Normalmente, cuando me tengo que poner a escribir, son tantos los temas que me vienen a la cabeza ,de Sevilla o de fuera de ella, que tengo que hacer toda una limpieza mental, y, aun así, muchas veces, ya lo saben, ni siquiera me quedo con algo local y recurro al juego ese del “puedo asegurarles que iba a hablarles de Sevilla…” Pero hoy estoy en blanco. No sé de qué hablarles y me inunda la idea de que quizá no haya nada que yo pueda decirles que sea de su interés. Incluso peor, de las cosas que podemos comentar ustedes y yo, no encuentro ninguna que merezca la pena comentarse para no darles el día.
¿Será eso lo que nos está pasando? ¿Será que nos hemos quedado encerrados en un ascensor que no se mueve y que ya no nos apetece hablar del Ayuntamiento y del Señor Monteseirín, ni de la Junta y Griñán ni del presidente del gobierno? (Por cierto, cómo se echa de menos la paridad aquí, ¿eh?) Y lo digo porque cuando nos quedamos o coincidimos en un ascensor con alguien y no queremos hablar de otra cosa, hablamos del tiempo y ¿se han fijado en los telediarios? De la media hora larga que suelen durar, el del ayer que yo vi, ocupó veinte minutos hablando del tiempo, diez en el resto de las noticias nacionales, internacionales, curiosidades, la previsión… y las dos mil horas acostumbradas repasando cosas de fútbol, que es otro tema muy recurrente en los ascensores.
Ya sabemos que mientras, el alcalde de Sevilla aún no ha presentado su candidatura para las siguientes municipales, que Venezuela sigue haciendo cosas raras y telefónica se cae, que habrá una cumbre europea en nuestra ciudad, que estamos de rebajas, que se dilata el juicio de la niña Mari Luz, que Rodríguez Zapatero cansa y que Rajoy se emociona, que el partido Andalucista se diluye, que el mercado de trabajo tiene que recomponerse porque así no arrancamos…
Sevilla y España entera nos hemos quedado encerrados en un ascensor. Llevamos un mes descansando de la actualidad y hablando del tiempo porque no nos apetece hablar de lo que hay. Esperemos que el técnico esté de camino y que cuando arranque el cacharro tire hacia arriba y nos lleve a lo alto. Tan alto como las nubes del cielo que (corran los galos) este invierno se nos está cayendo encima.
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