En el fondo el tema comienza a hacer gracia. La desproporción y la falta de equidad entre feminismo y machismo según provengan de la progresía o de la rancia derecha da lugar a situaciones francamente cómicas. Les cuento:
La semana pasada, lo contó ABC, en el Ayuntamiento de Córdoba, la concejala socialista Victoria Fernández dijo a los miembros del PP que su partido «necesita formación en igualdad, pero de asesores externos, porque las mujeres del PP han decidido aparcar el cerebro en la puerta de la disciplina de su partido,(…) lo que sólo lleva al pensamiento único, que para las mujeres y su causa sólo nos conduce a la falta de madurez democrática»
Eso sí que es madurez democrática. Hemos creado un país donde el insulto, menos mal, está mal visto. No se admite discriminación por razón de sexo, ni orientación sexual, ni raza, ni credo, ni… en fin, el artículo 14 de la Constitución dice: “Los españoles son iguales ante la Ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.” Ea, pues en la interpretación “ad sensu” que se hace desde las izquierdas hay una excepción. En España se puede insultar a la gente, hombres o mujeres, si y sólo si son del principal partido de la oposición. Ya lo hizo aquel alcalde del PSOE insultando a los votantes del PP, es decir, a los mismos ciudadanos/as a quien les piden el voto unos y otros y unas y otras, y, ahora, Doña Victoria Fernández puede, ella sí, por ser mujer y progresista, insultar a las mujeres del PP. El Gran Wyoming también puede bromear con la Señora Ministra de Sanidad sobre su arriesgado apellido, pero si se es del PP, cualquier atrevimiento provoca tempestades. A ver si me aclaro. La verdadera discriminación entonces que se da en España, no es, pues, entre hombre y mujer, sino entre ser pepero o pepera y no serlo. ¿Acierto?
Dicha edila acabó su discurso solicitando al PP que presentara a IU y PSOE una ordenanza que «impida llegar a los cenutrios a alcalde.” Menos mal que se quedó ahí en cuanto a género gramatical y calidad del cargo, porque si respetamos igualdad y paridad, cosa que no se hace cuando la palabra huele a insultillo, debería haber dicho: a alcalde o alcaldesa; cenutrios (que el diccionario define como “hombre lerdo, zoquete y estúpido”) y cenutrias (porque también habrá lerdas, zoquetas y estúpidas entre la mujeres, dijo yo); ministros y ministras, presidentes del gobierno y presidentas, concejales y concejalas… aunque pensándolo bien, igual se quedó ahí para no quedarse sin cargo.
Lo dicho, que han convertido eso del feminismo y demás en patrimonio del mester de progresía como dice el maestro, y el insulto a la mujer está permitido siempre y cuando la agraviada sea de la derechona y la insultante sea mujer y de izquierdas. Ea. Pues si nadie tiene nada en contra, sigamos con los cerebros aparcados. Y cerebras.
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