El proyecto seguía en marcha y poco a poco,
muy despacio, los planes se iban cumpliendo según lo previsto. Abajo, en la
tierra, pocos lo entendían y se obstinaban, los más, en verlo todo oscuro y sin
sentido, porque son muchos los signos de desesperanza.
El buen Dios, sin embargo, seguía regalando
vidas para que todos pudieran llegar a ser. Para que cada ser humano
consiguiera almacenar toda una vida que le permitiera regresar a casa hecha
toda una mujer, hecho todo un hombre.
Es necesario nacer para poder luego nacer de
nuevo. La vida, esa eternidad regalada por Dios, comienza con la primera de
todas nuestras deudas y nos deja algo que todos los humanos compartimos, porque
nadie hay sobre la tierra sin ombligo. Porque todos somos pura deuda con la vida
misma.
Los que olvidan la deuda de amor a la que se
deben, enlentecen los planes del de arriba, pero él no se cansa y sigue
regalando vida a las vidas. Y estas vidas nuevas, si no fuera olvidado el
regalo por las vidas que no son nuevas, no tendrían nada que temer.
Una de esas viditas nuevas, que había oído
algo de lo que por aquí abajo ocurre sí tenía miedo, y no se acababa de
convencer de la necesidad del viaje. Así que se acercó a su Padre Bueno.
El buen Dios sintió que le tiraban de su
túnica y miró hacia abajo aunque sabía que era ella. Sabía que era la pequeña
alma blanca a la que le tocaba nacer dentro de unas horas y sabía que estaba
preocupada.
- Dime cariño. -le dijo Dios-.
- Ya me toca irme ¿verdad papá?
- Sí, ya te toca bombón.
- ¿Y es obligatorio papá?
- No, no es obligatorio, es algo más
que eso, es imprescindible, mi niña.
- Papi, ¿es verdad que allá abajo
existen personas que te hacen daño?
- Sí cariño, allá abajo existen
personas que te hacen daño, son tus hermanos y hermanas, pero no siempre hacen
lo que deben. Aún así, no te preocupes, pondré a tu lado a un ángel que te
protegerá de lo malo del mundo con su presencia, sus enseñanzas y su compañía.
Mírale a los ojos y pregúntale. El ángel te confortará.
- Y..... papi, ¿es verdad que allá
donde voy existe el dolor y la tristeza, la soledad y el miedo?
-
Sí, me pequeña, existe todo eso, pero también la luz y la esperanza, la
felicidad, los colores y el amor. No temas, que pondré a tu lado un ángel que
estará siempre en tu corazón y velará por ti y llorará y reirá contigo y para
quien serás más importante que su propia vida. No temas, mírale a los ojos y
abrázate a él cuando lo necesites.
- Mmm... ¿Y no podría quedarme aquí
contigo papi? No entiendo para qué tengo que bajar... te echaré mucho de menos.
- Ya lo sé cosa bella, ya lo sé, pero
no te preocupes, tienes que hacerte mayor y ser el dios pequeño que ya eres, a
mi imagen y semejanza, y para eso hay que ir al cole, que está allá abajo...
Pero no te preocupes, cuando más me eches en falta, pégate muy pegadito al
ángel que pondré a tu lado, así, con la cara en su cuello, y háblale y óyele,
el te protegerá hasta de sí mismo, hasta de ti misma si es necesario. Confía.
- Pero es que me han dicho que cuando
se está allá abajo ocurren cosas que no se comprenden y que incluso los que te
quieren te hacen daño y que hasta yo le haré daño a los que quiero... y también
que muchas personas mueren de hambre y de soledad y que nadie hace nada por
ellas porque se han olvidado de que todos somos lo mismo y de que eres quien
eres y de que volveremos aquí luego... si es para volver, ¿no sería mejor
quedarse aquí y no pasar por eso?
El buen Dios le acarició la cabeza sonriendo y la miró hondo hondo.
-
Confía en mí y confía en mi ángel. Todo irá bien. A pesar de todo lo que
veas y vivas todo irá bien. Confía.
Bajando la cabeza la pequeña alma supo que no había nada que hacer, que
estaba todo decidido, así que:
- Bueno papi, pues dime cómo se llama
para poder encontrarlo cuando baje ¿no?.
- Ah, eso. Es importante el nombre,
claro, grábatelo, porque te sentirás cerca de mí cuando lo pronuncies. Oirás
que mucha gente lo llama de muchas otras formas y para muchas otras cosas, pero
grábatelo porque va directamente de mi parte, tú, al ángel, lo llamarás mamá.