Cuando el presidente Suárez estaba en su peor momento político España estaba pasando un momento muy malo. Con treinta años de diferencia las circunstancias no eran mucho mejores que las de ahora. La cosa estaba tan mal que las fuerzas políticas y las fuerzas vivas hablaban sin reparos de la necesidad de acabar con la presidencia de don Adolfo. Los cauces democráticos no tuvieron éxito y se acabó acudiendo al ejército. El resto está en la memoria de todo el mundo al grito de ¡quieto todo el mundo!
No hay mejor descripción de aquello que la Anatomía de un instante, de Javier Cercas. Sus señorías, se acabaron quedando inmóviles. Tres en su escaño y el resto en el suelo. Y la ciudadanía no se tiró a la calle en defensa de la democracia. Aquello sí que fue una verdadera alarma en todo el Estado.
Hoy día estamos en estado de alarma, y sabemos que lo seguiremos estando hasta el 15 de enero. El ejército ha conseguido que el funcionamiento de nuestro espacio aéreo esté atado y bien atado. Ya les sonará: todo bajo control.
Y ahora digo yo: ¿es tanta la envidia y el enfado que nos provocan nuestros conciudadanos controladores y controladoras como para que nos parezca bien su militarización? No sé, a mí me da mucho yuyu que me gobiernen quienes usan al ejército, de manera ahora recurrente, para controlar a quienes también con sus impuestos pagan ese ejército. Es una situación, a mi manera de ver, trágica y trascendental como para que estemos escondidos debajo de los escaños. Por un bien menor como es atajar una posible imposibilidad de poder volar, estamos callando y otorgando que se recorten derechos a un colectivo de conciudadanos y conciudadanas.
Una de las dos Españas ha de helarte el corazón, le advertía machado al españolito que venía al mundo. Gran parte de ustedes tendrán españolitos y españolitas, ¿le recomendarían ahora hacerse controladores o controladoras de tráfico aéreo? y si ya fueran padres de uno o una de ellos ¿verían bien que estén militarizados? Y los y las militares, aparte de obedecer, ellos que juraron dar su vida por España y los españoles, si pudieran opinar libremente, ¿qué nos dirían del trabajo que les han encargado hacer? Hemos aceptado una nueva división entre nosotros: los que se merecen un recorte de derechos porque como ganan más nos dan coraje y los que no ganamos eso y nos da igual lo que les ocurra a ellos y ellas.
Yo necesito decir que al menos en mi nombre no. Que no doy mi asentimiento, que, al menos mi palabra no está silenciada por la envidia y que no he hecho un juicio previo y sin garantías de un grupo de conciudadanos y conciudadanas. No formaré parte de la horda que expolie palacios ni creo que la democracia merezca que alguien caiga a la fuerza porque este país no levanta el vuelo. Por mucho que creamos que se lo merece.
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