Es como esas semanas eternas que estamos deseando que acaben y cuando nos damos cuenta todavía estamos a miércoles. Esta racha está siendo larga como una larga semana. Y resulta que estamos a miércoles. Esa sensación de que esto no puede durar mucho, de que ya la cosa no se puede poner peor hace que parezca real la proximidad del cambio tan esperado. Pero no, los medios de comunicación se ocupan de recordarnos que estamos a la mitad de esto. Lo que yo decía: Todavía es miércoles.
Mientras, nos desayunamos cada día con las cartas funestas que nos da la mañana. Hay niñas que matan y niñas que mueren, padres que ven derrumbarse sus vidas; millones que nos han robado a todos y que perderemos para siempre, y eso, de los que nos enteramos, que mejor no hacer conjeturas.
Los partidos enfrascados en sus querellas, los nacionalismos reclamando la legitimidad de creerse especiales… la realidad se ha encerrado con seis toros de sólo dos ganaderías, como hizo el maestro Daniel Luque el Domingo de Resurrección en Madrid, y España entera bosteza en los tendidos esperando que acabe el festejo, pero ni siquiera ha salido el cuarto toro.
Lo que yo decía, todavía es miércoles en este devenir plúmbeo y lento del que somos espectadores. Podríamos revelarnos, tirarnos a la calle con cacerolas y pancartas, pero preferimos esperar al viernes. Para nosotros los sevillanos es un viernes pasajero y primaveral que llamamos feria. Sabemos que durante unos días veremos toros nuevos, abonaremos la alegría con vino y rosas y nos inventaremos un fin de semana que rompa el tiempo. Acabada nuestra Semana Santa, el paréntesis abrileño se nos hará cortito hasta que alumbremos la portada de un tiempo irreal y feliz.
Mientras es mejor pasear silbando al sol de los lunes. Perdón, decíamos que era miércoles, mediados de esta legislatura eterna de crisis. Perdón de nuevo, me acabo de dar cuenta. ¿Hoy es martes no?
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