco un beso es tan poca cosa como para no echarle cuenta. ¡Ay! y me dijo mi mujer que me pasara por la tienda y le llevara no sé qué. Bueno, iré a la tienda antes de que cierren y luego llevaré las cartas. Debería haber comprado aquel percherón que le ofreció el jefe. Mañana iría a verlo a ver si se lo vende.
El padre pasaba en ese momento por la puerta de correos: Señor Pedro! Señor!
Tenía el cartero poca voz ya. Se fue. También es mala pata. Y la hora que es. Bueno, iré a la tienda. Mañana cuando compre el percherón llevaré las cartas.
El cartero caminaba despacio.

Querida y amor mío:
Hace ya siete meses que te escribo todas las semanas y todavía no me has contestado nunca. ¿Estás enfadada conmigo por... eso?
Ya me va bien en el trabajo y me he mudado a una casa casa y no vivo ya en el buhío ese que te conté. Ya tengo algo ahorrado y puedes venirte para acá cuando nos casemos. Aquí en este trabajo dan vacaciones y valoran, eso dicen, el que yo sepa manejar estos motores. ¿Te acuerdas que cuando los hacíamos pensábamos que sólo eran juguetes? Estoy estudiando también. Dicen que cuando acabe esto que ellos llaman ingeniería voy a ganar mucho dinero, y eso que no es nada más que poner nombres raros y dar muchas razones a las cosas que son porque sí.
¿Cómo te va... eso? Escríbeme, aunque ya pronto iré y nos casaremos. Muchos besos, y recuerdos a tus padres. Hasta pronto, tu


¿Te has fijado que ya hace siete meses que el novio de la niña se fue y que todavía no le ha escrito? La niña se lleva todo el día llorando. ¿Y te has fijado lo blanquísima y lo gorda y lo rara que está? Si sigue así vamos a tener que llamar al doctor.
- Al doctor ni al doctor. ¿Qué falta le hace el doctor a alguien que engorda? Eso es bueno: que engorde.
- ¿Y el novio?
- He oido que el cartero estaba muy mal desde que se cayó del caballo. Iré a verle, pobre hombre, y le preguntaré al nuevo por si hay carta.
¿Y niña?
- Fuera. Seguro que está llorando.
- Llorando. Como si no hubiera otra cosa que hacer.
- ¿Por qué no eres más cariñoso con ella? ¿Te has fijado que no le das un beso desde que cumplió los diecisiete años?
- Soy su padre.
- Por eso.
- Pues por eso.

Ella estaba fuera, bajo el árbol. Ella era unos grandes ojos casi sin color y escondidos y estaba inflada, enorme y blanca. Muy blanca y muy enorme. Tenía en la mano uno de esos juguetes que volaban que él sabía hacer. Era el último que hizo antes de irse. Y aún no le había escrito. Hay que ver. Le había dicho que la quería, pero... ¿sería sólo para... eso? Ahora empezaba a creer que sí, pero es que tenía miedo, mucho miedo. Hacía siete meses que estaba embarazada y no se le notaba todavía la barriga. Mejor, claro, así su padre no se daría cuenta. Pero era algo tan raro. Siete meses y sin barriga, y siete meses sin carta. Miraba cómo el juguete daba vueltas en el cielo, alargaba la mano y volvía a hacerlo volar. Ojalá escribiese. O que viniera por lo menos. Bueno, no, porque si viene es que no tiene trabajo y entonces no nos casamos, y entonces cuando tenga el niño, verás mi padre. Además, estaba muy fea, pero si viniese por lo menos... No, que llegue carta mejor.

En casa del cartero todo el mundo estaba muy triste. Ya se sabe que hay que morir, pero quién cree que vaya a morirse, y menos, que se vaya a morir su marido. Dos meses hacía que se cayó del caballo. Iba a llevar unas cartas a no sé dónde. Quién le mandaba a él comprarse un caballo. Hace dos meses que no hace nada, sólo mira. No coge polvo siquiera. Ni agua ni aire. Quién le mandaba a él llevar cartas a ningún sitio. Hola señor Pedro. Pues ya ve, ningún médico a sabido decir nada. Muchas gracias. Sí, rezar, sólo rezar, gracias. No, el nuevo cartero no ha llegado; se lo diré. Adiós, adiós.

Las vacaciones: era un buen invento ése. Tenía dinero, mucho dinero, y cada mes le daban lo mismo otra vez. Siempre lo tenía seguro. Era ya un ingeniero y vestía como le habían dicho que era más elegante. Todo el mundo se admiraba de que fuera ingeniero en nueve meses, pero él no lo comprendía, sólo había aprendido lo que ya sabía, sólo que ahora sabía explicar y usar esas cosas que había sabido hacer siempre. Nada más.
Subió al coche y salió para el pueblo. Su novia y su hijo. Se casarían y volverían a la ciudad. Tenía un mes entero. Buen invento las vacaciones, sí señor. Alguna que otra duda tuvo: siete meses escribiendo sin contestación alguna. Pero es igual; eran probables mil combinaciones de probabilidades de error. Iba a verla pronto. Horas ya solamente.

- ¿Y niña?
- No sé.
- Mujer,¿ te has fijado cuánta luz hay hoy?
- ¿Y niña? ¿Dónde estará ahora que lo dices?
- Ya aparecerá.
- ¿Qué es aquello que viene por allí con tanto polvo? Viene alguien dentro. Él. Llámala. Llama a niña que es su novio.
- Niña!! Niña!!
No contesta, Pedro, ¿estará mal? Estaba tan gorda y tan blanca. Vamos a llamar al doctor.
- Qué doctor ni doctor! Vamos a recibir al yerno y ahora la buscamos.
- ¡Hola señor Pedro!
¡Madre! ¡Cuánto tiempo! ¿Por qué no contestaron las cartas?
- ¿Las escribiste?
- ¿Y niña?

No tenía barriga, pero sabía que iba a dar a luz. Era seguro. Y no era dolor. Simplemente era que la luz le arañaba los pulmones, que bebían olor a nubes con el aire. Estaba tendida bajo el árbol respirando muy fuerte y con los brazos abiertos.
Gritó.
Era el mejor grito que había dado nunca.
Se escuchó en todo el cielo.
El cartero parpadeó y se tocó el bolsillo.
Novio y padres la pudieron encontrar.
- Mira, Pedro, fíjate, ya no está gorda, no está gorda.
Él contuvo, por respeto, su abrazo, y sólo le cogió las manos.
- Niña, ¿por qué has gritado así?¿por qué no has contes...Oye -susurró- ¿y eso? ya debería estar muy gordo.
- No sé.
Y se sentó bajo el árbol como quien lleva siglos viviendo.

En la cama, sobre el cartero de botas polvorientas que silvaba una nana, encontraron a un recién nacido limpio y blanco que mamó unas cartas como primer aliento de vida.