Estamos de actualidad por un tema de lo más curioso. Una norma que permite continuar un examen incluso si se está copiando, está intentando abrirse paso en la Universidad de Sevilla. Y eso no es todo, existen aparatos que proporcionan toda la intendencia necesaria para conseguir copiar de la manera más moderna y efectiva… y eso no es todo, algunos padres son los que les compran a sus descendencias estudiantes de carrera dichos aparatos.
Lo primero que sale, al menos en mi caso, es sonreír y asombrarse, y lo segundo, despotricar de la juventud y de la desfachatez en el resto de los casos, que no el mío.
Analizando el tema más por lo menudo, veo algunos aspectos a resaltar, el primero puede resumirse con aquello de “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”, pues sería curioso hacer una encuesta para saber qué porcentaje de los adultos de pro no ha copiado nunca.
El segundo aspecto creo que es más sustancial, y es que hemos convertido los estudios en algo tan administrativo, en algo tan puro trámite y con tanto tufo a esfuerzo inútil que los sujetos principalmente interesados en la adquisición del saber prefieren superar el requisito del aprobado a cualquier otra consideración moral o académica.
Nuestras universidades, en muchos casos, son fósiles cretácicos que durante años hacen de filtro para que licenciarse o diplomarse no sea una maratón multitudinaria. Y un enorme porcentaje de quienes consiguen su título, lo hacen con una cabeza muy amueblada, pero con los muebles por desembalar. Salen titulados, pero no profesionales de nada. En la pared se cuelga un título pero arquitecto, médico, abogado o profesor hay que hacerse luego en el fragor del trabajo por el que nos dejamos la piel durante años de sueldos ridículos…
Todos somos inocentes mientras no se demuestre lo contrario y copiar no es un delito. Si un terrorista tiene derecho a un juicio justo, quien copia, probablemente, también lo tenga, y quizá ahí reside el miedo de la sociedad no vaya a ser que se demuestre que copiar o no copiar no tenga nada que ver con lo bueno que luego se sea en el trabajo. Al fin y al cabo, para llegar a ministro o ministra no hay requisitos académicos ¿o sí?
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