Cuando las dos Españas de los años treinta acabaron enfrentándose a sangre y fuego no fueron exactamente dos Españas las que se enfrentaron, fueron todos los españoles contra todos los que se apuntaban a la cabeza llenos de exaltación y de odio. Convivían los ánimos festivos y de victoria con el terror y la masacre. Conforme la guerra fue avanzando, uno de los bandos, el que ganó la guerra se fue convirtiendo en una máquina monolítica y férrea, pero unida, que se alzó con una victoria triste y sangrienta. Eso sí que fue una crisis. Abonado con sangre el futuro que tenemos hoy comenzó a germinar de una forma lenta e inexorable. Los españoles aguantamos cuarenta años de dictadura, hicimos una transición, fundamos una democracia y hoy vivimos en un país de libertades.
Hace poco escuché en un bar que la cosa estaba como antes de la guerra. Y quien dijo eso lo dijo, al menos así lo intuí, como creyendo que era necesaria otra para arreglar esto. ¡Qué horror! Afortunadamente, parece que no volveremos a caer en lo mismo. Pero es significativo. Y no es la primera vez que lo oigo.
Simplificando al máximo, creo que lo que ocasionó la guerra que todavía le duele a mucha gente, fue la ruptura de las normas. Todo estaba fatal, como ahora, pero en ese fatal había elementos que no se nos dan hoy. Había miseria, había imposibilidad de acceso a la cultura de muchos, y los políticos y militares levantiscos no respetaban las decisiones de la mayoría. En el 34 se dinamitó un gobierno de derechas elegido mayoritariamente, y en el 36 se pronunciaron militarmente contra la decisión republicana de las urnas. Sé que cualquiera que se siga sintiendo de alguno de aquellos dos bandos es aún hoy capaz de defender sus barbaries… Afortunadamente, parece que no volveremos a caer en lo mismo. Hoy, la España que se presenta a los ojos es una, una que vota mayoritariamente a dos partidos distintos y a algunos nacionalismos, pero una. Una España que se pinta las manos de blanco cuando una bala intenta superponerse a las razones. Un pueblo que no respeta a su clase política aunque vote a un lado o a otro. Una sociedad donde a todo el mundo le va mal, al menos, peor que hace unos años. Nuestros sueldos y pensiones decrecen, los parados se cuentan por millones, la bronca sigue… pero seguimos armados de paciencia esperando que esto cambie aceleren o no el momento en que podamos expresarnos ante las urnas.
La única pólvora que suena es la de unos fuegos artificiales que han decidido por su cuenta que no podamos tener la fiesta en paz, cuando estaban pensados para llenarlo todo de color… y busquen la metáfora que les parezca mejor, que tiene su intención.
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