Camino
a la "Autopía."
- ¡Suelo
malo, suelo malo!
Cogido de la mano de su madre y con una
indescriptible cara de kamikaze que por culpa de las almorranas llevara días
sin pegar ojo (punto este que para un kamikaze es del todo difícil) era eso lo
que aquel niño salvaje y amontunado le gritaba sin el menor asomo de piedad a
un adoquín del filo de la acera mientras éste, con la absoluta desfachatez que
caracteriza a los adoquines, insistía en no darse por enterado.
Llevado por el sobresalto que aquella estampa
de crueldad inconmensurable me produjo, me acerqué a la pareja y miré extrañado
e interrogante a quien debía ser su madre, cosa que deduje por el amor que
rebosaba su mirada de kamikaze instructor mirando a su filial pupilo. Quien, a
todas luces, estaba heróicamente afrontando descomunal batalla contra la vía
pública.
Yo, por no desentonar, apoyé mis manos en mis
rodillas en postura de adulto mira a encantador infante y clavé la peor de mis
miradas en aquel, para nada presunto, desaprensivo adoquín.
El kamikaze chico, a quien empezaban a
decaerle las fuerzas, bajaba ya la frecuencia de sus patadas (supongo que por
la ausencia de batalla presentada por el ofensor y por el seguro dolor que la
planta de aquel piececito comenzara a sentir) me miró con la triunfal expresión
de quien consigue abrir una botella de cava tras ocho horas de desesperados intentos
mientras la familia ansía los platos de uvas pochas del 31 y piensa con
resignación lo muy gilipoyas que es el cuñado.
Con esa cara triunfal, que yo observaba como
se observaría a un marciano que se cayese al suelo al bajar de su platillo, el
soldado del imperio dejó de dar patadas, se sacudió las manos, ya que los pies
hubiera sido más complicado, emitió un
-
Júm
lleno de
autoadmiración crecida con mi presencia como admirado expectador. Hecho esto,
largó una última ofensa al ajado adoquín en forma de escupitajillo y se volvió
hacia su madre, quien, orgullosa como una gallina de Walt Disney, miró también
(había que reforzar positivamente las actitudes del nene) por encima del hombro
al desfachatoso pedrusco y comenzó a andar.
A punto estuve de desistir en mi labor
investigadora, pues al alejarse brevemente, entreví con espanto un culo
prominente no exento de cierta agresividad insoslayada enfundado en una especie
de chándal de última generación a través del cual se adivinaban los filiyos
enrollados de unas braguillas que no pude por menos que imaginarme ajadas y
desflocadas. Movíalo además de forma que parecía señalar que ella lo llevaba
por delante más que por detrás. Entiéndase la imagen poética.
A pesar de tamaña advertencia natural, no
pude contenerme y pasé a poner mi integridad en juego.
-
¡Pss, pss, señora, perdone!
Ella se volvió como se vuelve un panzer, como
se vuelve un culturista de dos metros si le derramas un café por la nuca, como
se vuelve un león al que despiertas. Como se abre la puerta de chiqueros.
-
¿Di, ga, me?, así, con tilde en la mé.
-
Le ruego me perdone, pero no puedo dejar de
preguntarme, después de ver la enorme y descomunal batalla que su pequeño acaba
de librar, por la causa de tamaño desajuste.
-
¿Usted se está cachondeando de mí, caballero?
Porque si usted se está cachondeando de mi niño y de mí, le arreo ara mismo dos
yoyas que no va a saber usted quién hay entre oreja y oreja. Y ahí llega mi
marido que no sabe usted cómo es pa estas cosas, que se está usted cachondeando
de mí.
Se acercaba una furgoneta por cuya ventanilla
se podía ver a un señor con media barba, cigarro, codo apoyado hacia fuera,
medallón de oro y un anillorro en meñique, así que recogí velas.
-
Le ruego, señora, me disculpe, pero nada más
lejos de mi intención que importunarle. Lamento que mi curiosidad me haya
llevado a alterar su plácida mañana. Adiós y le reitero mis excusas.
-
Míralo al gilipoyas este. Ahora dice que se va.
Tendrá poca vergüenza la gente…
Incluso el tierno infante me miraba ya con
malas intenciones y los puñitos cerrados a la espera de su progenitor con las
rodillas sangrantes.
-
¿Mamí le doy una paliza también a ese señor?
-
No hijo, no, espérate a que venga el papa, que
tu ya te has hecho mucho daño hoy con el suelo malo.
Ante la más que inminente situación de
peligro, salí de allí a toda prisa mientras por detrás arreciaban los insultos,
crecidos ya con la indignación de la presa que huye. Juro por lo mas sagrado
que cuando le dijo que se iban, la mama, llamó Grabié a su propio hijo.
Sabía que me jugaba mucho más que mi
integridad física, pero, de lejos me volví y pregunté a gritos que por qué le
decía Gabrié a su propio hijo.
-
Porque se llama igual que su padre, y yo me voy
a cagar en…
Hubiera sido temerario dar tiempo a que
Gabrié padre se bajase del coche, pues aquello tenía ya mal cariz.
El policia intentaba apaciguar a aquel señor.
-
No, señor agente, no, no me diga que me
tranquilice. Ahora mismo le meto al ayuntamiento una denuncia que se caga. No
hay excusa para tener ahí en medio esa mole de piedra. Eso es algo que no se le
ocurre a nadie. Eso pasa por poner de responsable a gente que no sabe ni lee ni
escribir…
La gente ya se acercaba a hacer corro a
prudente distancia creciendo el caos de tráfico.
-
Pero Señor, por favor, yo comprendo su
sensibilidad y su punto de vista, pero tiene que entenderlo. Afortunadamente
está usted bien y esa mole de piedra es La Cibeles y lleva ahí toda la vida. Sin su coche dentro, claro.
-
Eso no me sirve de excusa. Y como que me llamo
Gabrié que le meto un puro. Déme su nombre y su número de placa. Pero ya.
-
¿Pero por qué por Dios? ¿Ahora qué he hecho yo?
-
Porque es su obligación y por tratar a los
ciudadanos sin respeto. En vez de ponerse a mi favor me acusa sin pruebas y me
declara culpable.
-
Su coche está dentro de una fuente, sea usted
razonable.
-
Ni razonable ni razonablo. Llame usted a un
superior.
Así comenzó su carrera política. El trampolín se lo puso un periódico donde,
al día siguiente, pudo leerse:
NUEVO HITO EN LA
LUCHA POR LAS LIBERTADES INDIVIDUALES Y LOS
PODERES DEL ESTADO. (SIC)
EN
UNA DENODADA LUCHA A FAVOR DEL SENTIDO COMÚN, UN CIUDADANO LOGRA LA RETIRADA DE UNA MULTA Y DE LA
YA CADUCA CIBELES.
Tras un prolongado litigio contra
la tiránica admistración conservadora, el ciudadano Gabriel P. Z. ha conseguido
la retirada del enorme obstáculo que se hallaba secularmente en la vía pública,
a la vez que la retirada de la sanción, un vehículo nuevo, y la suspensión de
empleo y sueldo del agente de la autoridad…
Tras este episodio fueron muchas las ofertas
recibidas por parte de programas de televisión y medios de comunicación, y
comencé a verlo con frecuencia protagonizando episodios de la vida social.
Del pequeño kamikaze quedaba poco en el
exterior, pero yo, que no podía borrar de mi memoria aquel episodio pedagógico
que le observé en su infancia, veía ante mí un enorme “culo educador” de
señaladas arruguillas cada vez que su señora madre aparecía, acompañando a la
pareja en alguna comparecencia pública. Y me imaginaba a Gabrié padre aparcando
un flamante Mercedes de forma disimulada mientras masticaba un palillo de
dientes.
No me quedó la menor duda de que aquel lejano
episodio habría de marcar la vida de todos cuando, candidato ya a la
presidencia del gobierno, aquel niño camikaze convertido ya en toda una
estrella mediática, aparecía en los carteles electorales pateando a una pequeña
y culpable Cibeles bajo el lema:
Castiguemos a los culpables. Por la igualdad. Vota a Gabrié.
La victoria electoral, contrariamente a lo
yo había previsto, fue estruendosa. El electorado, en su mayoría otorgó la
confianza al nuevo líder, que promovió nuevas y numerosas reformas.
·
Se dictó una ley de responsabilidad
administrativa donde, si no se tenían antecedentes de pertenecer al partido
opositor, el ciudadano o ciudadana, podría cobrar un seguro por cualquier
desaguisado ocasionado por la presencia de cualquiera que fuera el mueble o
inmueble, diminuto o desproporcionao (sic) que causare tal despropósito.
·
Se le provió (sic) al gobierno, de la potestad
para imponer leyes siempre y cuando fueran positivas a juicio de el titular o
la titulara (sic también) de la cartera (no me hubiera extrañado ver cartero
aquí) del departamento de sanidad pública y velatorio por la libertad
individual, que así, os lo puedo jurar, se le llamó.
·
Se dictó una ley general de subvenciones por la
que cualquier ciudadano (favoreciendo más a los vagos y maleantes, a quienes no
estudiaran… a los más necesitados a fin de cuentas) recibiría una cantidad
libremente fijada por él/ella para incentivar la consecución de los bienes u
objetivos que decidiera no alcanzar por sí mismo/a.
·
Se declaró la jefatura del Estado figura non
grata para el Estado…
En fin, podría contaros otros muchos avances,
pero no hace al caso.
Hoy he salido de nuevo a dar un paseo. La
gente está ajetreada como siempre, muchos coches se apresuraban parados en los
atascos. Había familias en los parques compuestas de abuelos y nietos. Todo el
mundo intentaba ser feliz y vivir bien. Mientras periódicos y programas de
radio se hacían eco de lo bueno u de lo horroroso que el gobierno era. Yo rompí
a reir con todo esto, porque ¿es que nadie se ha dado cuenta de que el adoquín
no es bueno ni malo? Así, al menos, me dije, no hay que decirle a los que
tropiezan
-
Mira nene, una vez falla cualquiera, dos
también, pero si sigues insistiendo, cariño, tú lo que eres es tonto. O tonta,
claro.
Fdo.
Lalo, Lalo Losta.