Lo que toca ahora es hablar de los sueldos de quienes se dedican a la política. El último de los escándalos promovidos por algún grupo de presión ronda alrededor del sueldo de la señora Cospedal. En esto sí que no hay ni buenos ni malos, en todos los partidos hay afiliados y cargos políticos que cobran más de un sueldo y cuya suma excede con mucho la media de los españoles y españolas de a pie. Por otro lado, no son desconocidos los privilegios de los que gozan quienes se dedican a la política una vez cesan en el cargo.
Pero el problema no es simple. Lo primero que habría que sopesar en cada caso es si se lo merecen o no, pero, por otro lado, les cuento un poco lo que ocurre antes de aventurar mi propuesta.
A la política se entra por las agrupaciones locales, por los pueblos y ciudades, pero es sabido que cuesta mucho trabajo en ocasiones, y, sobre todo en los pueblos, contar con el número necesario de afiliados para confeccionar una lista. Y, cuando se consigue, muchos de los que en ellas aparecen, son fácilmente susceptibles de dar origen a malos pensamientos sobre sus motivaciones, es decir, que si se apuntan para ganar, medrar o chupar del bote. Y es que la política es un servicio a la comunidad y un arte que está muy mal agradecido. Lo normal es que quienes gozan de buena posición social y de buenos sueldos sean reacios a entregar su tiempo gratuitamente. Si se quiere que se entreguen al servicio público las mentes más preclaras, los sueldos deben no ser, como mínimo, inferiores a los que cobraran en la vida civil, por llamarlo de alguna forma.
Pero ello tampoco puede significar que parados y paradas o amas y amos de casa tengan que trabajar gratis.
Ya les decía que el problema es complicado. Si se paga bien porque sí, pero no se ajustan los sueldos a los méritos, quienes tengan más preparación se alejarán de la política y quienes no tengan dónde meterse se acercarán buscando un alivio a su situación económica.
Tendríamos que renunciar a los prejuicios y hacer un gran pacto para pagar dignamente a quienes nos sirven en la cosa pública pero sin que ello sea un negocio torticero para quienes no lo merezcan.
En fin, la señora de Cospedal es abogada del Estado, que no es moco de pavo, no podemos pretender que trabaje por una miseria, aunque hay que controlar el número de ingresos que un político o política pueda tener, porque no a todos los servidores públicos se les permite. Lo que me gustaría saber es si hablaremos alguna vez de si la igualdad consiste en permitir que un iletrado o iletrada puedan verse en ese caso de cobrar sumas enormes por un currículum vacío. La solución comenzará a verse cuando todos los ciudadanos dejemos de ver en la política algo ajeno y comencemos a comprometernos.
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