Me pediste un poema de amor y no puedo
porque la palabra me es insuficiente,
porque en la naturaleza no hay vuelo
ni hay flor; no hay en el mar color ni
olas suenan; ni blanco de luna; ni
lenguaje platón, tradición poema, música
de esferas, ni universo acogedor, ni beso
tan siquiera. Probablemente hijos, seguro
Dios… pero qué poco mi boca ruda, mi
abrazo torpe, mi impotente ser tu mitad
del todo que nos ordena.
En paralelismo:
Me pediste un poema de amor y no hay cosa que pueda.
Saturday, November 17, 2007
Monday, November 12, 2007
El amor y las clases sociales.
El amor: las mujeres.
Sábado a las diez de la noche. Antes de salir, una última revisión en el espejo. Una pesada mano por el pelo, flanco derecho, flanco izquierdo: perfecto. Todo estaba en orden. Salió de su cuarto con paso decidido y sintiéndose seguro de sí mismo e incluso atractivo, se despidió con enorme simpatía y desdén de los que quedaban en casa y salió a la calle. Pensó en no coger la moto para no estropear los hermosos zapatos que iba estrenando, pero no era conveniente ir sin autonomía propia, así que le pidió el coche a su padre. Como le dijo que no, extrañamente, optó libremente al fin por coger la moto, tampoco era para tanto el posible estropicio del calzado y no hay que exagerar.
Arrancó la moto (¡Cómo sonaba!) y se dirigió al bar donde habían quedado. Aquellos eran sus amigos y sus compañeros de toda la vida. Ellos eran la compañía perfecta, la complicidad y el apoyo que cualquier hombre desea. Vestían de forma parecida, les gustaban las mismas películas y los mismos deportes y las mismas tías también, claro.
El camino que separaba su casa del lugar de la cita bullía ya de gente, y mientras miraba airoso, aunque disimulado, a las viandantes arregladas ya con las que se había cruzado, comenzaba (ya) a sentir ese comezón de euforia y ambiente que entra cuando uno se presiente incluido en la masa que se divierte; así que retardó un poco la marcha del motor y encendió un cigarro.
Aparcó la máquina, no si algo de dificultad, pues había muchas, y se dirigió al bar. Para variar, no había nadie. Bueno, sí había gente, pero ninguno de los que tenía que haber. Pidió cerveza y se sentó a esperar. Allí sentado solo y elegantemente vestido era como si todos y todas, la humanidad al completo y más, cada pared, cada coche y cada ventana le estuviese mirando. Incluso pasaba gente. No había más remedio que acorazar aquella vulnerabilidad pasajera. Era necesario transmitir mensajes de tranquilidad: cruzó las piernas, se recostó un poco y miró al reloj haciendo gestos de quien espera desespera y se pasó los dedos abiertos por sus maravillosos cabellos rubios y miró atento a un lado y a otro. Al volver a mirar hacia la derecha se quedó agradablemente sorprendido. Dos guapísimas se estaban sentando en una mesa cercana y a pleno alcance visual. Para prevenir, volvió a mirar el reloj y resopló con un disgusto elegante y comprensivo hacia quienes le tenían allí esperando. Ese era el mensaje. Sí, le tenían allí esperando. No sabría decir por qué pero sentía la certeza de que el interés que mínimamente despierta una persona sola entre el ambiente nocturno, está más cerca del temor o la compasión que de la fascinación, y eso era lo que a él le encantaba despertar en las mujeres: fascinación. Sintió que su estrategia no había sido inútil y se dedicó a observarlas poniendo mucho cuidado, eso sí, en que no se dieran cuenta. Para ello ponía en juego todo un repertorio de ángulos de ojos, caras de abstraído, retiradas con un fugaz movimiento de cuello... no se trataba de que ellas no supieran que las miraba, pues, mágicamente, todas lo adivinaban siempre; se trataba de que no hubiera pruebas concluyentes. Incluso les hacía gracia que alguien alto y guapo como él las observara complacido, seguro, pero no era momento, tan temprano y tan solo, para pasar a la desfachatez.
Eran dos universitarias preciosas y elegantísimas. No es que fueran vestidas de fiesta, pero estaban muy elegantes. La rubia vestía una camiseta de Benetton blanca muy pequeña y ajustada, como si fuera piel misma. La redondez de sus dos pechos moderados y ofensivamente desconocedores de la ley de la gravedad estaba ilustrada por unas manzanas de colores limpios y brillantes rotos por un pequeño mordisco. Sensacional. Los pies estaban enfundados en unas deportivas blanquiazules de tela de la marca Dunlop y unos Levi's 501 magníficamente rotos acompasaban cada una de sus costuras a la más perfecta perfección simétrica de la que un humano pudiera gozar. Con su melena dorada hacía malabares que aceleraban el pulso. No le veía la cara, pues la tenía inclinada y vuelta hacia su amiga. Su amiga, la morena, llevaba un vestido negro que parecía un camisón y que dejaba sobre el cruce de sus finísimas piernas morenas un túnel triangular confuso pero inevitable como el mismo destino del mundo. A ésta sí le veía la cara y junto con unos ensoñadores ojos mieliverdes que movía como las alas de un ángel, tenía unos labios brujos que seguro pronunciarían el beso como un poema. La seda, o lo que fuera, de su vestidito anunciaba rozadora e intermitentemente, pero con absoluta y trágica claridad que no llevaba sujetador y lo que es peor, que no lo llevaba porque era absolutamente innecesario. Continuó sus labores de vigía incógnito un rato hasta que algo inesperado, o mejor que inesperado, esperado largo tiempo hizo que ya fuera innecesario su disimulo. Algo, eso sí, que casi se había olvidado de esperar. Un manotazo en la cabeza y por detrás y un ¡quiyo que estás embobao con esas dos pedazos de tías! que por supuesto ellas oyeron y que les cambió las sonrisas por dos caras de disgusto. Era el anuncio de que por fin llegaban los amigos. Ellas se fueron mientras él las seguía con la mirada y veía como se unían al grupo que las llamaba desde una acera lejana.
Obligatoriamente separado de aquellos dos amores de su vida se entregó a un ratito de melancolía amorosa antes de unirse a la algarabía y el festejo de los amigos que ya comenzaban a dar buena cuenta de varios litros de cerveza que servían de inicio alcohólico y efectivísimo de la felicidad nocturna venidera. El líquido espumoso, sabroso y sagrado les ayudó a salir de aquel primer intermedio bebicitario en pleno apogeo. Los planes no podían ser más halagüeños. Iban al bar "El corral" a comer costillas de cerdo con las manos a disfrutar de lo lindo intentando cada uno ser el que más comía y dejando que la grasa les chorreara hasta los codos a la vez que se quemarían los dedos para no perder velocidad deglucionadora. Las risas, chistes, bromas y piropos volaban a buen volumen camino de un bar a otro.
Sin embargo, y sordamente, una especie de picor en la conciencia le decía que a él lo que le apetecía era irse con aquellas dos para fascinarlas con su estatura y sus ojos claros y su moto y su ropa nueva. Aunque no se sentía solo, a cualquiera de sus amigos le gustaría lo mismo: acostarse con ellas.
Por un momento le picó también la nostalgia de una novia que tuvo y que lo dejó diciéndole que era un hombre como todos los hombres y que todos sois iguales. No entendió nunca por qué se fue entonces con otro, que aunque rico, también era un hombre. Desechó rápidamente la debilidad espiritual que supone echar de menos a una tía y decidió pensar en las costillas de cerdo que el destino les deparaba si ninguna pandilla de tías lo impedía, lo que era seguro que no ocurriría, como siempre. Pero al menos olía a aventura.
Cayeron las costillas y más cervezas. Luego cayó un muy apropiado guiso de hígado con patatas a las doce de la noche bien regado con vino. Para copear se imponía otra mudanza. Entre la realidad que vivía y el mundo que le llegaba por ojos y oídos había ya una cierta, leve y aún agradable desconexión etílica que le hacía sentirse más capaz y más amigo. Subieron la calle en cuya esquina se aprovisionarían de güisquis y cubatas como los siete (o los que fueran) magníficos cabalgando entre aclamaciones de los lugareños. Nadie les echaba cuenta curiosamente. Pidieron en la barra y salieron fuera formando una especie de corro en cuyo interior había un círculo concéntrico formado por circulitos de vasos. Charlaban animada y amistosa pero hipócritamente, pues no se miraban sino que oteaban a un lado y a otro disfrutando masoquistamente de moreneces, redondeces, contornos, contoneos... e ignorancias.
A las dos horas de estar allí se encontró hablando con alguien sobre una personal teoría amorososimplificatoria que al igual que en los problemas con fracciones permitía simplificar elementos comunes arriba y abajo y que si entre más de una mujer se sentían cosas diferentes por ejemplo y brevemente x amor, cariño, sexo
y curiosidad, aventura, sexo
Se iba sexo y tanto x como y conseguían conservar su identidad y por tanto la infidelidad no existe aunque ellas digan que sí.
- Tú eres un sabio y estás borracho. Además, si las tías ni nos miran nunca. ¿Tú has ligao alguna vez? ¿Ni yo?
- No, tú no.
- ¿Y tú?
- Yo tampoco.
- Entonces.
Se volvió cansado de estupideces inmorales propias de los degenerados y las vio allí, al otro lado, junto a la puerta. Estaban tan encantadoras como al principio de la noche. Lo miraron y sonrieron. Seguro que lo habían reconocido. Quería mirarlas y conquistarlas de nuevo. En esos momentos no se piensa en matrimonios ni en camas ni en noviazgos ni en trascendencias tipo tengo novio o tengo la regla (lo que iguala un hipotético novio con una excrecencia de la mujer). En esos momentos sólo se piensa en una victoria inmediata sea de las dimensiones que sea. Y en fascinar, así que se compuso, alzó hombros y puso cara de interesante, y aprovechando que otras dos que estaban con ellas se acercaban a saludar a unos tíos enfijatados, buscó a un colega, y enfiló hacia ellas. Había mucha gente y se avanzaba lentamente. Se detuvieron junto a las dos amigas que saludaban a los marioscondes y él agarró a su amigo para que no siguiera andando y oír así lo que decían. Las amigas de la rubia y la morena intentaban disimular mientras una de ellas le decía a los tíos.
- Me lo dijo Lala, que seguro que hoy acababa acercándose el cateto ese de los calcetines blancos, el cordón de plata saliéndose por la camisa abierta y el pantalón de tubo. Ese que iba por detrás.
- Si quieres le parto la boca.
- Déjalo, hombre, bastante tiene con lo que tiene y con el corte que Lala y Nani le van a dar.
Él lo había oído comprobando que ni cuando le hacían caso le echaban cuenta. Sin despedirse, pasó al lado de una pareja (los dos morenos y de la misma estatura. Ella preciosa y él con gafas y cara de genio. Ella amorosísima y con alma encantadora) que se besaba. Tropezó con una mesa donde otra pareja miraba a la pared con cara de besugos y sintió que un amigo lo cogía del brazo.
- ¿Ya te vas? Si esto está lleno de tías buenas. Yo me lo estoy pasando como los indios.
- Los indios no se emborrachan solos y no follan con la imaginación. A los indios los matan a tiros.
- Vale tío. Mañana a la misma hora, ¿vale?
- Claro.
Sábado a las diez de la noche. Antes de salir, una última revisión en el espejo. Una pesada mano por el pelo, flanco derecho, flanco izquierdo: perfecto. Todo estaba en orden. Salió de su cuarto con paso decidido y sintiéndose seguro de sí mismo e incluso atractivo, se despidió con enorme simpatía y desdén de los que quedaban en casa y salió a la calle. Pensó en no coger la moto para no estropear los hermosos zapatos que iba estrenando, pero no era conveniente ir sin autonomía propia, así que le pidió el coche a su padre. Como le dijo que no, extrañamente, optó libremente al fin por coger la moto, tampoco era para tanto el posible estropicio del calzado y no hay que exagerar.
Arrancó la moto (¡Cómo sonaba!) y se dirigió al bar donde habían quedado. Aquellos eran sus amigos y sus compañeros de toda la vida. Ellos eran la compañía perfecta, la complicidad y el apoyo que cualquier hombre desea. Vestían de forma parecida, les gustaban las mismas películas y los mismos deportes y las mismas tías también, claro.
El camino que separaba su casa del lugar de la cita bullía ya de gente, y mientras miraba airoso, aunque disimulado, a las viandantes arregladas ya con las que se había cruzado, comenzaba (ya) a sentir ese comezón de euforia y ambiente que entra cuando uno se presiente incluido en la masa que se divierte; así que retardó un poco la marcha del motor y encendió un cigarro.
Aparcó la máquina, no si algo de dificultad, pues había muchas, y se dirigió al bar. Para variar, no había nadie. Bueno, sí había gente, pero ninguno de los que tenía que haber. Pidió cerveza y se sentó a esperar. Allí sentado solo y elegantemente vestido era como si todos y todas, la humanidad al completo y más, cada pared, cada coche y cada ventana le estuviese mirando. Incluso pasaba gente. No había más remedio que acorazar aquella vulnerabilidad pasajera. Era necesario transmitir mensajes de tranquilidad: cruzó las piernas, se recostó un poco y miró al reloj haciendo gestos de quien espera desespera y se pasó los dedos abiertos por sus maravillosos cabellos rubios y miró atento a un lado y a otro. Al volver a mirar hacia la derecha se quedó agradablemente sorprendido. Dos guapísimas se estaban sentando en una mesa cercana y a pleno alcance visual. Para prevenir, volvió a mirar el reloj y resopló con un disgusto elegante y comprensivo hacia quienes le tenían allí esperando. Ese era el mensaje. Sí, le tenían allí esperando. No sabría decir por qué pero sentía la certeza de que el interés que mínimamente despierta una persona sola entre el ambiente nocturno, está más cerca del temor o la compasión que de la fascinación, y eso era lo que a él le encantaba despertar en las mujeres: fascinación. Sintió que su estrategia no había sido inútil y se dedicó a observarlas poniendo mucho cuidado, eso sí, en que no se dieran cuenta. Para ello ponía en juego todo un repertorio de ángulos de ojos, caras de abstraído, retiradas con un fugaz movimiento de cuello... no se trataba de que ellas no supieran que las miraba, pues, mágicamente, todas lo adivinaban siempre; se trataba de que no hubiera pruebas concluyentes. Incluso les hacía gracia que alguien alto y guapo como él las observara complacido, seguro, pero no era momento, tan temprano y tan solo, para pasar a la desfachatez.
Eran dos universitarias preciosas y elegantísimas. No es que fueran vestidas de fiesta, pero estaban muy elegantes. La rubia vestía una camiseta de Benetton blanca muy pequeña y ajustada, como si fuera piel misma. La redondez de sus dos pechos moderados y ofensivamente desconocedores de la ley de la gravedad estaba ilustrada por unas manzanas de colores limpios y brillantes rotos por un pequeño mordisco. Sensacional. Los pies estaban enfundados en unas deportivas blanquiazules de tela de la marca Dunlop y unos Levi's 501 magníficamente rotos acompasaban cada una de sus costuras a la más perfecta perfección simétrica de la que un humano pudiera gozar. Con su melena dorada hacía malabares que aceleraban el pulso. No le veía la cara, pues la tenía inclinada y vuelta hacia su amiga. Su amiga, la morena, llevaba un vestido negro que parecía un camisón y que dejaba sobre el cruce de sus finísimas piernas morenas un túnel triangular confuso pero inevitable como el mismo destino del mundo. A ésta sí le veía la cara y junto con unos ensoñadores ojos mieliverdes que movía como las alas de un ángel, tenía unos labios brujos que seguro pronunciarían el beso como un poema. La seda, o lo que fuera, de su vestidito anunciaba rozadora e intermitentemente, pero con absoluta y trágica claridad que no llevaba sujetador y lo que es peor, que no lo llevaba porque era absolutamente innecesario. Continuó sus labores de vigía incógnito un rato hasta que algo inesperado, o mejor que inesperado, esperado largo tiempo hizo que ya fuera innecesario su disimulo. Algo, eso sí, que casi se había olvidado de esperar. Un manotazo en la cabeza y por detrás y un ¡quiyo que estás embobao con esas dos pedazos de tías! que por supuesto ellas oyeron y que les cambió las sonrisas por dos caras de disgusto. Era el anuncio de que por fin llegaban los amigos. Ellas se fueron mientras él las seguía con la mirada y veía como se unían al grupo que las llamaba desde una acera lejana.
Obligatoriamente separado de aquellos dos amores de su vida se entregó a un ratito de melancolía amorosa antes de unirse a la algarabía y el festejo de los amigos que ya comenzaban a dar buena cuenta de varios litros de cerveza que servían de inicio alcohólico y efectivísimo de la felicidad nocturna venidera. El líquido espumoso, sabroso y sagrado les ayudó a salir de aquel primer intermedio bebicitario en pleno apogeo. Los planes no podían ser más halagüeños. Iban al bar "El corral" a comer costillas de cerdo con las manos a disfrutar de lo lindo intentando cada uno ser el que más comía y dejando que la grasa les chorreara hasta los codos a la vez que se quemarían los dedos para no perder velocidad deglucionadora. Las risas, chistes, bromas y piropos volaban a buen volumen camino de un bar a otro.
Sin embargo, y sordamente, una especie de picor en la conciencia le decía que a él lo que le apetecía era irse con aquellas dos para fascinarlas con su estatura y sus ojos claros y su moto y su ropa nueva. Aunque no se sentía solo, a cualquiera de sus amigos le gustaría lo mismo: acostarse con ellas.
Por un momento le picó también la nostalgia de una novia que tuvo y que lo dejó diciéndole que era un hombre como todos los hombres y que todos sois iguales. No entendió nunca por qué se fue entonces con otro, que aunque rico, también era un hombre. Desechó rápidamente la debilidad espiritual que supone echar de menos a una tía y decidió pensar en las costillas de cerdo que el destino les deparaba si ninguna pandilla de tías lo impedía, lo que era seguro que no ocurriría, como siempre. Pero al menos olía a aventura.
Cayeron las costillas y más cervezas. Luego cayó un muy apropiado guiso de hígado con patatas a las doce de la noche bien regado con vino. Para copear se imponía otra mudanza. Entre la realidad que vivía y el mundo que le llegaba por ojos y oídos había ya una cierta, leve y aún agradable desconexión etílica que le hacía sentirse más capaz y más amigo. Subieron la calle en cuya esquina se aprovisionarían de güisquis y cubatas como los siete (o los que fueran) magníficos cabalgando entre aclamaciones de los lugareños. Nadie les echaba cuenta curiosamente. Pidieron en la barra y salieron fuera formando una especie de corro en cuyo interior había un círculo concéntrico formado por circulitos de vasos. Charlaban animada y amistosa pero hipócritamente, pues no se miraban sino que oteaban a un lado y a otro disfrutando masoquistamente de moreneces, redondeces, contornos, contoneos... e ignorancias.
A las dos horas de estar allí se encontró hablando con alguien sobre una personal teoría amorososimplificatoria que al igual que en los problemas con fracciones permitía simplificar elementos comunes arriba y abajo y que si entre más de una mujer se sentían cosas diferentes por ejemplo y brevemente x amor, cariño, sexo
y curiosidad, aventura, sexo
Se iba sexo y tanto x como y conseguían conservar su identidad y por tanto la infidelidad no existe aunque ellas digan que sí.
- Tú eres un sabio y estás borracho. Además, si las tías ni nos miran nunca. ¿Tú has ligao alguna vez? ¿Ni yo?
- No, tú no.
- ¿Y tú?
- Yo tampoco.
- Entonces.
Se volvió cansado de estupideces inmorales propias de los degenerados y las vio allí, al otro lado, junto a la puerta. Estaban tan encantadoras como al principio de la noche. Lo miraron y sonrieron. Seguro que lo habían reconocido. Quería mirarlas y conquistarlas de nuevo. En esos momentos no se piensa en matrimonios ni en camas ni en noviazgos ni en trascendencias tipo tengo novio o tengo la regla (lo que iguala un hipotético novio con una excrecencia de la mujer). En esos momentos sólo se piensa en una victoria inmediata sea de las dimensiones que sea. Y en fascinar, así que se compuso, alzó hombros y puso cara de interesante, y aprovechando que otras dos que estaban con ellas se acercaban a saludar a unos tíos enfijatados, buscó a un colega, y enfiló hacia ellas. Había mucha gente y se avanzaba lentamente. Se detuvieron junto a las dos amigas que saludaban a los marioscondes y él agarró a su amigo para que no siguiera andando y oír así lo que decían. Las amigas de la rubia y la morena intentaban disimular mientras una de ellas le decía a los tíos.
- Me lo dijo Lala, que seguro que hoy acababa acercándose el cateto ese de los calcetines blancos, el cordón de plata saliéndose por la camisa abierta y el pantalón de tubo. Ese que iba por detrás.
- Si quieres le parto la boca.
- Déjalo, hombre, bastante tiene con lo que tiene y con el corte que Lala y Nani le van a dar.
Él lo había oído comprobando que ni cuando le hacían caso le echaban cuenta. Sin despedirse, pasó al lado de una pareja (los dos morenos y de la misma estatura. Ella preciosa y él con gafas y cara de genio. Ella amorosísima y con alma encantadora) que se besaba. Tropezó con una mesa donde otra pareja miraba a la pared con cara de besugos y sintió que un amigo lo cogía del brazo.
- ¿Ya te vas? Si esto está lleno de tías buenas. Yo me lo estoy pasando como los indios.
- Los indios no se emborrachan solos y no follan con la imaginación. A los indios los matan a tiros.
- Vale tío. Mañana a la misma hora, ¿vale?
- Claro.
Friday, July 06, 2007
Algo de Bucay. Déjame que te cuente... La esposa del ciego.
—Parece que entráramos en otro campo, el campo personal y subjetivo de qué le pasa a cada uno frente a la mentira. Y, en todo caso, por qué estaría mal mentir. Miles de veces hemos visto juntos que la sociedad en que vivimos detesta los individuos impredecibles. Esto significa una pérdida de control que complica las reglas de juego de la convivencia, por lo menos en el sistema tal como está estructurado. En este sistema, mentir está mal porque si mientes nunca voy a poder saber a ciencia cierta, qué piensas, qué haces, ni qué te pasa. Para conservar el control de la situación yo, como todos, necesitamos hechos verdaderos y si mis sentidos no alcanzan a informarme, necesito de la información que me des, necesito creer que lo que me dices es cierto.
— Pero si no puedo confiar en lo que me dicen los demás – argumenté— tampoco puedo vivir.
— Nadie puede prohibirte que confíes, Demián. Lo que cuestiono es que pretendas prohibirle al otro que mienta.
—Pero, Jorge, si cada uno dijera lo que se le canta, todo se volvería un horror. Si todos mienten y nadie puede creer en nadie, la situación se transforma en un caos.
— Es una posibilidad –dijo el gordo— pero no es la única. Hay otra posibilidad que es la que a mí me gusta pensar como más probable. Dijimos que uno miente porque juzgándose a sí mismo, teme el juicio de los demás. Dijimos también que el que miente ya se condenó.
Pero imagínate un mundo en libertad, un mundo de permisos inconmensurables, un mundo donde nada tenga que ser prohibido, inconveniente ni obligatorio...
En un mundo así, nadie se condenaría, ni se juzgaría, ni esperaría juicios críticos de los demás. Y entonces, quizás suceda que con la libertad de mentir o no mentir, con el permiso de decir la verdad u ocultarla, quizás suceda que todos a la vez dejemos de mentir y el universo se transforme por fin en un espacio confiable y relajado...
Esa también es una posibilidad...
— Pero si no puedo confiar en lo que me dicen los demás – argumenté— tampoco puedo vivir.
— Nadie puede prohibirte que confíes, Demián. Lo que cuestiono es que pretendas prohibirle al otro que mienta.
—Pero, Jorge, si cada uno dijera lo que se le canta, todo se volvería un horror. Si todos mienten y nadie puede creer en nadie, la situación se transforma en un caos.
— Es una posibilidad –dijo el gordo— pero no es la única. Hay otra posibilidad que es la que a mí me gusta pensar como más probable. Dijimos que uno miente porque juzgándose a sí mismo, teme el juicio de los demás. Dijimos también que el que miente ya se condenó.
Pero imagínate un mundo en libertad, un mundo de permisos inconmensurables, un mundo donde nada tenga que ser prohibido, inconveniente ni obligatorio...
En un mundo así, nadie se condenaría, ni se juzgaría, ni esperaría juicios críticos de los demás. Y entonces, quizás suceda que con la libertad de mentir o no mentir, con el permiso de decir la verdad u ocultarla, quizás suceda que todos a la vez dejemos de mentir y el universo se transforme por fin en un espacio confiable y relajado...
Esa también es una posibilidad...
Monday, July 02, 2007
La parábola de la oruga.
Avanzamos así. Y si aprendiéramos de esto, los de la cola, en vez de tirar del culo para detrás empujaríamos con nuestros gritos de ánimo a la cabeza y no la haríamos sufrir tanto.
Para avanzar, la cabeza de la oruga comienza a tirar hacia delante, el cuerpo se tensa y sufre mientras que el culo se aferra para no caerse. No digo que el culo deba dejar su prudencia, gracias a ello la oruga sobrevive. Pero sí debería dejar su miedo y animar un poco.
Cuando eres intransigente o cruel, cuando alguien te parece demasiado atrevido o simplemente te parece mal porque va en contra de lo que crees que tiene que ser así y basta... ojo si quieres avanzar, no vayas a ser lo que el culo de la oruga deja detrás, y no te ofendas. La oruga entera acaba yendo hacia adelante. Fue una promesa y es una marcha irrenunciable. Hay que tener la humildad suficiente para valorar a la cabeza, porque, en el fondo, cabeza y final son sólo una misma cosa. Una oruga.
Para avanzar, la cabeza de la oruga comienza a tirar hacia delante, el cuerpo se tensa y sufre mientras que el culo se aferra para no caerse. No digo que el culo deba dejar su prudencia, gracias a ello la oruga sobrevive. Pero sí debería dejar su miedo y animar un poco.
Cuando eres intransigente o cruel, cuando alguien te parece demasiado atrevido o simplemente te parece mal porque va en contra de lo que crees que tiene que ser así y basta... ojo si quieres avanzar, no vayas a ser lo que el culo de la oruga deja detrás, y no te ofendas. La oruga entera acaba yendo hacia adelante. Fue una promesa y es una marcha irrenunciable. Hay que tener la humildad suficiente para valorar a la cabeza, porque, en el fondo, cabeza y final son sólo una misma cosa. Una oruga.
Wednesday, June 20, 2007
Me gusta no me gusta. Como Vincent
Me gustan las decisiones libres, la espontaneidad de un beso irreprimido, dejar de afeitarme y usar vaqueros tan viejos que huelan a mi colegio. Las Reebok blancas recién estrenadas, el recibimiento nervioso de Obiwan mil veces al día, comprar aceite del bueno y la sutil espuma frambuesa de un tinto joven. Adoro que te guste lo que cocino, escribir sin remedio, y esta espera nerviosa del triunfo. Me gusta cuando te miro y sabes que te sé, cantar en todo momento y pasear mientras silbo. El roce de los dedos de Fon en mi cara, acariciarle a Nuria tan negro su pelo y reírme muchísimo contigo. Me tiembla el alma con el niñodios de Moguer y es un orgullo odiar la nana de la cebolla en su belleza. Me gusta saber que achico lo oscuro si lloro contigo. Y me gusta más que nada la palabra amigo.
Odio los cinturones baratos, los colores tristes y el desorden de los libros. Para nada me gustan los coches habitados por ruidos, ver perder la esperanza, los zapatos sucios ni el tiempo perdido. Na me gusta el ya veremos, ni el vamos a ver ni el que lo ha dicho, mucho menos si me mira por encima del hombro desde su nicho. El poder me enferma y los pájaros sin nido. Que no muevas los pies al son de la música, una canción desperdiciada… y me parece el gran fracaso un te quiero nunca dicho. Estar contra algo, el luchar por y el chándal que nunca visto. Los espacios cerrados no me agradan más allá de tres pisos y limpiar con la mano el vaho del parabrisas es un horror nunca visto.
Adoro conocer a Dios y que me llame amigo su hijo. Y más que el mundo mismo, lloro sin no veo el impecable milagro de ver volar tu espíritu.
Odio los cinturones baratos, los colores tristes y el desorden de los libros. Para nada me gustan los coches habitados por ruidos, ver perder la esperanza, los zapatos sucios ni el tiempo perdido. Na me gusta el ya veremos, ni el vamos a ver ni el que lo ha dicho, mucho menos si me mira por encima del hombro desde su nicho. El poder me enferma y los pájaros sin nido. Que no muevas los pies al son de la música, una canción desperdiciada… y me parece el gran fracaso un te quiero nunca dicho. Estar contra algo, el luchar por y el chándal que nunca visto. Los espacios cerrados no me agradan más allá de tres pisos y limpiar con la mano el vaho del parabrisas es un horror nunca visto.
Adoro conocer a Dios y que me llame amigo su hijo. Y más que el mundo mismo, lloro sin no veo el impecable milagro de ver volar tu espíritu.
Friday, March 16, 2007
Porque las cosas parecen normales hasta que, bien miradas, dejan de ser tan normales. Y es que los profes también podemos haceros ver un par de hechos curiosos:
A ver, poneros en situación: vais en ese escaparate de sobacos que es el tussam, que parece que nos subimos para anunciar el efecto Axe, o axila, que se dice, pero sin que pase nunca lo del anuncio, ¿os imagináis? levantas el brazo y se te cuela debajo la señora de enfrente y el chófer del autobús y tú encima, tienes que parecer feliz...
Os decía, vais en ese cacharro del color de un sunidelaight a lo bestia después de que te han despertado de madrugada tras no haber tenido más remedio que acostarte tardísimo.
¿Había que estudiar?
Claro, y algo más trascendente, cantaba ese muchacho que tiene nervios hasta en su peluquero, de hecho, lo peina con la mimipimer: el Bisbal. Y no él solo, sino el resto de
la peña: ese que parece un guionista de culebrones y que llora tanto y la que no presume na, y la libin a selebreichon... total, imposible acostarse a una hora decente para poder estar en forma para algo tan tonto como ir al cole al día siguiente.
Bueno, hablábamos de cosas normales. Os parecerá normal el simple hecho de entrar en el cole, pero analicemos:
Cuando estáis en 1er ciclo entran más libros que niña, todo sobre ruedas (gesto carrito) y cuando llegáis a 2ºc y Bto entra más niña que libros (gesto cigarro). Y qué caras Dios mío, ahora, eso sí, si se saluda se hace practicando idiomas (bostezo).
Otra cosa, en primer ciclo aún estáis sujetas a la ley de la gravedad (ropa), pero os hacéis mayores y desafiáis a la física (ropa).
En fin, se suben la escaleras haciendo esa prodigiosa imitación del caracol con agujetas y se llega a clase. Ya se acabó lo de tener sueño, chicle en la boca y a charlar como rumiantes:
- ¿A que no sabes quién me ha dado un toque?
- Po yo ayé me hice un pircin, ira tía (y ala ombligo al aire, pas tos)
Y mientras santa Cinta hablando por el hi-fi, hacemos silencio por favor, y el silencio sin hacer, porque claro, como es normal, le estáis prestando la atención que se merece, según vosotras, ninguna, y los profes intentando ayudar al altavoz: te voy a suspender, claro es que estáis en la eso, si alguien no quiere rezar, que se vaya, el comprensivo, pero no sale nadie, es como hablarle a un saco de grillos. Hasta que se oye eso de “esto entra en el examen”.
Comienza el día, por lo menos tiene algo bueno, es ese santo que habéis elevado a los altares sin consultar al Vaticano: San Viernes Gonzaga, porque si lo miráis bien, la semana se divide en: de lunes a miércoles, hablar del finde anterior, y jueves y viernes a hablar del siguiente, y decimos que no os sabéis los verbos, si domináis perfectamente pasado y futuro, ¿y el presente? po del subjuntivo.
Ya estamos atendiendo al profe de 1ª hora, y el rimmel que parece supergén solidificao, que no hay quien abra los ojos y más con la moda de este año, las rayas, que las clases parecen el canal plus. Tocan: ¿quiya, ahora qué hay? No sé, qué hemos tenío, normá.
Venga vale, sigue la mañana, ¿qué hora es? ¡po la hora de comer! que ya se oye el concierto en hambre mayor para tripa y estómago. Todas haciendo abdominales (gesto bocao) y ese olor a charcutería que hay por la clase mezclao con chocolate y gusanitos, y los lprofes moviendo la nariz ¿no os huele raro? jum jum jum , y no os pillamos. De vez en cuando hasta hay una que se atraganta y to y el profe preocupao cuando la ve con las lágrimas saltás y moviendo la cabeza como un pavo, ¿te pasa algo hija?
Tercera hora, qué toca, ah, ya Startiza y la tiza contrataca, venga, y pintar en la pizarra, que parece una redacción sobre un programa rosa que tratara de una ganadería, la pobre. Y después, No hay tizaaaa... Bueno, ya está, que hay examen con Joseantonio, y eso que la Convención de Ginebra prohibió la tortura hace 50 años. Te dan el examen, te lo lees, te pones muy malita muy malita, aquí un examen, aquí una amiga... Os miráis unas a otras con cara apretá y siempre hay una que dice, ¡Bien me sé una! Seguís con el examen, hola qué tal, te veo muy blanco... y, por supuesto, nadie copia.
Riniing, al recreo, sesión de rayos uvas pa las rodillas, así tenéis las pieles, como un frutero, que si uvas, que si zanahorias, que si aftersan de yoyoba. La pera que sois. Se acaba el recreo, 10 mn en subir, eso sí, menos a las que les tocaba limpiar el patio, que desaparecieron hace un cuarto de hora.
Qué toca, qué toca, educación física: los 1000 m escaqueo por el río: ese paseo al sol, esa tertulia caminante, las dos o tres que se quedan como las reinas, a saludar (gesto). Te queda el chandal ideal, y los cuellos, supervenga, ¿por qué andas tan rara? es que los zapatos me los ha prestado una de segundo... Y en el vestuario al volver y 5ªhora, qué olorcitos, Dios mío, que parece que habéis estado en salmuera una semana al sol y en un tapergüé, y el profe de esa hora, que no quiere ser grosero, ¿qué os parece si abrimos las ventanas, hace calor no? y la criatura con más mala cara que un chimpancé chupando limones y más agobiao que un cangrejo en un cubo.
Y por fin llega la última hora, y todas como si hubierais salido de una sesión de anestesia, menos los 10 últimos minutos, cuando comienzan a oirse a los que llegan a recogeros (moto) y parece que la clase os la están dando por la ventana, todas mirando pa ya.
¿Qué me decís de los niños? Eso sí que es una fauna ibérica digna de estudio, que parece un documental sobre el Buitre leonado planeando sobre su almuerzo. Porque, eso sí, salvo alguna exepción, hay una absoluta correspondencia entre la tribu urbana a la que pertenece la niña en cuestión y la tribu a la que pertenece el noviete ese que se queda abajo en postura típica de su grupo (imitar y eructo) mientras que vosotras a mirarse en el cristal más cercano ¿por qué ese tío? porque y lo valgo. Y ya por fin os vais por ah... salís. Y uno esperaría que recibierais al colega con amor y simpatía, ¿no? po no, si se salva de pagar el pato con una cara larga por lo menos desdén altivo, espera un momento, a no ser que quieras fastidiar a alguna compañera, entonces, lo adoras peliteñida.
Ea, po yastá, empieza el findesemana, qué digo empieza, continúa, que ya vimos que comenzó el viernes a las 8.30.
En la puerta hablamos de las cosas fundamentales: qué te vas a poner, con quién vas a quedar, a qué hora y dónde... todas a hacer la yegua, a hipódromo, aunque ya se están poniendo de moda otros sitios. Y además se nota que en religión habéis aprendido bien eso del amor al prójimo, porque os echáis unos piropos... y mientras sale ese rebaño con más agujeros que el colchón de un cangrejo con el cigarrito preparao y el mechero listo pa funciona na mas que dejen detrás a cinta que está en la puerta de chiqueros ehe ehe mientras se oyen cosas como, Dios mío la otra noche soñé que era cani, qué mal tía, o, ¿me dejarías los pantalones blancos para que se me vea más? o quiya, pásame los vaqueros del dragón pa ponérmelos con las plataformas de corcho, en fin, preparándolo todo para Atrévete o pa Capote.
Y el sábado, tras descansar del viernes noche, las 3 de la tarde, madrugón, ¿mamá qué hay de desayunar? garbanzos, ala. De postre un ratito de messenger a Ochoa a tomar cafelito y a prepararse otra vez: ese agobio frente al ropero lleno: es que no tengo que ponerme.
El domingo, qué chungo, si mañana hay un peazo de examen, bueno, salgo y ya estudiaré a una buena hora, las 12, así como no vais a tener esas caritas, normal.
A ver, poneros en situación: vais en ese escaparate de sobacos que es el tussam, que parece que nos subimos para anunciar el efecto Axe, o axila, que se dice, pero sin que pase nunca lo del anuncio, ¿os imagináis? levantas el brazo y se te cuela debajo la señora de enfrente y el chófer del autobús y tú encima, tienes que parecer feliz...
Os decía, vais en ese cacharro del color de un sunidelaight a lo bestia después de que te han despertado de madrugada tras no haber tenido más remedio que acostarte tardísimo.
¿Había que estudiar?
Claro, y algo más trascendente, cantaba ese muchacho que tiene nervios hasta en su peluquero, de hecho, lo peina con la mimipimer: el Bisbal. Y no él solo, sino el resto de
la peña: ese que parece un guionista de culebrones y que llora tanto y la que no presume na, y la libin a selebreichon... total, imposible acostarse a una hora decente para poder estar en forma para algo tan tonto como ir al cole al día siguiente.
Bueno, hablábamos de cosas normales. Os parecerá normal el simple hecho de entrar en el cole, pero analicemos:
Cuando estáis en 1er ciclo entran más libros que niña, todo sobre ruedas (gesto carrito) y cuando llegáis a 2ºc y Bto entra más niña que libros (gesto cigarro). Y qué caras Dios mío, ahora, eso sí, si se saluda se hace practicando idiomas (bostezo).
Otra cosa, en primer ciclo aún estáis sujetas a la ley de la gravedad (ropa), pero os hacéis mayores y desafiáis a la física (ropa).
En fin, se suben la escaleras haciendo esa prodigiosa imitación del caracol con agujetas y se llega a clase. Ya se acabó lo de tener sueño, chicle en la boca y a charlar como rumiantes:
- ¿A que no sabes quién me ha dado un toque?
- Po yo ayé me hice un pircin, ira tía (y ala ombligo al aire, pas tos)
Y mientras santa Cinta hablando por el hi-fi, hacemos silencio por favor, y el silencio sin hacer, porque claro, como es normal, le estáis prestando la atención que se merece, según vosotras, ninguna, y los profes intentando ayudar al altavoz: te voy a suspender, claro es que estáis en la eso, si alguien no quiere rezar, que se vaya, el comprensivo, pero no sale nadie, es como hablarle a un saco de grillos. Hasta que se oye eso de “esto entra en el examen”.
Comienza el día, por lo menos tiene algo bueno, es ese santo que habéis elevado a los altares sin consultar al Vaticano: San Viernes Gonzaga, porque si lo miráis bien, la semana se divide en: de lunes a miércoles, hablar del finde anterior, y jueves y viernes a hablar del siguiente, y decimos que no os sabéis los verbos, si domináis perfectamente pasado y futuro, ¿y el presente? po del subjuntivo.
Ya estamos atendiendo al profe de 1ª hora, y el rimmel que parece supergén solidificao, que no hay quien abra los ojos y más con la moda de este año, las rayas, que las clases parecen el canal plus. Tocan: ¿quiya, ahora qué hay? No sé, qué hemos tenío, normá.
Venga vale, sigue la mañana, ¿qué hora es? ¡po la hora de comer! que ya se oye el concierto en hambre mayor para tripa y estómago. Todas haciendo abdominales (gesto bocao) y ese olor a charcutería que hay por la clase mezclao con chocolate y gusanitos, y los lprofes moviendo la nariz ¿no os huele raro? jum jum jum , y no os pillamos. De vez en cuando hasta hay una que se atraganta y to y el profe preocupao cuando la ve con las lágrimas saltás y moviendo la cabeza como un pavo, ¿te pasa algo hija?
Tercera hora, qué toca, ah, ya Startiza y la tiza contrataca, venga, y pintar en la pizarra, que parece una redacción sobre un programa rosa que tratara de una ganadería, la pobre. Y después, No hay tizaaaa... Bueno, ya está, que hay examen con Joseantonio, y eso que la Convención de Ginebra prohibió la tortura hace 50 años. Te dan el examen, te lo lees, te pones muy malita muy malita, aquí un examen, aquí una amiga... Os miráis unas a otras con cara apretá y siempre hay una que dice, ¡Bien me sé una! Seguís con el examen, hola qué tal, te veo muy blanco... y, por supuesto, nadie copia.
Riniing, al recreo, sesión de rayos uvas pa las rodillas, así tenéis las pieles, como un frutero, que si uvas, que si zanahorias, que si aftersan de yoyoba. La pera que sois. Se acaba el recreo, 10 mn en subir, eso sí, menos a las que les tocaba limpiar el patio, que desaparecieron hace un cuarto de hora.
Qué toca, qué toca, educación física: los 1000 m escaqueo por el río: ese paseo al sol, esa tertulia caminante, las dos o tres que se quedan como las reinas, a saludar (gesto). Te queda el chandal ideal, y los cuellos, supervenga, ¿por qué andas tan rara? es que los zapatos me los ha prestado una de segundo... Y en el vestuario al volver y 5ªhora, qué olorcitos, Dios mío, que parece que habéis estado en salmuera una semana al sol y en un tapergüé, y el profe de esa hora, que no quiere ser grosero, ¿qué os parece si abrimos las ventanas, hace calor no? y la criatura con más mala cara que un chimpancé chupando limones y más agobiao que un cangrejo en un cubo.
Y por fin llega la última hora, y todas como si hubierais salido de una sesión de anestesia, menos los 10 últimos minutos, cuando comienzan a oirse a los que llegan a recogeros (moto) y parece que la clase os la están dando por la ventana, todas mirando pa ya.
¿Qué me decís de los niños? Eso sí que es una fauna ibérica digna de estudio, que parece un documental sobre el Buitre leonado planeando sobre su almuerzo. Porque, eso sí, salvo alguna exepción, hay una absoluta correspondencia entre la tribu urbana a la que pertenece la niña en cuestión y la tribu a la que pertenece el noviete ese que se queda abajo en postura típica de su grupo (imitar y eructo) mientras que vosotras a mirarse en el cristal más cercano ¿por qué ese tío? porque y lo valgo. Y ya por fin os vais por ah... salís. Y uno esperaría que recibierais al colega con amor y simpatía, ¿no? po no, si se salva de pagar el pato con una cara larga por lo menos desdén altivo, espera un momento, a no ser que quieras fastidiar a alguna compañera, entonces, lo adoras peliteñida.
Ea, po yastá, empieza el findesemana, qué digo empieza, continúa, que ya vimos que comenzó el viernes a las 8.30.
En la puerta hablamos de las cosas fundamentales: qué te vas a poner, con quién vas a quedar, a qué hora y dónde... todas a hacer la yegua, a hipódromo, aunque ya se están poniendo de moda otros sitios. Y además se nota que en religión habéis aprendido bien eso del amor al prójimo, porque os echáis unos piropos... y mientras sale ese rebaño con más agujeros que el colchón de un cangrejo con el cigarrito preparao y el mechero listo pa funciona na mas que dejen detrás a cinta que está en la puerta de chiqueros ehe ehe mientras se oyen cosas como, Dios mío la otra noche soñé que era cani, qué mal tía, o, ¿me dejarías los pantalones blancos para que se me vea más? o quiya, pásame los vaqueros del dragón pa ponérmelos con las plataformas de corcho, en fin, preparándolo todo para Atrévete o pa Capote.
Y el sábado, tras descansar del viernes noche, las 3 de la tarde, madrugón, ¿mamá qué hay de desayunar? garbanzos, ala. De postre un ratito de messenger a Ochoa a tomar cafelito y a prepararse otra vez: ese agobio frente al ropero lleno: es que no tengo que ponerme.
El domingo, qué chungo, si mañana hay un peazo de examen, bueno, salgo y ya estudiaré a una buena hora, las 12, así como no vais a tener esas caritas, normal.
Tuesday, March 13, 2007
The last monky
Consecuencias de ser el último mono. Consecuences of being the last monkey.
Nunca me equivoco. Nunca hago nada mal, y, mucho menos, en ese imposible caso, lo admito. En el hipotético e inimaginable caso de que ello ocurriera ni con una bota de escalador pisándome el dedo meñique del pie viendo entrar a la Macarena daría marcha atrás. Ergo el último mono es el responsable directo de todos los fallos que se hayan ido detectando a cualquier nivel. Por lo tanto, es justo que pague las consecuencias del mejor humor posible. Agradezca, además le es permitido permanecer en la manada. Si además de culpable universal de toda culpa culposa optara por postura protestota y tontuzamente empecinada, sería de todo punto inaceptable.
Si el último mono está triste o serio, el responsable de la manada tiene derecho prejudicial a sentencia inculpatoria so pena imponible a todo equivocado acusador crítico del perfectísimo sistema del que el responsable es omnímodo responsable. Ergo su siempre extrañísimo e inexplicable estado de ánimo y exacerbante expresión facial, tristeza o enfado (last monkey sandez or angriness make him a monsterness) son, asimismo y por su propio peso, fallos intrínsecos de adaptación del último mono, que se resiste, obstinada y erróneamente a ser el último mono que es. Ergo él es la causa directa de todas sus propias consecuencias.
Al ser el último mono el culpable de todos los fallos (incluido él mismo) la cúpula de la manada tiene derecho a extender dicho razonamiento. Ergo no sólo es culpable de todo fallo efectivamente contrastado, sino que, todo acto perpetrado por él es (ab initio, fronde biginin) absolutamente fallido y disparatado. Ergo su sometimiento a vigilancia y entredicho es deber moral de la cúpula, ya que , con su propia existencia, el último mono vulnera los principios constitucionales de la manada. La cúpula tiene pues, no sólo derecho, sino la obligación altruísima de negarle de forma preventiva dichos derechos. Sería situación comprometidísima pudiera disponer de los mismos dichos derechos que los monos integrados pueden.
El último mono, al no saber aceptar sin más su lugar en la manada a la que pertenece por adopción graciosa, que jamás de forma natural de suo, en su afán por relacionarse con otras formas de vida para así ilusoriamente escapar del ostracismo connatural a biing de las monki, rompe todo lo que es el comportamiento establecido per secula para toda manada de monos. Hay fuertes penas para eso en todo pueblo elegido y en toda manada.
No debe inducirse ningún derecho a renuncia por parte del último mono a nada de todo lo anterior. Si bien es cierto que la infalible e inamovible existencia de la cúpula necesita de un último mono para ser usado de continuo en incluso en caso de necesidad, esa existencia del universal no exime al último mono de ser el último mono. Si faltara se buscaría reemplazo inmediato, pero mientras exista, la razón de su ser en la manada es unívoca e inapelable. Es y será por siempre delast monki, por detrás de todos los demás miembros, ya sean antiguos o de nuevo cuño, pues lo suyo es una esencia, que no un accidente. Vulnerar este principio desestabilizaría a la cúpula en mí encarnada y a toda la manada, de la que por designio divino cuido.
Además de la benignidad de la manada el último mono goza, de manera injusta e inexplicable, de una seguridad en sí mismo, de todo punto de vista ofensiva y de unos inmerecidísimos golpes de suerte que le permiten sobrevivir e incluso mostrarse altanero y orgulloso. La supresión debe ser siempre un peso en el aire para control de dicho elemento y para ello se le hará patente y se acumulará arsenal adecuado.
El último mono me toca las pelotas incluso relegado a ser el último mono. No lo soporto. Que sepa que por mucho que lo intente no es del agrado de la cúpula quencarno. No lo zoporto. Es que no.
Nunca me equivoco. Nunca hago nada mal, y, mucho menos, en ese imposible caso, lo admito. En el hipotético e inimaginable caso de que ello ocurriera ni con una bota de escalador pisándome el dedo meñique del pie viendo entrar a la Macarena daría marcha atrás. Ergo el último mono es el responsable directo de todos los fallos que se hayan ido detectando a cualquier nivel. Por lo tanto, es justo que pague las consecuencias del mejor humor posible. Agradezca, además le es permitido permanecer en la manada. Si además de culpable universal de toda culpa culposa optara por postura protestota y tontuzamente empecinada, sería de todo punto inaceptable.
Si el último mono está triste o serio, el responsable de la manada tiene derecho prejudicial a sentencia inculpatoria so pena imponible a todo equivocado acusador crítico del perfectísimo sistema del que el responsable es omnímodo responsable. Ergo su siempre extrañísimo e inexplicable estado de ánimo y exacerbante expresión facial, tristeza o enfado (last monkey sandez or angriness make him a monsterness) son, asimismo y por su propio peso, fallos intrínsecos de adaptación del último mono, que se resiste, obstinada y erróneamente a ser el último mono que es. Ergo él es la causa directa de todas sus propias consecuencias.
Al ser el último mono el culpable de todos los fallos (incluido él mismo) la cúpula de la manada tiene derecho a extender dicho razonamiento. Ergo no sólo es culpable de todo fallo efectivamente contrastado, sino que, todo acto perpetrado por él es (ab initio, fronde biginin) absolutamente fallido y disparatado. Ergo su sometimiento a vigilancia y entredicho es deber moral de la cúpula, ya que , con su propia existencia, el último mono vulnera los principios constitucionales de la manada. La cúpula tiene pues, no sólo derecho, sino la obligación altruísima de negarle de forma preventiva dichos derechos. Sería situación comprometidísima pudiera disponer de los mismos dichos derechos que los monos integrados pueden.
El último mono, al no saber aceptar sin más su lugar en la manada a la que pertenece por adopción graciosa, que jamás de forma natural de suo, en su afán por relacionarse con otras formas de vida para así ilusoriamente escapar del ostracismo connatural a biing de las monki, rompe todo lo que es el comportamiento establecido per secula para toda manada de monos. Hay fuertes penas para eso en todo pueblo elegido y en toda manada.
No debe inducirse ningún derecho a renuncia por parte del último mono a nada de todo lo anterior. Si bien es cierto que la infalible e inamovible existencia de la cúpula necesita de un último mono para ser usado de continuo en incluso en caso de necesidad, esa existencia del universal no exime al último mono de ser el último mono. Si faltara se buscaría reemplazo inmediato, pero mientras exista, la razón de su ser en la manada es unívoca e inapelable. Es y será por siempre delast monki, por detrás de todos los demás miembros, ya sean antiguos o de nuevo cuño, pues lo suyo es una esencia, que no un accidente. Vulnerar este principio desestabilizaría a la cúpula en mí encarnada y a toda la manada, de la que por designio divino cuido.
Además de la benignidad de la manada el último mono goza, de manera injusta e inexplicable, de una seguridad en sí mismo, de todo punto de vista ofensiva y de unos inmerecidísimos golpes de suerte que le permiten sobrevivir e incluso mostrarse altanero y orgulloso. La supresión debe ser siempre un peso en el aire para control de dicho elemento y para ello se le hará patente y se acumulará arsenal adecuado.
El último mono me toca las pelotas incluso relegado a ser el último mono. No lo soporto. Que sepa que por mucho que lo intente no es del agrado de la cúpula quencarno. No lo zoporto. Es que no.
Friday, March 02, 2007
MAMÁ CARTA
El pueblo estaba demasiado lejos, si es que a aquellas tres casuchas se les podía llamar pueblo. Además, si fuera algo importante, mira, pero seguro que son cartas de queridísima, queridísimo, besos y demás. Una casi todas las semanas; también son ganas de escribir.
Cuando joven, él también había escrito esas cartas y sabía lo que decían, así que se las llevaría todas juntas al final, mejor, tendría más besitos. Pero... anda que si se enfada ella por no dárselas una a una... Claro que se enfada, pero con este calor... ya vería. Esa era su frase.
Ya vería.
Mientras, en la sombra de la entrada y con el ventilador enfrente, no se estaba tan mal. Sus botas, en alto y apoyadas en algo, como en las películas, tenían el polvo de cuarenta y dos años repartiendo cartas.
El los había visto hacerse novios y los había visto alguna que otra vez en alguna que otra calle besándose y haciendo alguna que otra cosita más. Eran jóvenes, ya verían.
- ¿Te has fijado lo blanca que anda la niña? Ni que el novio se hubiera ido a la guerra en vez de a buscar trabajo. No hay quien los entienda.
- Es que hace tres meses que no le escribe, Pedro, y ella creerá ya que no la quiere.
- ¡Qué niña ésta! ¿No sabe lo lento que es el correo? Además, bastante ocupado estará como para llevarse escribiendo todo el día.
- No soy niña, padre, ya tengo casi veintisiete años, y debería escribirme, si.
- ¡No me hables en ese tono!
- No padre.
- Vete y déjame hablar con tu madre.
- Sí padre.
- ¿Te has fijado lo que está engordando? Casi no se le ven los ojos.
- ¿En qué quieres que me fije: está muy blanca o está engordando?
- Las dos cosas.
- ¡Sigue así! Lo que le hace falta a la niña eres tú y tus tonterías. Me voy, que ya es tarde. Dile a la niña que me cepille el caballo, esta tarde voy al pueblo.
- ¿Te llegarás a correos?
- Por no escucharos. Hasta luego. Adiós niña!!
- Adiós padre!!
Siempre salía de su casa con la intención de no hacerlo, no había que tentar tanto a la suerte, pero verla y mirar era como un arañazo en el centro mismo del centro del estómago. Y el árbol, la noche, el olor, su olor, el aire y los besos... Era como dejar que el alma diera gritos y gritos hasta dormirse.
Otra carta. Había llegado otra carta. Iba a tener que decidirse a llevarlas, porque aunque fueran de besos, tampoco un beso es tan poca cosa como para no echarle cuenta. ¡Ay! y me dijo mi mujer que me pasara por la tienda y le llevara no sé qué. Bueno, iré a la tienda antes de que cierren y luego llevaré las cartas. Debería haber comprado aquel percherón que le ofreció el jefe. Mañana iría a verlo a ver si se lo vende.
El padre pasaba en ese momento por la puerta de correos: Señor Pedro! Señor!
Tenía el cartero poca voz ya. Se fue. También es mala pata. Y la hora que es. Bueno, iré a la tienda. Mañana cuando compre el percherón llevaré las cartas.
El cartero caminaba despacio.
Querida y amor mío:
Hace ya siete meses que te escribo todas las semanas y todavía no me has contestado nunca. ¿Estás enfadada conmigo por... eso?
Ya me va bien en el trabajo y me he mudado a una casa casa y no vivo ya en el buhío ese que te conté. Ya tengo algo ahorrado y puedes venirte para acá cuando nos casemos. Aquí en este trabajo dan vacaciones y valoran, eso dicen, el que yo sepa manejar estos motores. ¿Te acuerdas que cuando los hacíamos pensábamos que sólo eran juguetes? Estoy estudiando también. Dicen que cuando acabe esto que ellos llaman ingeniería voy a ganar mucho dinero, y eso que no es nada más que poner nombres raros y dar muchas razones a las cosas que son porque sí.
¿Cómo te va... eso? Escríbeme, aunque ya pronto iré y nos casaremos. Muchos besos, y recuerdos a tus padres. Hasta pronto, tu
¿Te has fijado que ya hace siete meses que el novio de la niña se fue y que todavía no le ha escrito? La niña se lleva todo el día llorando. ¿Y te has fijado lo blanquísima y lo gorda y lo rara que está? Si sigue así vamos a tener que llamar al doctor.
- Al doctor ni al doctor. ¿Qué falta le hace el doctor a alguien que engorda? Eso es bueno: que engorde.
- ¿Y el novio?
- He oido que el cartero estaba muy mal desde que se cayó del caballo. Iré a verle, pobre hombre, y le preguntaré al nuevo por si hay carta.
¿Y niña?
- Fuera. Seguro que está llorando.
- Llorando. Como si no hubiera otra cosa que hacer.
- ¿Por qué no eres más cariñoso con ella? ¿Te has fijado que no le das un beso desde que cumplió los diecisiete años?
- Soy su padre.
- Por eso.
- Pues por eso.
Ella estaba fuera, bajo el árbol. Ella era unos grandes ojos casi sin color y escondidos y estaba inflada, enorme y blanca. Muy blanca y muy enorme. Tenía en la mano uno de esos juguetes que volaban que él sabía hacer. Era el último que hizo antes de irse. Y aún no le había escrito. Hay que ver. Le había dicho que la quería, pero... ¿sería sólo para... eso? Ahora empezaba a creer que sí, pero es que tenía miedo, mucho miedo. Hacía siete meses que estaba embarazada y no se le notaba todavía la barriga. Mejor, claro, así su padre no se daría cuenta. Pero era algo tan raro. Siete meses y sin barriga, y siete meses sin carta. Miraba cómo el juguete daba vueltas en el cielo, alargaba la mano y volvía a hacerlo volar. Ojalá escribiese. O que viniera por lo menos. Bueno, no, porque si viene es que no tiene trabajo y entonces no nos casamos, y entonces cuando tenga el niño, verás mi padre. Además, estaba muy fea, pero si viniese por lo menos... No, que llegue carta mejor.
En casa del cartero todo el mundo estaba muy triste. Ya se sabe que hay que morir, pero quién cree que vaya a morirse, y menos, que se vaya a morir su marido. Dos meses hacía que se cayó del caballo. Iba a llevar unas cartas a no sé dónde. Quién le mandaba a él comprarse un caballo. Hace dos meses que no hace nada, sólo mira. No coge polvo siquiera. Ni agua ni aire. Quién le mandaba a él llevar cartas a ningún sitio. Hola señor Pedro. Pues ya ve, ningún médico a sabido decir nada. Muchas gracias. Sí, rezar, sólo rezar, gracias. No, el nuevo cartero no ha llegado; se lo diré. Adiós, adiós.
Las vacaciones: era un buen invento ése. Tenía dinero, mucho dinero, y cada mes le daban lo mismo otra vez. Siempre lo tenía seguro. Era ya un ingeniero y vestía como le habían dicho que era más elegante. Todo el mundo se admiraba de que fuera ingeniero en nueve meses, pero él no lo comprendía, sólo había aprendido lo que ya sabía, sólo que ahora sabía explicar y usar esas cosas que había sabido hacer siempre. Nada más.
Subió al coche y salió para el pueblo. Su novia y su hijo. Se casarían y volverían a la ciudad. Tenía un mes entero. Buen invento las vacaciones, sí señor. Alguna que otra duda tuvo: siete meses escribiendo sin contestación alguna. Pero es igual; eran probables mil combinaciones de probabilidades de error. Iba a verla pronto. Horas ya solamente.
- ¿Y niña?
- No sé.
- Mujer,¿ te has fijado cuánta luz hay hoy?
- ¿Y niña? ¿Dónde estará ahora que lo dices?
- Ya aparecerá.
- ¿Qué es aquello que viene por allí con tanto polvo? Viene alguien dentro. Él. Llámala. Llama a niña que es su novio.
- Niña!! Niña!!
No contesta, Pedro, ¿estará mal? Estaba tan gorda y tan blanca. Vamos a llamar al doctor.
- Qué doctor ni doctor! Vamos a recibir al yerno y ahora la buscamos.
- ¡Hola señor Pedro!
¡Madre! ¡Cuánto tiempo! ¿Por qué no contestaron las cartas?
- ¿Las escribiste?
- ¿Y niña?
No tenía barriga, pero sabía que iba a dar a luz. Era seguro. Y no era dolor. Simplemente era que la luz le arañaba los pulmones, que bebían olor a nubes con el aire. Estaba tendida bajo el árbol respirando muy fuerte y con los brazos abiertos.
Gritó.
Era el mejor grito que había dado nunca.
Se escuchó en todo el cielo.
El cartero parpadeó y se tocó el bolsillo.
Novio y padres la pudieron encontrar.
- Mira, Pedro, fíjate, ya no está gorda, no está gorda.
Él contuvo, por respeto, su abrazo, y sólo le cogió las manos.
- Niña, ¿por qué has gritado así?¿por qué no has contes...Oye -susurró- ¿y eso? ya debería estar muy gordo.
- No sé.
Y se sentó bajo el árbol como quien lleva siglos viviendo.
En la cama, sobre el cartero de botas polvorientas que silvaba una nana, encontraron a un recién nacido limpio y blanco que mamó unas cartas como primer aliento de vida.
El pueblo estaba demasiado lejos, si es que a aquellas tres casuchas se les podía llamar pueblo. Además, si fuera algo importante, mira, pero seguro que son cartas de queridísima, queridísimo, besos y demás. Una casi todas las semanas; también son ganas de escribir.
Cuando joven, él también había escrito esas cartas y sabía lo que decían, así que se las llevaría todas juntas al final, mejor, tendría más besitos. Pero... anda que si se enfada ella por no dárselas una a una... Claro que se enfada, pero con este calor... ya vería. Esa era su frase.
Ya vería.
Mientras, en la sombra de la entrada y con el ventilador enfrente, no se estaba tan mal. Sus botas, en alto y apoyadas en algo, como en las películas, tenían el polvo de cuarenta y dos años repartiendo cartas.
El los había visto hacerse novios y los había visto alguna que otra vez en alguna que otra calle besándose y haciendo alguna que otra cosita más. Eran jóvenes, ya verían.
- ¿Te has fijado lo blanca que anda la niña? Ni que el novio se hubiera ido a la guerra en vez de a buscar trabajo. No hay quien los entienda.
- Es que hace tres meses que no le escribe, Pedro, y ella creerá ya que no la quiere.
- ¡Qué niña ésta! ¿No sabe lo lento que es el correo? Además, bastante ocupado estará como para llevarse escribiendo todo el día.
- No soy niña, padre, ya tengo casi veintisiete años, y debería escribirme, si.
- ¡No me hables en ese tono!
- No padre.
- Vete y déjame hablar con tu madre.
- Sí padre.
- ¿Te has fijado lo que está engordando? Casi no se le ven los ojos.
- ¿En qué quieres que me fije: está muy blanca o está engordando?
- Las dos cosas.
- ¡Sigue así! Lo que le hace falta a la niña eres tú y tus tonterías. Me voy, que ya es tarde. Dile a la niña que me cepille el caballo, esta tarde voy al pueblo.
- ¿Te llegarás a correos?
- Por no escucharos. Hasta luego. Adiós niña!!
- Adiós padre!!
Siempre salía de su casa con la intención de no hacerlo, no había que tentar tanto a la suerte, pero verla y mirar era como un arañazo en el centro mismo del centro del estómago. Y el árbol, la noche, el olor, su olor, el aire y los besos... Era como dejar que el alma diera gritos y gritos hasta dormirse.
Otra carta. Había llegado otra carta. Iba a tener que decidirse a llevarlas, porque aunque fueran de besos, tampoco un beso es tan poca cosa como para no echarle cuenta. ¡Ay! y me dijo mi mujer que me pasara por la tienda y le llevara no sé qué. Bueno, iré a la tienda antes de que cierren y luego llevaré las cartas. Debería haber comprado aquel percherón que le ofreció el jefe. Mañana iría a verlo a ver si se lo vende.
El padre pasaba en ese momento por la puerta de correos: Señor Pedro! Señor!
Tenía el cartero poca voz ya. Se fue. También es mala pata. Y la hora que es. Bueno, iré a la tienda. Mañana cuando compre el percherón llevaré las cartas.
El cartero caminaba despacio.
Querida y amor mío:
Hace ya siete meses que te escribo todas las semanas y todavía no me has contestado nunca. ¿Estás enfadada conmigo por... eso?
Ya me va bien en el trabajo y me he mudado a una casa casa y no vivo ya en el buhío ese que te conté. Ya tengo algo ahorrado y puedes venirte para acá cuando nos casemos. Aquí en este trabajo dan vacaciones y valoran, eso dicen, el que yo sepa manejar estos motores. ¿Te acuerdas que cuando los hacíamos pensábamos que sólo eran juguetes? Estoy estudiando también. Dicen que cuando acabe esto que ellos llaman ingeniería voy a ganar mucho dinero, y eso que no es nada más que poner nombres raros y dar muchas razones a las cosas que son porque sí.
¿Cómo te va... eso? Escríbeme, aunque ya pronto iré y nos casaremos. Muchos besos, y recuerdos a tus padres. Hasta pronto, tu
¿Te has fijado que ya hace siete meses que el novio de la niña se fue y que todavía no le ha escrito? La niña se lleva todo el día llorando. ¿Y te has fijado lo blanquísima y lo gorda y lo rara que está? Si sigue así vamos a tener que llamar al doctor.
- Al doctor ni al doctor. ¿Qué falta le hace el doctor a alguien que engorda? Eso es bueno: que engorde.
- ¿Y el novio?
- He oido que el cartero estaba muy mal desde que se cayó del caballo. Iré a verle, pobre hombre, y le preguntaré al nuevo por si hay carta.
¿Y niña?
- Fuera. Seguro que está llorando.
- Llorando. Como si no hubiera otra cosa que hacer.
- ¿Por qué no eres más cariñoso con ella? ¿Te has fijado que no le das un beso desde que cumplió los diecisiete años?
- Soy su padre.
- Por eso.
- Pues por eso.
Ella estaba fuera, bajo el árbol. Ella era unos grandes ojos casi sin color y escondidos y estaba inflada, enorme y blanca. Muy blanca y muy enorme. Tenía en la mano uno de esos juguetes que volaban que él sabía hacer. Era el último que hizo antes de irse. Y aún no le había escrito. Hay que ver. Le había dicho que la quería, pero... ¿sería sólo para... eso? Ahora empezaba a creer que sí, pero es que tenía miedo, mucho miedo. Hacía siete meses que estaba embarazada y no se le notaba todavía la barriga. Mejor, claro, así su padre no se daría cuenta. Pero era algo tan raro. Siete meses y sin barriga, y siete meses sin carta. Miraba cómo el juguete daba vueltas en el cielo, alargaba la mano y volvía a hacerlo volar. Ojalá escribiese. O que viniera por lo menos. Bueno, no, porque si viene es que no tiene trabajo y entonces no nos casamos, y entonces cuando tenga el niño, verás mi padre. Además, estaba muy fea, pero si viniese por lo menos... No, que llegue carta mejor.
En casa del cartero todo el mundo estaba muy triste. Ya se sabe que hay que morir, pero quién cree que vaya a morirse, y menos, que se vaya a morir su marido. Dos meses hacía que se cayó del caballo. Iba a llevar unas cartas a no sé dónde. Quién le mandaba a él comprarse un caballo. Hace dos meses que no hace nada, sólo mira. No coge polvo siquiera. Ni agua ni aire. Quién le mandaba a él llevar cartas a ningún sitio. Hola señor Pedro. Pues ya ve, ningún médico a sabido decir nada. Muchas gracias. Sí, rezar, sólo rezar, gracias. No, el nuevo cartero no ha llegado; se lo diré. Adiós, adiós.
Las vacaciones: era un buen invento ése. Tenía dinero, mucho dinero, y cada mes le daban lo mismo otra vez. Siempre lo tenía seguro. Era ya un ingeniero y vestía como le habían dicho que era más elegante. Todo el mundo se admiraba de que fuera ingeniero en nueve meses, pero él no lo comprendía, sólo había aprendido lo que ya sabía, sólo que ahora sabía explicar y usar esas cosas que había sabido hacer siempre. Nada más.
Subió al coche y salió para el pueblo. Su novia y su hijo. Se casarían y volverían a la ciudad. Tenía un mes entero. Buen invento las vacaciones, sí señor. Alguna que otra duda tuvo: siete meses escribiendo sin contestación alguna. Pero es igual; eran probables mil combinaciones de probabilidades de error. Iba a verla pronto. Horas ya solamente.
- ¿Y niña?
- No sé.
- Mujer,¿ te has fijado cuánta luz hay hoy?
- ¿Y niña? ¿Dónde estará ahora que lo dices?
- Ya aparecerá.
- ¿Qué es aquello que viene por allí con tanto polvo? Viene alguien dentro. Él. Llámala. Llama a niña que es su novio.
- Niña!! Niña!!
No contesta, Pedro, ¿estará mal? Estaba tan gorda y tan blanca. Vamos a llamar al doctor.
- Qué doctor ni doctor! Vamos a recibir al yerno y ahora la buscamos.
- ¡Hola señor Pedro!
¡Madre! ¡Cuánto tiempo! ¿Por qué no contestaron las cartas?
- ¿Las escribiste?
- ¿Y niña?
No tenía barriga, pero sabía que iba a dar a luz. Era seguro. Y no era dolor. Simplemente era que la luz le arañaba los pulmones, que bebían olor a nubes con el aire. Estaba tendida bajo el árbol respirando muy fuerte y con los brazos abiertos.
Gritó.
Era el mejor grito que había dado nunca.
Se escuchó en todo el cielo.
El cartero parpadeó y se tocó el bolsillo.
Novio y padres la pudieron encontrar.
- Mira, Pedro, fíjate, ya no está gorda, no está gorda.
Él contuvo, por respeto, su abrazo, y sólo le cogió las manos.
- Niña, ¿por qué has gritado así?¿por qué no has contes...Oye -susurró- ¿y eso? ya debería estar muy gordo.
- No sé.
Y se sentó bajo el árbol como quien lleva siglos viviendo.
En la cama, sobre el cartero de botas polvorientas que silvaba una nana, encontraron a un recién nacido limpio y blanco que mamó unas cartas como primer aliento de vida.
Friday, February 23, 2007
Belén Esteban en el carnaval.
Para ilustrar lo que decíamos ayer, que está debajo. ¿Por qué ocurrió el abucheo famoso? Recuerden la escena. Casi un centenar de gente preparada, que sabía bailar, que seguramente cobraría una miseria y que seguirán soñando con el triunfo o, al menos, con poder vivir de lo que les gusta y saben hacer. ¿Quién estaba arriba y quién cobró más independientemente de la calidad de su trabajo? Pues seguirá haciendo de periodista sin serlo y de estrella del baile sin bailar. Convenza usted a un adolescente de que, aún así, esforzarse merece la pena.
Ideas sobre educación.
Ideas sobre educación.
Los jóvenes de hoy no estudian. Cierto. Nunca a los humanos les gustó estudiar a la fuerza. Y llenos de hormonas menos. Pero con eso no se explica todo. Sí es menos común encontrarse con alguien con ilusión por aprender. Explicación posible: Siempre se ha estudiado o bien para mantener un status de familia o para escapar de un estatus de familia (estamos generalizando). Hoy día ni es necesario mantener estatus alguno pues el libre acceso a la enseñanza y a los bienes materiales no lo imponen, ni se siente necesidad de huir de la incultura, pues la tele iguala la cultura general e internet ayuda a compartirla. Los jóvenes en general no tienen situación económica de la que huir. Y tampoco experimentan que eso que hasta se llamó elitistamente cultura sea algo que les sea necesario.
Valoración social o prestigio. Tampoco se alcanza ya por los estudios. Es de todos sabido que la hora de un operario de taller mecánico o de un fontanero se paga más que la hora de un licenciado universitario. Y hacer una carrera es algo muy duro. Por otro lado en la sociedad no se respira valoración alguna de los títulos. En la administración pública un grupo C está por encima de uno D aunque el D sea doctor en astrofísica. En nomenclatura se ha perdido la diferenciación y todos somos arquitectos, sanitarios o profesores, se tengan los años de estudio que se tengan. Hasta a los monitores de gimnasio se les otorga el nombre de profesor. Como si a todos los militares se les llamase General o a todos los que visten bata blanca Doctor. Se permiten jefaturas de títulos inferiores sobre títulos superiores. Eso es una infravaloración. Se mire como se mire.
Lugar común en el que no vale la pena entrar. ¿Qué debería hacer alguien para ganar estudiando lo que gana Ronaldinho o Beckham? No habría manera posible.
Por último. Para ser un pobre docente es imprescindible una diplomatura o una licenciatura. Para trabajar como esclavo formalizador de recetas para la sanidad pública sumémosle el torturador MIR. Está prohibido abrir una farmacia tras licenciarse. Ganar un sueldo miserable de juez cuesta años y salud. ¿Qué se les exige a los políticos que puedan ser jefes de los anteriormente dichos? Nada. Absolutamente nada. Está al albur de la muy improbable decencia intelectual de quien los nombra. Es legalmente posible ser analfabeto funcional y llegar a jefe de gobierno, esperemos que nunca a jefe de Estado.
Si adoptara una postura fervorosa contra esto se me tacharía de fascista. No lo haré. Sólo intentaba describir una situación. Esos modelos son los que damos. Esa ilusión por el estudio y la cultura encontraremos. Como llevamos toda la historia haciendo, cuando somos adultos responsabilizamos a los jóvenes de obedecer los modelos que les damos. Continuaremos si procede. Saludos.
Los jóvenes de hoy no estudian. Cierto. Nunca a los humanos les gustó estudiar a la fuerza. Y llenos de hormonas menos. Pero con eso no se explica todo. Sí es menos común encontrarse con alguien con ilusión por aprender. Explicación posible: Siempre se ha estudiado o bien para mantener un status de familia o para escapar de un estatus de familia (estamos generalizando). Hoy día ni es necesario mantener estatus alguno pues el libre acceso a la enseñanza y a los bienes materiales no lo imponen, ni se siente necesidad de huir de la incultura, pues la tele iguala la cultura general e internet ayuda a compartirla. Los jóvenes en general no tienen situación económica de la que huir. Y tampoco experimentan que eso que hasta se llamó elitistamente cultura sea algo que les sea necesario.
Valoración social o prestigio. Tampoco se alcanza ya por los estudios. Es de todos sabido que la hora de un operario de taller mecánico o de un fontanero se paga más que la hora de un licenciado universitario. Y hacer una carrera es algo muy duro. Por otro lado en la sociedad no se respira valoración alguna de los títulos. En la administración pública un grupo C está por encima de uno D aunque el D sea doctor en astrofísica. En nomenclatura se ha perdido la diferenciación y todos somos arquitectos, sanitarios o profesores, se tengan los años de estudio que se tengan. Hasta a los monitores de gimnasio se les otorga el nombre de profesor. Como si a todos los militares se les llamase General o a todos los que visten bata blanca Doctor. Se permiten jefaturas de títulos inferiores sobre títulos superiores. Eso es una infravaloración. Se mire como se mire.
Lugar común en el que no vale la pena entrar. ¿Qué debería hacer alguien para ganar estudiando lo que gana Ronaldinho o Beckham? No habría manera posible.
Por último. Para ser un pobre docente es imprescindible una diplomatura o una licenciatura. Para trabajar como esclavo formalizador de recetas para la sanidad pública sumémosle el torturador MIR. Está prohibido abrir una farmacia tras licenciarse. Ganar un sueldo miserable de juez cuesta años y salud. ¿Qué se les exige a los políticos que puedan ser jefes de los anteriormente dichos? Nada. Absolutamente nada. Está al albur de la muy improbable decencia intelectual de quien los nombra. Es legalmente posible ser analfabeto funcional y llegar a jefe de gobierno, esperemos que nunca a jefe de Estado.
Si adoptara una postura fervorosa contra esto se me tacharía de fascista. No lo haré. Sólo intentaba describir una situación. Esos modelos son los que damos. Esa ilusión por el estudio y la cultura encontraremos. Como llevamos toda la historia haciendo, cuando somos adultos responsabilizamos a los jóvenes de obedecer los modelos que les damos. Continuaremos si procede. Saludos.
Wednesday, January 31, 2007
De Diario de un poeta recién casado (1916).
Distinto
Lo querían matar
los iguales,
porque era distinto.
Si veis un pájaro distinto,
tiradlo;
si veis un monte distinto,
caedlo;
si veis un camino distinto,
cortadlo;
si veis una rosa distinta,
deshojadla;
si veis un río distinto,
cegadlo.
si veis un hombre distinto,
matadlo.
¿Y el sol y la luna
dando en lo distinto?
Altura, olor, largor, frescura, cantar, vivir
distinto
de lo distinto;
lo que seas, que eres
distinto
(monte, camino, rosa, río, pájaro, hombre):
si te descubren los iguales,
huye a mí,
ven a mi ser, mi frente, mi corazón distintos.
Distinto
Lo querían matar
los iguales,
porque era distinto.
Si veis un pájaro distinto,
tiradlo;
si veis un monte distinto,
caedlo;
si veis un camino distinto,
cortadlo;
si veis una rosa distinta,
deshojadla;
si veis un río distinto,
cegadlo.
si veis un hombre distinto,
matadlo.
¿Y el sol y la luna
dando en lo distinto?
Altura, olor, largor, frescura, cantar, vivir
distinto
de lo distinto;
lo que seas, que eres
distinto
(monte, camino, rosa, río, pájaro, hombre):
si te descubren los iguales,
huye a mí,
ven a mi ser, mi frente, mi corazón distintos.
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